martes, 30 de septiembre de 2008
Ante la insensiblidad de un gobierno cruel : Se Prende Fuego Frente Palacio de Gobierno
Un dirigente campesino de la Sierra de Soetapan se roció gasolina y se prendió fuego frente a Palacio de Gobierno en protesta por la falta de respuesta a sus demandas de dotación de tierras.El presidente de la Comisión Pro Derechos Humanos AC de la Sierra de Soetapan, Ramiro Guillen Tapia, quien constantemente se manifiesta en esta capital, decidió inmolarse frente a la sede del Poder Ejecutivo. “Si quieren que de mi vida para que nos hagan caso se las doy”, expresó el campesino para luego prenderse fuego.Elementos de la Cruz Roja Mexicana apagaron el fuego con extintores y posteriormente lo trasladaron al hombre al Hospital Civil de esta localidad, donde se le reporta muy grave.“No el gobierno… no… (atendió) yo tenía que entregar mi lucha por la gente Popoluca, por la gente indígena, por la gente pobre yo tenía que entregar esta lucha y la estoy entregando compañeros, yo les dije de lo que era capaz y no creyeron, pero aquí estoy entregando mi vida”, afirmó antes de ser internado.El inconforme presenta quemaduras de segundo y tercer grado en la mayor parte de su cuerpo, por lo que su estado de salud se le reporta como muy grave.El Director de Política Regional, Marlon Ramírez Marin informó que el líder campesino tenía programada una audiencia a las 12:00 horas, sin embargo momentos antes decidió prenderse fuego.Explicó que desde hace años solicita la dotación de tierras y la solución a un conflicto agrario de la comunidad de Ocozotepec, petición que está siendo atendida por la Secretaría de la Reforma Agraria.
SDP | El Sendero del Peje
Entrevista del Presidente Legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, en Los Ángeles:
SDP El Sendero del Peje
Enrique Valdivia
SDP El Sendero del Peje
Enrique Valdivia
La columna de hoy de Julio Hernández
Astillero
Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
■ Teatralidad
■ Reallity show con “zetas”
■ Mentir, “¿por qué, señor?”
Urgido de instalar la percepción de que se había detenido a los auténticos detonadores de granadas en Morelia, el calderonismo no tuvo empacho en actuar para las principales televisoras como expedito suministrador oficial de videos correspondientes a fases indagatorias que en otras circunstancias son ocultadas celosamente al público por la “discrecionalidad” a que la ley obliga en esas diligencias. El gobierno federal jugando a la cámara escondida, con tomas laterales de mala calidad técnica, luz insuficiente y mala resolución (para aparentar la autenticidad propia del amateur), como si en esos infiernos judiciales hubiese tanto respeto a los derechos de los detenidos/torturados que se tuviera que grabar a escondidas una declaración de culpabilidad. Supuestos delincuentes de gravísima responsabilidad que platicaban a la autoridad, casi entre cuates, la manera como habían realizado sus aventuras explosivas. Mexicanos: confirmen que así son los interrogatorios judiciales, con calma y amabilidad, sin picanas, pocito ni tehuacanazo (por citar algunas técnicas clásicas).
Raras historias de instaladores de explosivos en fiestas patrias que detallaban ante la autoridad cómo eran los artefactos recibidos para hacerlos estallar: como un elote, una bolita con rayitas y cuadritos, con una espoleta que luego fue tirada por allí, “paniqueados” y confusos los verdugos que no sabían qué hacer con tamaños encargos llenos de esquirlas, hombres sin conocimientos técnicos ni capacidades militares como se supondría ante la fama que se adjudica a los miembros de ese grupo de origen castrense. “Cómo era la granada?” “Era este, pequeñita, así, este, de esas como... como así con cuadritos, este, ceniza, ceniza como de un verde, de un verde, como verde oscuro, de ese tipo, señor”, respondía el acusado, entre esfuerzos permanentes de cortesía, con un “sí señor” o “señor” añadido a las frases para dar muestra de solvencia cuando menos en cuanto a cortesías. “¿Tipo como del que usan los soldados?”, insistía el anónimo y oculto interrogador. “Algo así, algo así, señor...”, contestaba el desparpajado experto en terrorismo urbano.
¿Cuáles fueron los móviles para causar tamaña desgracia en Morelia? Uno de los detenidos aventuró una expli- cación que, sin más, fue asumida bíblicamente por la muy valiente y profesional prensa mexicana: “yo pienso en ese aspecto, para eso eran las granadas o sea amedrentar y provocar al gobierno más que nada, ese era más o menos el objetivo que yo comprendí”. Pensamientos más o menos comprendidos que de inmediato se convirtieron en verdad periodística destacada (cabecea la nota, o empieza así tu noticiero, que algo queda). Dos de tres declarantes habían sido mostrados a los periodistas con huellas inequívocas de violencia, uno de ellos todavía con bata de hospital. El que no tenía rastros de agresión sería el más locuaz, gestual y detallista, empeñado con profesionalismo en convencer a sus oyentes, casi indignado en cierto momento en que el interrogador oficial dudaba de su sinceridad. “¿Lo que me estás comentando es verdad?”, le sorprendió de pronto el comisionado oficial. “¿Mande...?”, respingó el deponente (así se llama a quien declara ante una autoridad judicial). “¿Es verdad?”, insistió el ligeramente fiero funcionario. “Sí señor. Sí señor”, respondió el presunto zeta apodado El Grande. “¿No me estás mintiendo?”, arremetió La Autoridad, a punto de hundirse en el más profundo despecho si el confiable delincuente había caído en la fea práctica de la mentira. Y en un momento supremo, digno de retablos cinematográficos, el criminal sin alma ni perdón posible se muestra extrañado, sabedor de que no merece esas desconfianzas porque no ha dado pie para ellas: “¿Por qué, señor?”, pregunta entre mínimamente retador y grandemente entristecido, al saber que ya no es de confianza la respetable palabra de un delincuente como él, capaz de poner granadas y matar a gente inocente pero no de mentir en momentos fílmicos trascendentes. “No, te pregunto si esa es la verdad”, suaviza entonces el conductor del interrogatorio, y el acusado cierra con su frase favorita y confirmatoria: “Sí, señor”. ¡Oh, my good!
Con tales desenlaces, La verdad sospechosa podría ser el título de este montaje televisivo gubernamental, pues en caso de que efectivamente fuesen culpables del atentado del pasado 15 los tres presuntos delincuentes presentados la semana pasada, debería reprocharse a los funcionarios encargados de esas filtraciones gráficas el haber contaminado los hechos (e inoculado el virus razonable de la duda) al marcarlas con un sello de muy mala calidad, no sólo en cuanto las declaraciones de los aprehendidos parecían más bien una representación, sino también en el sentido de ser efectistas, exageradas y deseosas de llamar la atención, como describe la Real Academia Española la teatralidad.
En Washington, mientras tanto, republicanos y demócratas se juegan la próxima presidencia imperial con las fichas envenenadas de un plan de rescate bancario que al no ser aprobado ayer golpeó a las bolsas de valores del mundo cuyo horario les hizo aptas para recibir el impacto, entre ellas, desde luego, la de México, donde además el dólar subió decenas de centavos de peso. Crisis anunciada ante la cual el calderonismo se dice suficientemente protegido, a tal grado que el círculo hacendario de mayor peso ha jugado con la idea médica de que al norte del país le ha dado pulmonía y a nosotros apenas nos llegará un catarrito. ¡Salud!
Y, mientras Héctor Alejandro Quintanar propone a los dueños del futbol profesional mexicano que continúen con su labor de hacer política desde las canchas (el blanco de protesta por el asesinato de Fernando Martí; en diciembre de 2006, llamados a la unidad nacional respetuosa de resultados electorales), ahora guardando en los partidos del siguiente fin de semana un minuto de silencio por los caídos de Tlatelolco, ¡hasta mañana, con Guerrero en pleno hervor electoral que habrá de acelerar definiciones en el perredismo ya tan fracturado!
Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
■ Teatralidad
■ Reallity show con “zetas”
■ Mentir, “¿por qué, señor?”
Urgido de instalar la percepción de que se había detenido a los auténticos detonadores de granadas en Morelia, el calderonismo no tuvo empacho en actuar para las principales televisoras como expedito suministrador oficial de videos correspondientes a fases indagatorias que en otras circunstancias son ocultadas celosamente al público por la “discrecionalidad” a que la ley obliga en esas diligencias. El gobierno federal jugando a la cámara escondida, con tomas laterales de mala calidad técnica, luz insuficiente y mala resolución (para aparentar la autenticidad propia del amateur), como si en esos infiernos judiciales hubiese tanto respeto a los derechos de los detenidos/torturados que se tuviera que grabar a escondidas una declaración de culpabilidad. Supuestos delincuentes de gravísima responsabilidad que platicaban a la autoridad, casi entre cuates, la manera como habían realizado sus aventuras explosivas. Mexicanos: confirmen que así son los interrogatorios judiciales, con calma y amabilidad, sin picanas, pocito ni tehuacanazo (por citar algunas técnicas clásicas).
Raras historias de instaladores de explosivos en fiestas patrias que detallaban ante la autoridad cómo eran los artefactos recibidos para hacerlos estallar: como un elote, una bolita con rayitas y cuadritos, con una espoleta que luego fue tirada por allí, “paniqueados” y confusos los verdugos que no sabían qué hacer con tamaños encargos llenos de esquirlas, hombres sin conocimientos técnicos ni capacidades militares como se supondría ante la fama que se adjudica a los miembros de ese grupo de origen castrense. “Cómo era la granada?” “Era este, pequeñita, así, este, de esas como... como así con cuadritos, este, ceniza, ceniza como de un verde, de un verde, como verde oscuro, de ese tipo, señor”, respondía el acusado, entre esfuerzos permanentes de cortesía, con un “sí señor” o “señor” añadido a las frases para dar muestra de solvencia cuando menos en cuanto a cortesías. “¿Tipo como del que usan los soldados?”, insistía el anónimo y oculto interrogador. “Algo así, algo así, señor...”, contestaba el desparpajado experto en terrorismo urbano.
¿Cuáles fueron los móviles para causar tamaña desgracia en Morelia? Uno de los detenidos aventuró una expli- cación que, sin más, fue asumida bíblicamente por la muy valiente y profesional prensa mexicana: “yo pienso en ese aspecto, para eso eran las granadas o sea amedrentar y provocar al gobierno más que nada, ese era más o menos el objetivo que yo comprendí”. Pensamientos más o menos comprendidos que de inmediato se convirtieron en verdad periodística destacada (cabecea la nota, o empieza así tu noticiero, que algo queda). Dos de tres declarantes habían sido mostrados a los periodistas con huellas inequívocas de violencia, uno de ellos todavía con bata de hospital. El que no tenía rastros de agresión sería el más locuaz, gestual y detallista, empeñado con profesionalismo en convencer a sus oyentes, casi indignado en cierto momento en que el interrogador oficial dudaba de su sinceridad. “¿Lo que me estás comentando es verdad?”, le sorprendió de pronto el comisionado oficial. “¿Mande...?”, respingó el deponente (así se llama a quien declara ante una autoridad judicial). “¿Es verdad?”, insistió el ligeramente fiero funcionario. “Sí señor. Sí señor”, respondió el presunto zeta apodado El Grande. “¿No me estás mintiendo?”, arremetió La Autoridad, a punto de hundirse en el más profundo despecho si el confiable delincuente había caído en la fea práctica de la mentira. Y en un momento supremo, digno de retablos cinematográficos, el criminal sin alma ni perdón posible se muestra extrañado, sabedor de que no merece esas desconfianzas porque no ha dado pie para ellas: “¿Por qué, señor?”, pregunta entre mínimamente retador y grandemente entristecido, al saber que ya no es de confianza la respetable palabra de un delincuente como él, capaz de poner granadas y matar a gente inocente pero no de mentir en momentos fílmicos trascendentes. “No, te pregunto si esa es la verdad”, suaviza entonces el conductor del interrogatorio, y el acusado cierra con su frase favorita y confirmatoria: “Sí, señor”. ¡Oh, my good!
Con tales desenlaces, La verdad sospechosa podría ser el título de este montaje televisivo gubernamental, pues en caso de que efectivamente fuesen culpables del atentado del pasado 15 los tres presuntos delincuentes presentados la semana pasada, debería reprocharse a los funcionarios encargados de esas filtraciones gráficas el haber contaminado los hechos (e inoculado el virus razonable de la duda) al marcarlas con un sello de muy mala calidad, no sólo en cuanto las declaraciones de los aprehendidos parecían más bien una representación, sino también en el sentido de ser efectistas, exageradas y deseosas de llamar la atención, como describe la Real Academia Española la teatralidad.
En Washington, mientras tanto, republicanos y demócratas se juegan la próxima presidencia imperial con las fichas envenenadas de un plan de rescate bancario que al no ser aprobado ayer golpeó a las bolsas de valores del mundo cuyo horario les hizo aptas para recibir el impacto, entre ellas, desde luego, la de México, donde además el dólar subió decenas de centavos de peso. Crisis anunciada ante la cual el calderonismo se dice suficientemente protegido, a tal grado que el círculo hacendario de mayor peso ha jugado con la idea médica de que al norte del país le ha dado pulmonía y a nosotros apenas nos llegará un catarrito. ¡Salud!
Y, mientras Héctor Alejandro Quintanar propone a los dueños del futbol profesional mexicano que continúen con su labor de hacer política desde las canchas (el blanco de protesta por el asesinato de Fernando Martí; en diciembre de 2006, llamados a la unidad nacional respetuosa de resultados electorales), ahora guardando en los partidos del siguiente fin de semana un minuto de silencio por los caídos de Tlatelolco, ¡hasta mañana, con Guerrero en pleno hervor electoral que habrá de acelerar definiciones en el perredismo ya tan fracturado!
Editorial de la Jornada : EU: crisis y contrapesos
Ayer, en una votación dividida –225 sufragios en contra y 208 en favor–, la Cámara de Representantes de Estados Unidos rechazó el multimillonario plan de rescate bancario propuesto por el gobierno de George W. Bush a instancias del secretario del Tesoro estadunidense, Henry Paulson, por medio del cual pretendía destinar 700 mil millones de dólares al saneamiento del sector financiero de ese país. De manera significativa, la oposición más marcada contra el proyecto de la Casa Blanca se generó en el seno del gobernante Partido Republicano; al respecto, Mike Conaway, legislador de ese instituto político, lanzó una explicación contundente: “no podemos habituarnos al rescate de compañías que toman malas decisiones, en vez de dejar que aprendan de sus errores como todo el mundo”.
Como era de esperarse, la decisión del Capitolio provocó una oleada de descalabros en los mercados financieros en el hemisferio occidental, posterior a las caídas bursátiles registradas la víspera en Europa, consecuencia de la incertidumbre que genera la situación de Estados Unidos: después de que Wall Street registrara la mayor baja de su historia (6.98 por ciento), la Bolsa Mexicana de Valores sufrió su peor pérdida desde noviembre de 2006 (6.40 por ciento), en tanto que el peso retrocedió 25 centavos frente al dólar y llegó así al nivel más bajo del año frente a la divisa.
Así, han expresado en toda su crudeza las inconsecuencias de la política económica seguida por la Casa Blanca: mientras que en los pasados siete años se aplicó el neoliberalismo más brutal, se anuló la potestad reguladora del Estado y se preconizó la lógica de la supervivencia de los más fuertes, en semanas recientes –ante la crisis denotada por las enormes carteras vencidas del sector hipotecario– la administración de George W. Bush pretendió, con dinero público, correr al rescate de los grandes especuladores, empantanados en las consecuencias de su propia irresponsabilidad y corrupción.
Ciertamente, la situación creada tendrá nuevos impactos negativos en el conjunto de las economías mundiales, incluida, por supuesto, la nuestra, por más que el discurso oficial se empecine en minimizar la gravedad de la circunstancia. Es claro, por otra parte, que las autoridades políticas del país vecino tendrán que idear alguna estrategia para contener la crisis financiera desatada. Pero al mismo tiempo debe reconocerse que el Legislativo estadunidense vivió ayer un raro momento de lucidez, independencia y dignidad. El rechazo al impresentable proyecto de Bush y la resistencia a las formidables presiones políticas que demandaban su aprobación –con el respaldo de los dos candidatos presidenciales– expresan, a fin de cuentas, una negativa a invertir dinero público para remediar las culpas de un sector financiero que se extravió en su propia avaricia especuladora y una negativa correcta a la pretensión de socializar las monumentales deudas privadas. Ha prevalecido, así, el principio de contrapeso y la efectiva división de poderes. Está por verse si esos atributos pueden incidir en la formulación de un programa de reordenación financiera que ponga énfasis en auxiliar a los pequeños deudores, que en el plan de Bush habían sido ignorados, y si logra abrirse paso en la clase política estadunidense la percepción de que una operación de estabilización financiera con perspectivas de éxito debe ser, en la actual circunstancia de economía globalizada, de carácter mundial.
En lo inmediato, es inevitable contrastar la decisión adoptada ayer por la Cámara de Representantes del país vecino con lo ocurrido en México hace más de una década, cuando una mayoría legislativa conformada por los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional otorgaron un vergonzoso aval al rescate de los banqueros urdido por la administración zedillista, y con ello obligaraon al conjunto de la sociedad a cargar con casi cien mil millones de dólares de deudas causadas por los manejos irresponsables y fraudulentos de la banca privada.
Por desgracia, a ocho años de la alternancia de siglas y colores en la Presidencia de la República, no se ha logrado erradicar la tendencia de los legisladores a alinearse en automático, o mediante previa negociación de prebendas, con los intereses de la camarilla político-empresarial que detenta el poder. Por lo demás, esa tendencia se relaciona con la frivolidad y la insensibilidad de un cuerpo legislativo acostumbrado a regalarse con dinero público, como lo exhibe la solicitud reciente de una millonaria partida del presupuesto destinado al Senado para construir una nueva sede en el Paseo de la Reforma.
Para finalizar, ante el crack bursátil que tuvo lugar ayer, el grupo gobernante mexicano tendría que acusar recibo de esa nueva señal de alarma y actuar en consecuencia: es urgente fortalecer y reactivar la economía nacional, y para ello es necesario un cambio preciso de rumbo y de prioridades. Las finanzas nacionales deben dejar de estar al servicio de los grandes capitales y orientarse a la atención de las necesidades acuciantes de la gran mayoría de la población.
Como era de esperarse, la decisión del Capitolio provocó una oleada de descalabros en los mercados financieros en el hemisferio occidental, posterior a las caídas bursátiles registradas la víspera en Europa, consecuencia de la incertidumbre que genera la situación de Estados Unidos: después de que Wall Street registrara la mayor baja de su historia (6.98 por ciento), la Bolsa Mexicana de Valores sufrió su peor pérdida desde noviembre de 2006 (6.40 por ciento), en tanto que el peso retrocedió 25 centavos frente al dólar y llegó así al nivel más bajo del año frente a la divisa.
Así, han expresado en toda su crudeza las inconsecuencias de la política económica seguida por la Casa Blanca: mientras que en los pasados siete años se aplicó el neoliberalismo más brutal, se anuló la potestad reguladora del Estado y se preconizó la lógica de la supervivencia de los más fuertes, en semanas recientes –ante la crisis denotada por las enormes carteras vencidas del sector hipotecario– la administración de George W. Bush pretendió, con dinero público, correr al rescate de los grandes especuladores, empantanados en las consecuencias de su propia irresponsabilidad y corrupción.
Ciertamente, la situación creada tendrá nuevos impactos negativos en el conjunto de las economías mundiales, incluida, por supuesto, la nuestra, por más que el discurso oficial se empecine en minimizar la gravedad de la circunstancia. Es claro, por otra parte, que las autoridades políticas del país vecino tendrán que idear alguna estrategia para contener la crisis financiera desatada. Pero al mismo tiempo debe reconocerse que el Legislativo estadunidense vivió ayer un raro momento de lucidez, independencia y dignidad. El rechazo al impresentable proyecto de Bush y la resistencia a las formidables presiones políticas que demandaban su aprobación –con el respaldo de los dos candidatos presidenciales– expresan, a fin de cuentas, una negativa a invertir dinero público para remediar las culpas de un sector financiero que se extravió en su propia avaricia especuladora y una negativa correcta a la pretensión de socializar las monumentales deudas privadas. Ha prevalecido, así, el principio de contrapeso y la efectiva división de poderes. Está por verse si esos atributos pueden incidir en la formulación de un programa de reordenación financiera que ponga énfasis en auxiliar a los pequeños deudores, que en el plan de Bush habían sido ignorados, y si logra abrirse paso en la clase política estadunidense la percepción de que una operación de estabilización financiera con perspectivas de éxito debe ser, en la actual circunstancia de economía globalizada, de carácter mundial.
En lo inmediato, es inevitable contrastar la decisión adoptada ayer por la Cámara de Representantes del país vecino con lo ocurrido en México hace más de una década, cuando una mayoría legislativa conformada por los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional otorgaron un vergonzoso aval al rescate de los banqueros urdido por la administración zedillista, y con ello obligaraon al conjunto de la sociedad a cargar con casi cien mil millones de dólares de deudas causadas por los manejos irresponsables y fraudulentos de la banca privada.
Por desgracia, a ocho años de la alternancia de siglas y colores en la Presidencia de la República, no se ha logrado erradicar la tendencia de los legisladores a alinearse en automático, o mediante previa negociación de prebendas, con los intereses de la camarilla político-empresarial que detenta el poder. Por lo demás, esa tendencia se relaciona con la frivolidad y la insensibilidad de un cuerpo legislativo acostumbrado a regalarse con dinero público, como lo exhibe la solicitud reciente de una millonaria partida del presupuesto destinado al Senado para construir una nueva sede en el Paseo de la Reforma.
Para finalizar, ante el crack bursátil que tuvo lugar ayer, el grupo gobernante mexicano tendría que acusar recibo de esa nueva señal de alarma y actuar en consecuencia: es urgente fortalecer y reactivar la economía nacional, y para ello es necesario un cambio preciso de rumbo y de prioridades. Las finanzas nacionales deben dejar de estar al servicio de los grandes capitales y orientarse a la atención de las necesidades acuciantes de la gran mayoría de la población.
Marcela Gómez Salce: A puerta cerrada
La vicepresidencia de facto
Lunes, 29 Septiembre, 2008
• Policías en conflicto
• Michoacán y lo que falta…
La guerra, mi estimado, es un acto de intimidación cuyo objeto es obligar al enemigo a realizar nuestra voluntad. Muy ingeniosa la semana que comienza con tantas perlas (tiradas) en el collar del (des)gobierno de Felipe Calderón. Mientras el régimen de George W. Bush estiró la nerviosa cuerdita para finalmente lograr un divertido acuerdo del rescate financiero de más de 700 mil millones de dólares a escasas semanas de su original proceso de sucesión, el inquilino de Los Pinos escupía palabrería barata en Nueva York sobre su (etílico) mundo creado alrededor del blindaje de nuestra economía, que para los disfuncionales mexicanos no tiene pinta de grave sino tan sólo de síntomas de un pequeño catarrito… que está obligando a las grandes empresas, Cemex por ejemplo, a reestructurar su millonaria deuda y muy posiblemente mandar al nabo a varios miles de empleados.
Y con un discurso en sentido opuesto, my friend, el Banco de México continúa advirtiendo que las indicaciones sí son de gravedad (u retards) mientras continúa la imparable escalada de precios que se junta con un agravio en completo descontrol al abarcar todos los sectores oscilando entre el establishment y/o la elite y los más excluidos en la pirámide social, aunque el Gymboree presidencial y su muy extraviado jefecito se empecinen en construir con su grotesca campaña espotera inexplicables contextos.
Y como si faltaran explosivos ingredientes en el embriagante calderón sexenal, que se queda sin oxígeno en la frontera de su segundo año —que debería ser la cúspide del éxito, de la fuerza y de la solidez como gobierno–, no tuvo madre la desparpajada noticia de la guerra doméstica entre corporaciones policiacas y sus extraordinarios titulares, que parecen no medir el pánico que desatan entre la ciudadanía que aterrada observa cómo las dos policías más importantes del país se hacen pedazos… ante la clarísima falta del cumplimiento de las leyes y del constante atropello al cacareado Estado de Derecho. Lejos quedaron la gloria, el reconocimiento y el encanto logrado por los mAFIosos que tanto presumió el pasado de Genaro García Luna y su organización MUCD y la no menos polémica PFP, donde la cadena de mando civil militar y el auténtico desmadre creado ex profeso por la ausencia de una cabeza, son sin duda las perlitas de Felipe y su tesorito presidencial de Bucareli, Juan Camilo, a quien algunos empresarios le han espetado su contrariedad ante el peligroso escenario nacional de inseguridad pública.
Y muy a tono con el sello de la banda de Los Pinos, amable lector, la entrega, perdón, captura de los tres presuntos terroristas ¿zetas? gracias a las labores de inteligencia… de los cárteles de traviesos –-que son ley en la plaza dieron santo y seña, rechazaron la ocurrente recompensa poniendo atractivas condiciones que, no se me haga bolas, pasan por el (des)gobierno del otro inservible perredista de Leonel Godoy-–, Michoacán aún promete (full steam ahead).
Así como el asunto del chisguete energético en el cual no hay música sin la otra banda… la tricolor. Y es aquí, mi estimadísimo, donde la tenebra no podría estar más seductoramente peligrosa para Calderón y su deteriorado Gymboree que retozan emborrachándose en las alturas del poder (del no poder) sin red de protección, así que corra por su drink porque la neta ahí le va.
Turns out que las señales de alerta detonaron ya la vicepresidencia en funciones. La que opera y recibe importantes llamadas de un sinfín de poderosos personajes que están hasta la madre de las constantes torpezas, desaciertos y arrogancia de quien entronizaron. Las simpáticas quejas, junto a la cascada de molestia contra Felipe, bailan alrededor de su falta de entendimiento de las razones por las que llegó allí. Y no faltan las listas para, digamos, sugerir maravillosos enroques ante la terquedad presidencial que con su debilidad emocional por ese círculo íntimo ha desencadenado y, peor aún, fomentado, el reverendo desmadre en las áreas más sensibles y estratégicas del mentado barco de gran calado…
El epicentro, my friend, es el poderoso legislador que gira trascendentales instrucciones, prepara the FIRE exit arrangement, desarrolla escenarios jurídicos, construye simpáticos puentes políticos y advierte, a tiempo, a cabilderos de firmas internacionales sobre la vulnerabilidad del vertiginoso deterioro de este ya calificado como desgobierno de Felipe Calderón.
Lunes, 29 Septiembre, 2008
• Policías en conflicto
• Michoacán y lo que falta…
La guerra, mi estimado, es un acto de intimidación cuyo objeto es obligar al enemigo a realizar nuestra voluntad. Muy ingeniosa la semana que comienza con tantas perlas (tiradas) en el collar del (des)gobierno de Felipe Calderón. Mientras el régimen de George W. Bush estiró la nerviosa cuerdita para finalmente lograr un divertido acuerdo del rescate financiero de más de 700 mil millones de dólares a escasas semanas de su original proceso de sucesión, el inquilino de Los Pinos escupía palabrería barata en Nueva York sobre su (etílico) mundo creado alrededor del blindaje de nuestra economía, que para los disfuncionales mexicanos no tiene pinta de grave sino tan sólo de síntomas de un pequeño catarrito… que está obligando a las grandes empresas, Cemex por ejemplo, a reestructurar su millonaria deuda y muy posiblemente mandar al nabo a varios miles de empleados.
Y con un discurso en sentido opuesto, my friend, el Banco de México continúa advirtiendo que las indicaciones sí son de gravedad (u retards) mientras continúa la imparable escalada de precios que se junta con un agravio en completo descontrol al abarcar todos los sectores oscilando entre el establishment y/o la elite y los más excluidos en la pirámide social, aunque el Gymboree presidencial y su muy extraviado jefecito se empecinen en construir con su grotesca campaña espotera inexplicables contextos.
Y como si faltaran explosivos ingredientes en el embriagante calderón sexenal, que se queda sin oxígeno en la frontera de su segundo año —que debería ser la cúspide del éxito, de la fuerza y de la solidez como gobierno–, no tuvo madre la desparpajada noticia de la guerra doméstica entre corporaciones policiacas y sus extraordinarios titulares, que parecen no medir el pánico que desatan entre la ciudadanía que aterrada observa cómo las dos policías más importantes del país se hacen pedazos… ante la clarísima falta del cumplimiento de las leyes y del constante atropello al cacareado Estado de Derecho. Lejos quedaron la gloria, el reconocimiento y el encanto logrado por los mAFIosos que tanto presumió el pasado de Genaro García Luna y su organización MUCD y la no menos polémica PFP, donde la cadena de mando civil militar y el auténtico desmadre creado ex profeso por la ausencia de una cabeza, son sin duda las perlitas de Felipe y su tesorito presidencial de Bucareli, Juan Camilo, a quien algunos empresarios le han espetado su contrariedad ante el peligroso escenario nacional de inseguridad pública.
Y muy a tono con el sello de la banda de Los Pinos, amable lector, la entrega, perdón, captura de los tres presuntos terroristas ¿zetas? gracias a las labores de inteligencia… de los cárteles de traviesos –-que son ley en la plaza dieron santo y seña, rechazaron la ocurrente recompensa poniendo atractivas condiciones que, no se me haga bolas, pasan por el (des)gobierno del otro inservible perredista de Leonel Godoy-–, Michoacán aún promete (full steam ahead).
Así como el asunto del chisguete energético en el cual no hay música sin la otra banda… la tricolor. Y es aquí, mi estimadísimo, donde la tenebra no podría estar más seductoramente peligrosa para Calderón y su deteriorado Gymboree que retozan emborrachándose en las alturas del poder (del no poder) sin red de protección, así que corra por su drink porque la neta ahí le va.
Turns out que las señales de alerta detonaron ya la vicepresidencia en funciones. La que opera y recibe importantes llamadas de un sinfín de poderosos personajes que están hasta la madre de las constantes torpezas, desaciertos y arrogancia de quien entronizaron. Las simpáticas quejas, junto a la cascada de molestia contra Felipe, bailan alrededor de su falta de entendimiento de las razones por las que llegó allí. Y no faltan las listas para, digamos, sugerir maravillosos enroques ante la terquedad presidencial que con su debilidad emocional por ese círculo íntimo ha desencadenado y, peor aún, fomentado, el reverendo desmadre en las áreas más sensibles y estratégicas del mentado barco de gran calado…
El epicentro, my friend, es el poderoso legislador que gira trascendentales instrucciones, prepara the FIRE exit arrangement, desarrolla escenarios jurídicos, construye simpáticos puentes políticos y advierte, a tiempo, a cabilderos de firmas internacionales sobre la vulnerabilidad del vertiginoso deterioro de este ya calificado como desgobierno de Felipe Calderón.
¿ Y ora qué le pasa a Ciro; ya se dieron cuenta de la tragedia de la imposición ?
Tomarle la palabra a López Obrador
Lunes, 29 Septiembre, 2008
Si se desbroza el discurso de Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo, se tendrá una lectura macroeconómica de México no muy distinta a la de una rigurosa revisión académica y, sobre todo, una insólita y creíble invitación al diálogo con “otras fuerzas políticas y sectores sociales”.
López Obrador puso dos condiciones para el diálogo. Pienso que una es formal y otra real. La formal, la que tiene que enunciar, es la inabarcable posibilidad de rehacer la política económica “injusta y excluyente”.
La segunda es la esencial, la que podría ser atendida, la que le sacaría mucha presión a la pesada intemperie post-2006; la que le permitiría a él y a su movimiento anotarse un muy necesario éxito. Es la cancelación de las iniciativas del gobierno federal y el PRI para reformar Pemex.
A cambio de que “todos nos comprometamos a no permitir la privatización de la industria petrolera en ninguna de sus modalidades”, López Obrador dijo cuatro veces ayer que estaría dispuesto a sentarse a hablar con “nuestros adversarios”.
Son el mismo hombre y el mismo movimiento que hace un mes eructaban la necesidad de derrocar al gobierno de Felipe Calderón. Es también el último discurso septembrino de un líder que hace un mes amenazaba con meternos en un “septiembre patrio” de pesadilla.
Si el gobierno calcula que la reforma posible de Pemex, la que podría sacar arrastrado por el PRI, no mejorará sustancialmente las cosas, debería leer con cuidado el discurso del tabasqueño.
Y evaluar si en la tragedia que vive el país, y con la calamidad que amenaza soltarse desde Estados Unidos, un pacto nacional con el lopezobradorismo incluido no valdría más que tres refinerías y un yacimiento profundo.
gomezleyva@milenio.com
Lunes, 29 Septiembre, 2008
Si se desbroza el discurso de Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo, se tendrá una lectura macroeconómica de México no muy distinta a la de una rigurosa revisión académica y, sobre todo, una insólita y creíble invitación al diálogo con “otras fuerzas políticas y sectores sociales”.
López Obrador puso dos condiciones para el diálogo. Pienso que una es formal y otra real. La formal, la que tiene que enunciar, es la inabarcable posibilidad de rehacer la política económica “injusta y excluyente”.
La segunda es la esencial, la que podría ser atendida, la que le sacaría mucha presión a la pesada intemperie post-2006; la que le permitiría a él y a su movimiento anotarse un muy necesario éxito. Es la cancelación de las iniciativas del gobierno federal y el PRI para reformar Pemex.
A cambio de que “todos nos comprometamos a no permitir la privatización de la industria petrolera en ninguna de sus modalidades”, López Obrador dijo cuatro veces ayer que estaría dispuesto a sentarse a hablar con “nuestros adversarios”.
Son el mismo hombre y el mismo movimiento que hace un mes eructaban la necesidad de derrocar al gobierno de Felipe Calderón. Es también el último discurso septembrino de un líder que hace un mes amenazaba con meternos en un “septiembre patrio” de pesadilla.
Si el gobierno calcula que la reforma posible de Pemex, la que podría sacar arrastrado por el PRI, no mejorará sustancialmente las cosas, debería leer con cuidado el discurso del tabasqueño.
Y evaluar si en la tragedia que vive el país, y con la calamidad que amenaza soltarse desde Estados Unidos, un pacto nacional con el lopezobradorismo incluido no valdría más que tres refinerías y un yacimiento profundo.
gomezleyva@milenio.com
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