Vía cerrada. Pedro Miguel
Claro que hubo fraude. Una pequeña porción de sus expresiones fue documentada en testimonios, en fotos y video; pudo verse el recurso gubernamental volcado a favor del candidato oficialista, Eruviel Ávila, y la colaboración de Televisa en sus actos de campaña, y el reparto de despensas no se realizó precisamente clóset adentro. Sin duda, las dos vertientes electorales de la oligarquía, la blanquiazul y la tricolor, disponen de aparatos formidables para confundir a la opinión pública, disimular los fracasos gubernamentales e imponer como verdad cuentas alegres y falsas; ciertamente, las maquinarias de inducción de sufragios son aplastantes y están bien aceitadas, y los controles verticales son capaces de cooptar a la mayor parte de las dirigencias sociales estructuradas y a un sector enorme de los tejidos sociales; las cúpulas institucionales tienen capacidad para infiltrar, comprar y desvirtuar oposiciones verdaderas y construir otras, ficticias y a modo, que medran entre las facciones principales y cobran caros sus servicios, como lo ilustró puntualmente Elba Esther Gordillo hace unos días. En las instancias en las que gobiernan, en fin, PRI y PAN están en condiciones de realizar elecciones de Estado, y la más reciente de ellas ocurrió en el estado de México.
El fraude prelectoral hizo innecesaria, allí, la realización de un fraude el día de las elecciones, y el tenebroso dominio del grupo Atlacomulco salió refrendado y fortalecido de cara a las elecciones del año entrante, si es que el país aún está para bollos, o si es que el calderonato no consigue cancelar los comicios como parte de su huida hacia adelante.
A la vista de resultados, es innegable, sin embargo, que la candidatura de Alejandro Encinas generó expectativas desmesuradas para los medios de los sectores de la izquierda que se aglutinaron en torno a ella, y que la lógica con la que fue diseñada y aplicada careció de anclajes suficientes en la realidad.
La dirigencia formal del PRD, en manos de los chuchos, cree, o dice creer, que México se encuentra instalado en una democracia funcional en la que para obtener triunfos en las urnas basta con convencer a la mayoría del electorado. Como en Suecia, más o menos.
Parece ser que eso no es una mera visión táctica, sino estratégica, porque el fin último es incrustarse en el poder al precio que sea, incluido el de dejar tirado en el camino el perfil ideológico. El movimiento lopezobradorista, que tiene por objetivo central la transformación del país, percibe que, además de obtener intenciones de sufragio, se requiere de una organización capaz de contrarrestar el formidable músculo mediático del régimen, descubrir y obstaculizar las prácticas clientelares de control del voto y defender la voluntad popular de distorsiones y fraudes.
En la primera de esas lógicas, la manifiesta superioridad conceptual y política del discurso de Encinas, sumada a las pifias y la vacuidad del aspirante priísta, habría debido ser suficiente para obtener, si no una victoria electoral, cuando menos un resultado cerrado. Si a eso se le agrega la catástrofe ocurrida en pleno cierre de campañas en Ecatepec y Nezahualcóyotl, ocasionada no por las lluvias sino por la insensibilidad, la ineficacia y la arrogancia de los gobiernos estatal y municipal priístas, habría debido ser inevitable el triunfo de la coalición Unidos Podemos Más. Pero no fue así, y la estructura del Movimiento de Regeneración Nacional se quedó sin materia para la movilización en defensa de la legalidad electoral.
Está claro que la proliferación de agravios no conduce en automático al surgimiento de una voluntad popular de transformación social ni, por ende, al fortalecimiento de propuestas democráticas capaces de actuar en este sentido. Al contrario, la desigualdad, la marginación y la pérdida de derechos con frecuencia generan estados de postración de los que se alimentan los aparatos gubernamentales de control electoral.
Pero es claro también que la mera denuncia –pública o judicial– de las violaciones a la norma democrática, por groseras y evidentes que sean, no reduce la funcionalidad del mecanismo fraudulento. Es decir, y hay que decirlo como conclusión parcial y tentativa, para los movimientos que aspiran a recuperar el país del dominio oligárquico y delictivo bajo el que se encuentra, la vía electoral está cerrada, y hay que ponerse a imaginar la manera de abrirla.
La izquierda pelea y la derecha trama mientras el PRI se pasea triunfador en el paraíso del neomapachismo prelectoral reivindicado entre despensas y abstinencia.
Los Chuchos y sus aliados encuentran el mejor de los momentos para reanudar la redituable labor de zapa contra un López Obrador que tampoco parece estar dispuesto a buscar variantes discursivas o propositivas: vamos a ganarle en 2012 a la mafia del poder, insiste voluntariosamente en entrevista radiofónica con José Cárdenas en Radio Fórmula, sin entrar al análisis de fondo de lo que sucedió en cuatro estados, rehuyendo la confrontación directa de las acusaciones de corresponsabilidad en la derrota que le lanzan el presidente del sol azteca en el estado de México y Guadalupe Acosta Naranjo, explicando apenas que lo del pasado domingo es parte del proceso que tenemos que ir librando y enfrentando, y que luchar contra poderosos intereses políticos y económicos es muy duro. Por lo pronto, este miércoles el tabasqueño reanuda desde Macuspana sus giras por el país, las que mantendrá hasta principios de septiembre.
El propio Encinas no atina a elaborar una salida que vaya más allá de los lugares comunes (ciertos, aplastantemente ciertos, pero insuficientes para explicar lo que sucedió y para plantear proyectos viables de reparación y reposición). Anuncia una gira más por el estado de México (sin darse cuenta, o sin querer darse cuenta de que se necesita más que la reanudación del peregrinar por las plazas) y dice que presentará recursos en contra de las operaciones fraudulentas cometidas en esa entidad, más por aparentar que algo hace que por creer que se puede revertir la imposición copetona. Pero nada más. Pareciera que no hay más. Acaso simplemente lo mismo: las rutinas que desembocan en los resultados previsibles.
En la sombra, por lo pronto, el marcelismo-camachismo aguarda su hora: si logra desacreditar el recurso de las plazas, las giras, las consignas y el
radicalismode López Obrador podrá colocarse el jefe del gobierno capitalino como opción inmejorablemente vista por quienes hoy buscan
estabilizaro
normalizarel ring para la pelea del año entrante (una nueva forma de alianzas): Ebrard, Peña Nieto y algún panista soso de los que desde el gabinete felipista pretenden despuntar, o la señora Margarita que se ilusiona con activados medidores de opinión pública, serían partícipes insospechables de un buen arreglo final, ejemplos prefabricados de
respetoriguroso a los resultados electorales que hubiere.
Del lado panista tampoco parece haber rapidez y olfato políticos para remontar la aplastante derrota injusta (en busca de demostrar que Gustavo Madero no está débil, se reunió con premura una comisión política para respaldarlo, como si apuntalar no fuera reconocimiento de que algo no se puede sostener por sí mismo). Felipe salta a la escena con su anuncio de que ahora sí, a finales de su malhadado sexenio habrá de quitar el cobro de la tenencia automovilística (háganse los descuentos por ese rubro en las vacas de mi compadre, diría el posdatado Calderón), pero que serán los gobernadores quienes decidan si se quedan sin esas partidas presupuestales o crean estatalmente las propias (la banderita electorera de inmediato es tomada por el nene Cordero).
No parece asomar a las pantallas computacionales de los geniecillos de Los Pinos mejor idea que acelerar la consolidación de ese candidato oficial mediante la declinación de los demás secretarios del gabinete que también son aspirantes. Siempre dispuesto a esas maniobras, Javier Lozano ya está listo para dejar la secretaría del trabajo si le dan la coordinación de la campaña del héroe de los 6 mil pesos al mes, pero Alonso Lujambio no está tan convencido de ceder su presunto capital político así como así. Y, aun cuando todo el gabinete cerrara filas en torno al hacendoso Ernesto, falta que se alineen Santiago Creel y Chepina Vázquez Mota, quienes parecen estar en plena disposición de no darle gusto tan fácilmente al desesperado pinolero que de un plumazo dominguero fue despojado de las apariencias de poder para trasladarlas a Toluca.
Pasos en falso frente al uno-dos: apenas el domingo fue la exhibición desmedida del poder toluquense pervertidor de lo electoral, consolidando decepciones cívicas, y ya ayer fue el anuncio de que el peñanietismo buscará hacer arreglos electorales con la empresaria sindical Elba Esther Gordillo. Perded toda esperanza, es el dantesco mensaje central de la divina tragicomedia de tres colores: imponer la percepción generalizada de que no hay salvación posible, que el retorno del PRI al poder federal es inevitable, fatal, casi curador y agradecible.
La
Al informar del posible retorno indirecto de la hija pródiga, Humberto Moreira emerge de la breve hibernación a que le obligaron tanto los escándalos de uno de sus ayudantes súbitamente enriquecido como las necesidades ceremoniales de dar paso escénico en Coahuila a uno de sus hermanos. Declara que ya no quiere ser luchador rudo sino político sereno: no más pleitos ni escándalos, ofrece al mismo tiempo que se declara listo para dialogar con el panista enroscado que desde Los Pinos trata de soltar algún golpe efectista que frene el galope del dinosaurio rumbo a la casa gubernamental bohemia.
Y, mientras el calderonismo reclama que el PRI pague el reconocimiento a sus
Pasos en falso frente al uno-dos: apenas el domingo fue la exhibición desmedida del poder toluquense pervertidor de lo electoral, consolidando decepciones cívicas, y ya ayer fue el anuncio de que el peñanietismo buscará hacer arreglos electorales con la empresaria sindical Elba Esther Gordillo. Perded toda esperanza, es el dantesco mensaje central de la divina tragicomedia de tres colores: imponer la percepción generalizada de que no hay salvación posible, que el retorno del PRI al poder federal es inevitable, fatal, casi curador y agradecible.
La
carta de intenciónes tan tramposa como los contratantes esperan que lo sea la boyante firma caciquil. El triunfo de Eruviel Ávila se fincó en buena parte en la operación electoral de brigadas gordillistas comandadas por la hija de la jefa, Mónica Arriola, quien acaba de ser acomodada como virtual presidenta del Panal aunque, para guardar las formas, oficialmente tan sólo es la secretaria general, mientras que un despistado dependiente de Elba Esther fue traído de una larga estancia en el extranjero para ocupar formalmente la presidencia del negocio familiar.
Al informar del posible retorno indirecto de la hija pródiga, Humberto Moreira emerge de la breve hibernación a que le obligaron tanto los escándalos de uno de sus ayudantes súbitamente enriquecido como las necesidades ceremoniales de dar paso escénico en Coahuila a uno de sus hermanos. Declara que ya no quiere ser luchador rudo sino político sereno: no más pleitos ni escándalos, ofrece al mismo tiempo que se declara listo para dialogar con el panista enroscado que desde Los Pinos trata de soltar algún golpe efectista que frene el galope del dinosaurio rumbo a la casa gubernamental bohemia.
Y, mientras el calderonismo reclama que el PRI pague el reconocimiento a sus
victoriasaprobando en el congreso las reformas pinoleras, ¡hasta mañana!
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