en Sin Embargo
+ Videgaray y el poder político-financiero
+ Peña Nieto, desplazado
+ Peña Nieto, desplazado
Quienes conocieron a Luis Videgaray hace algunos años, lo recuerdan cargándole el portafolio a Pedro Aspe, el influyente Secretario de Hacienda del gobierno salinista. Lo definen como un personaje discreto, un tanto introvertido, la otra cara de la moneda en comparación a su hermano menor, el cómico televisivo Eduardo Videgaray.
Con el paso de los años, Videgaray –el político– se acercó al Grupo Toluca, de la mano de Aspe, y se volvió cercano a Arturo Montiel e íntimo de Enrique Peña Nieto. Lo demás es historia conocida: desde que era gobernador, Peña lo convirtió en su brazo derecho tanto en la campaña, donde fue coordinador general, como en el actual gobierno, con la Secretaría de Hacienda a su cargo.
De aquel carga-portafolios discreto de Aspe, ya nada queda. Videgaray se transformó, con el poder que obnubila, en un político con talantes y desplantes autoritarios, hasta amenazantes, que muy pronto quedarán expuestos de manera pública.
Durante el gobierno peñista, Luis Videgaray ha sido más que un titular en Hacienda. Su innegable influencia y la supremacía que ejerce sobre el Presidente – de quien es amigo, confidente y cómplice-, lo ha llevado a obtener un poder político que se ha reflejado en algunas decisiones que en el papel le deberían ser ajenas. Ejemplo: fue Videgaray quien empujó a Baltazar Hinojosa como candidato a la gubernatura en Tamaulipas, aun por encima de Manlio Fabio Beltrones, que prefería a Marco Bernal. Como sabemos, el PRI fue claramente derrotado en esa entidad.
Videgaray, en el papel, ha sido el segundo hombre más poderoso del gobierno, inmediatamente después de Peña Nieto. No en balde en esta columna, desde 2013, lo etiquetamos como el Vice-Garay por sus condiciones políticas que rayan en una especie de vicepresidencia.
Pero en la praxis pública, Luis Videgaray – artífice indiscutible de la victoria priista en la elección presidencial del 2012-, está asumiendo roles que influirán en el futuro: ante la debilidad institucional y personal como gobernante de Peña Nieto – vapuleado por la opinión pública y disminuido políticamente dentro y fuera del país-, Videgaray ha tomado las riendas no sólo de la sucesión presidencial del 2018, sino que se erige ya en el hombre que toma las decisiones de fondo que sellarán al gobierno peñista en lo que resta del sexenio.
Sí: apoyado por el aparato salinista – vivo y actuante con Pedro Aspe a la sombra, y dentro del gobierno operando con Aurelio Nuño, Claudia Ruiz Massieu, Otto Granados y José Antonio González Anaya-, Videgaray es, hoy por hoy, el hombre más poderoso dentro del gobierno rebasando, inclusive, en algunas decisiones, a su amigo, Enrique Peña Nieto.
Videgaray, al imponer a su incondicional Enrique Ochoa Reza como presidente del PRI – en un acto que revivió las más añejas y viciadas prácticas priistas de la “cargada” en favor del líder propuesto desde Los Pinos-, será quien opere la sucesión presidencial del 2018 para el PRI, perfilado un maximato político-financiero que eclipsa al propio presidente de la República.
Por eso, desde Los Pinos, en algún momento cercano y en la versión modernizada Peña-Videgaray, se podría reeditar aquella máxima que le endilgó López Portillo a Echeverría, ante los constantes ataques y críticas de Luis a José, y que provocaron aquel famoso desplegado de reproche en el que se leía:
¿Tú también, Luis…?
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¿Por qué decimos que Luis Videgaray es, desde ahora, el hombre más poderoso del gobierno peñista?
Por cuatro razones fundamentales:
1) Porque en un solo hombre – Videgaray-, y bajo la bendición presidencial, ha recaído el control y operación de los dos brazos claves en todo gobierno: el económico y el político.
2) En lo económico, y desde la Secretaría de Hacienda, porque Videgaray seguirá controlando la política financiera, los presupuestos y recortes a sectores y a estados, decidiendo cómo se ejercerá el gasto público, cerrando y abriendo la llave de los recursos financieros de acuerdo a las conveniencias políticas del PRI y, sobre todo, al interés y beneficio del grupo que ya encabeza dentro del régimen peñista.
3) En lo político, porque al erigirse en el “gran elector” en la designación del nuevo presidente del PRI, Videgaray toma, desde ahora, las riendas de la sucesión presidencial priista del 2018 y de la elección en el Edomex el año próximo, desplazando no solo a Peña Nieto, con quien lo une la misma línea de complicidad sexenal, sino que, de paso, acota, al menos en el control del partido, al Secretario de Gobernación, Osorio Chong, quien queda fuera de la esfera de decisiones cupulares de Insurgentes Norte. El arribo de Ochoa Reza al PRI fue un puntapié a Osorio Chong. ¿Qué buscará Videgaray? Si no es él el candidato presidencial, buscar a alguien cercano al grupo gobernante y que le garantice impunidad y tranquilidad a Peña Nieto y al propio Videgaray desde el primer día de diciembre de 2018.
4) Videgaray consolida su poderío porque, manejando directamente los brazos financiero-políticos somete, inclusive, a su amigo Enrique Peña Nieto quien, ante su debilidad e indiscutible empequeñecimiento como Presidente, se ve forzado a delegar el manejo y operación del país a su viejo amigo Luis.
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La historia suele repetirse, primero, como tragedia, y después, como farsa.
La situación del país está en un punto de cuasi ingobernabilidad, con conflictos de alto riesgo, nulo crecimiento económico, enfado ciudadano por la alta corrupción de la clase gobernante – incluido en el catálogo negro el propio Videgaray con su casota en Malinalco respaldada financieramente por el Grupo Higa, favorito del peñismo-, y con ribetes de guerrilla urbana en varios estados.
Ante el naufragio político de Peña Nieto, Videgaray ha entrado al quite, operando no sólo el aspecto económico-financiero, sino también, el político-sucesión.
Ya veremos hasta dónde llega Luis Videgaray.
Por lo pronto, que alguien empiece a redactar en Los Pinos aquella frase lopezportillista:
¿Tú también, Luis…?
¿Tú también, Luis…?
TW: @_martinmoreno
FB / Martin Moreno
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