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os viajes internacionales de Enrique Peña Nieto han reportado pocos resultados prácticos que sean positivos. Parecieran pensados para saciar la avidez del ex gobernador del estado de México por sentirse personaje de foros globales, como presunto creador de lo que se ha querido llamar un ‘‘momento’’ de México en el tablero mundial, burbuja de falsa grandeza estadista que en realidad es una contraprestación por las cesiones de la riqueza energética mexicana que El gran vendedor está yendo a cerrar a domicilio a varios de los países beneficiados.
El más reciente regocijo de Peña Nieto en Europa (aun sin el Boeing 787 Dreamliner de más de 7 mil 500 millones de pesos, un palacio flotante que está presto a estrenar cual jeque petrolero entre la miseria de su pueblo, despilfarradora majestuosidad ofensiva, sin atenuantes) ha tenido hasta ahora como principal escena relevante lo sucedido en el Vaticano, donde el peregrino mexiquense tuvo a bien regalar al papa Francisco una imagen de la Virgen de Guadalupe y… una camiseta de la selección mercantil de futbol profesional, con las firmas de los jugadores que comanda Miguel Herrera. La vulgaridad oportunista llevó a justificar el extraño lance de porrista del negocio balompédico hasta ahora controlado por Televisa: ‘‘Esto es para decirle que en México nos queremos poner la camiseta verde’’ (por cierto, según mencionó la agencia Efe, fueron 17 los miembros de la comitiva de Peña Nieto, entre ellos su esposa, Angélica Rivera, y los tres hijos de su anterior matrimonio; su hermano y la hija de éste. Ellos también se pusieron la camiseta. Y una gorrita).
Negociada con toda antelación esa respuesta, el papa Francisco hizo saber a su verdejo visitante que acepta la invitación a visitar el país desde el cual los discípulos de un papá crucificable llamado El Piojo le enviaron un producto textil con autografías, una especie de ayate de juandieguismo pedestre (la RAE define ‘‘verdejo’’ como diminutivo de verde, precisión de esta columna que sale con las manos en alto arguyendo: ¡no disparen: es un adjetivo, no un sustantivo!).
La fecha de tan balsámico viaje franciscano quedó pendiente de precisar. En el horizonte terreno hay dos acontecimientos que podrían merecer el respaldo del jefe vaticano. Su presencia antes de las elecciones intermedias del año entrante mucho ayudaría a los querubines de tres colores a consolidar su reino Monex-Soriana-Sedesol, que sí es de este mundo. O bien podría ayudar a olvidar y perdonar si se asomara fuera de tiempos electorales a una nación confrontada o afligida por pecados cometidos contra la patria en asuntos de energéticos cedidos a fariseos trasnacionales y mercaderes nativos. Desde luego, al presidente de la empresa religiosa más poderosa del mundo mucho le complacería que su visitante le recibiera con arreglos prácticos para la expansión de la influencia vaticana conforme a oportunas reformas legales anteriores. Todo cabe en una gira papal, sabiéndolo negociar.
Desde una cancha confrontada por la política, sujeta a batallas sociales por encima del ‘‘enajenante’’ balompié, que a buen número de brasileños no los distrae ni sirve de coartada para no luchar de verdad, el ex presidente Luiz Inácio da Silva, conocido como Lula, le metió el primer gol al equipo mexicano que tiene a Peña como director técnico y a Luis Videgaray como principal auxiliar ejecutivo. No podría alegarse que la anotación se diera en fuera de lugar, pues Lula ha sido muy bien recibido en campo mexicano, incluso mediante el pago de recursos por apadrinar el arranque del intrascendente primer tiempo de la Cruzada contra el Hambre, con la generosa Rosario Robles como contratante de ese refuerzo internacional.
En tareas de salvamento de su apadrinada Dilma Rousseff, quien ha ido cayendo en las encuestas más difundidas de opinión pública a cuatro meses de que busque un segundo mandato, y tiene enfrente el delicado reto de restablecer el orden público antes de que comiencen los magnos juegos futboleros que ya tienen los ojos del mundo en ese país sudamericano, el centro delantero Lula soltó un disparo imparable dirigido a la maltrecha portería del equipo Atlacomulco Boys. En una conferencia sobre Desarrollo, Innovación e Integración Nacional, que dio en Porto Alegre, el gambetero sudamericano se esmeró en descalificar las apariencias de que México sería un gran competidor creciente. Con un tiro directo desde fuera del área se refirió Lula a los fundamentos económicos mexicanos: ‘‘Me fui a enterar, y todo es peor que en Brasil’’. Incluso, respecto de la presunta estrategia deslumbrante de la reforma energética peñista, el desbordado jugador de verde y amarillo dio una patadita desdeñosa: ‘‘Lo que hacen mejor, nosotros ya lo hicimos con Petrobras hace 20 años’’.
En otro tema: muy pocos días después de haber participado en un peculiar encuentro nacional de autodefensas, Hipólito Mora aceptó enrolarse en la Fuerza Rural de Michoacán y, en sus primeras declaraciones, asentó: ‘‘Me siento un chingón ahora con el uniforme’’. Ya oficialmente oficializado, Mora reveló que antes de nacer el movimiento de las autodefensas, el 24 de febrero de 2013, él se acercó en secreto a pedir el apoyo de ‘‘alguien’’, sin precisar el nombre o cargo de ese personaje. ‘‘Yo quería estar aliado con el gobierno: nunca lo quise como enemigo’’, explicó. Y ese gobierno, aseguró, ‘‘no quería apoyarnos, pero ahora afortunadamente nos están dando el apoyo’’ (http://bit.ly/1kyUfFQ). Cinco días antes, entrevistado por Sanjuana Martínez para La Jornada, el mismo Mora aseguraba: ‘‘Jamás me dejaría agarrar otra vez por el gobierno, ¡que me maten! Estoy dolido y siento mucho coraje’’. Entusiasta, confesaba: ‘‘Hay muchísima gente que me dice que no me vaya a retirar y que confían en mí. Siento bonito’’. Sanjuana le preguntó: ‘‘Si aceptara esa credencial (pero) de policía rural, ¿traicionaría a esa gente?’’, y quien ahora se siente ‘‘un chingón’’ con el uniforme reconoció: ‘‘Traicionaría a mucha gente y a mí mismo’’ (http://bit.ly/1u4F8pi). ¡Hasta mañana!
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