Elena Garro en 1997 |
MÉXICO, D.F. (apro).- El autor, reportero de la revista Proceso, preparó este texto para presentar (a principios de mes en la Sala Ponce de Bellas Artes) el libro El asesinato de Elena Garro. Periodismo a través de una perspectiva biográfica (Universidad Autónoma de Nuevo León), compilación de los artículos periodísticos de la narradora guerrerense a cargo de la investigadora Patricia Rosas Lopátegui.
En él se toca la versión de la Dirección Federal de Seguridad en torno a los informes que ofrecía a la CIA la escritora sobre el movimiento estudiantil de 1968.
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La actitud crítica de la periodista y escritora Elena Garro hacia el comunismo y por extensión a la revolución de Fidel Castro en Cuba, la convirtió en blanco de seguimiento de la CIA en México y de su colaboradora, la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la policía secreta del régimen priista del siglo XX.
Por su crítica a las dictaduras de izquierda, al golpismo militar de América Latina y al propio autoritarismo del PRI, los servicios de seguridad de México y Estados Unidos la espiaron durante años, particularmente entre 1963 y 1964, cuando se convirtió en uno de los objetivos de la CIA en México, sobre todo después del asesinato del presidente estadunidense John F. Kennedy, en noviembre de 1963.
El célebre Informe Warren sobre ese hecho presenta un supuesto encuentro de la escritora con Lee Harvey Oswald, señalado como autor del magnicidio, en una fiesta en la Ciudad de México, semanas antes del crimen en Dallas, Texas.
Su acercamiento con Carlos Alberto Madrazo, en la segunda mitad de los sesenta –durante los intentos democratizadores del PRI por parte del padre de quien sería muchos años después el candidato presidencial priista Roberto Madrazo–, la pusieron también en la mira de la policía secreta mexicana.
Los testimonios de ese doble espionaje han sido compilados por la investigadora Patricia Rosas Lopátegui, profesora de literatura mexicana y latinoamericana en la Universidad de Nuevo México y especialista en la obra de quien fuera la primera esposa de Octavio Paz.
El asesinato de Elena Garro. Periodismo a través de una perspectiva biográfica, editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León, es el más reciente de sus trabajos. Se trata de un extenso volumen que amplió con creces la primera edición de ese volumen, publicada en 2005.
Según la DFS, a cargo entonces del capitán del Ejército Fernando Gutiérrez Barrios –muerto en el año 2000–, Elena Garro fue una de sus informantes durante el movimiento estudiantil de 1968.
Un memorándum de la DFS, que forma parte del acervo del Archivo General de la Nación (AGN), la sugiere como la responsable de darle detalles de los supuestos organizadores de la revuelta estudiantil, aunque en numerosos informes la DFS también señaló a Madrazo como responsable del movimiento.
El documento, certificado notarialmente en el año 2000 y encontrado en la caja 125 de la DFS con el número de legajo 58 y clasificación 11-4 F. 282, la presenta no sólo como una valiosa colaboradora, sino como delatora.
Fechado el 25 de octubre de 1968, tres semanas después de la masacre de Tlatelolco, cuando los participantes en el movimiento se escondieron ante la represión gubernamental, el memorándum de la DFS dice que Garro señaló entre otros al doctor Bernardo Castro Villagrana, como participante en el movimiento de los médicos de 1965, también reprimido por el régimen del PRI, y al arquitecto Agustín Hernández, Navarro, hermano de la coreógrafa Amalia Hernández.
Dice el documento:
“El día de hoy, la señora Elena Garro informó lo siguiente: que el doctor Bernardo Castro Villagrana y Agustín Hernández Navarro, este último con domicilio en Brisas 225, y hermano de Amalia Hernández Navarro (del Ballet Folklórico) y con domicilio en Pascal #408-1, Colonia Polanco, son dirigentes intelectuales del movimiento estudiantil.”
Según el documento, Elena Garro también dijo que era “muy posible” que Heberto Castillo Ramírez, profesor universitario y con los años uno de los dirigentes de izquierda más respetados de México, “se encuentre escondido en la casa de Amalia, ya que éstos formaban parte del Movimiento de Liberación Nacional”.
Los agentes de la Federal de la Seguridad también escribieron que según el dicho de la periodista y escritora, Heberto Castillo era el organizador de los “comandos estudiantiles”, entre quienes estaba el dirigente Raúl Palacios.
Según el escrito, Palacios estaba en ese momento en Coatzacoalcos, Veracruz, junto con Oscar Mayo Jiménez, con domicilio en el departamento 4 del número 103 de la calle Pedro Moreno, de la colonia Guerrero de la Ciudad de México, y a quien Elena Garro “sugiere que se le detenga, ya que con éste se puede dar con el paradero de Heberto Castillo, Padilla y todos los dirigentes de los comandos formados por el primero, así como de un depósito grande de armas que existe en la ciudad de Guadalajara, Jalisco”.
Refiere también al productor de cine de origen chileno Salomón Laiter, quien vivía en Rubén Darío 45, departamento 6 en el Distrito Federal, y que según el escrito había advertido que el director de la DFS sería asesinado y sus agentes serían “arrojados por las ventanas como en Bogotá, Colombia”.
Otro supuesto señalado por Garro fue César Béjar, identificado como agente soviético, con domicilio en el número 16, departamento 8, de la calle Amores, en la colonia Del Valle de la capital del país, “y que se sabe que saldrá a Panamá a agitar”. Según el escrito, “ambos reciben dinero de la embajada de la URSS ya que se consideran como agentes, por lo que urge su detención”.
Al final del documento, los agentes de la DFS asentaron que Elena Garro les advirtió:
“Si para el domingo no se ha hecho nada sobre el particular, matará a su hija y posteriormente ella también se dará un tiro, por lo que ya tiene preparadas sus cartas con sus memorias y que quienes ha delatado no vacilarán en darle muerte.”