Luis Linares Zapata
Dos sexenios consecutivos con panistas al mando del Ejecutivo federal son suficientes para extenderles reprobatorio certificado por hipócrita deshonestidad, pésima gestión y entreguista actitud operativa. Su legado es, en verdad, indigno de un partido que declaraba al bien común como su norma y horizonte. Sus varias generaciones de funcionarios y políticos involucrados en tal empresa tendrían que reclamar el insulto que implica la triste actualidad de sus seguidores.
El país ha resentido su conducción en carne viva pero, en especial, la padece por el quiebre ético que proyectan, ya sin recato alguno. Las mayorías del país han salido más que perjudicadas en sus haberes y expectativas de futuro. Poco habría que agregar dada la incapacidad panista para edificar un mundo de oportunidades asequibles, pujante construcción económica, paz con justicia y vida digna para los más.
El dilatado periodo panista frustró el cambio entrevisto y deseado por muchos.
Las mayorías, ahora depauperadas más allá de toda decencia, han sido engañadas con falsas promesas de progreso instantáneo, trampeadas en el ejercicio de sus derechos básicos (fraude) y usadas con ramplón cinismo para fines diversos a los declarados. Los dos titulares panistas del Ejecutivo federal son los directamente responsables. Uno de ellos frívolo, tonto, resentido e ignorante. El otro, mentiroso, inepto y faccioso. La dupla mencionada ha dejado en peores condiciones a los mexicanos que lo vivido durante el decadente priísmo de finales de siglo, cuando mandaban sus últimos presidentes: De la Madrid, Salinas y Zedillo.
Nada de lo anteriormente expuesto ha sido gratuito. Grandes sectores sociales han propiciado tal estado de cosas que tienen, como resultado, postrada a la nación. Las clases medias acomodadas (esa porción que ingresa más de 10 mil pesos mensuales) se han regodeado en su individualismo con fiereza inaudita. Piensan, con dosis de inocencia pueril, que poco o nada de lo negativo que acontece a su derredor habrá de tocarlas o perturbarles su remanso, tan artificial como precario. Y, cuando son rozados por la mirada de los miserables, los deplorables servicios públicos, el desempleo, la intranquilidad por el futuro o la violencia desatada se declaran, con voces de lamento, sorprendidos, aterrados, heridos, burlados por sus liderazgos. Buscan entonces el repuesto inmediato a sus arraigados temores sólo para caer en salidas engañosas: claman por la vuelta del priísmo al que edulcoran con recambios de actitud, cierta maestría y una imagen atractiva de candidato manipulable. En el extremo, se aferran a la mano dura y la fuerza providencial.
La crítica orgánica al sistema entra así, por estos días de premuras y aprietos, con grandes bocinas y desplantes airosos, en la operación de sepultar lo maltrecho y con el ánimo de prolongar lo establecido. La academia, infestada por sus propios prestigios de gueto y contenidas pasiones de mandarines, se apresura a llenar huecos conceptuales, sembrar seguridades faltantes y dar municiones verbales a los grupos de poder para su continuidad en el mando. El modelo en boga debe ser preservado a toda costa es la consigna. Es el referente para fundar lo conocido, eso que puede dar tranquilidad aunque sea imperfecta, el faltante se conseguirá en un dilatado tiempo siempre pospuesto para mejor ocasión. Sin ese modelo operando reinará la anarquía, afirman con voz de catedrático inapelable. Se desatan entonces las persecuciones a todo aquello o aquellos que se mueven en la periferia sistémica. Los que desatienden y hasta desprecian las ataduras que tratan de imponer las normas aceptadas o la corrección en el decir y el hacer públicos. A ésos que son molestos, inapresables, portadores de palabras inquietantes, pues nombran las cosas como es debido, hay que dictarles bulas de exclusión: tienen muchos negativos para ser triunfadores, les achacan con suficiencia de ballenatos encuestados.
A los que encuentran las razones efectivas, los que van, sin tapujos ni penas ajenas, hasta los orígenes de los fracasos, les ensartan el título de rijosos, poco modernos y desactualizados. Con apuros y a gritos diarios, los declaran polarizantes: esos que denuncian los abusos sin medida que ejecutan los usufructuarios de las buenas conciencias. Lo cierto es que los promotores del cambio efectivo, base indispensable para entronizar la justicia efectiva portan, en sí mismos, promesas dañinas para aquellos pocos que gozan de privilegios heredados o adquiridos en la trifulca cotidiana del tráfico de influencias.
Ser ahora de izquierda es, también, ser democrático. Es decir, perseguir, al mismo tiempo, la justicia aceptando, con el debido respeto, la pluralidad y la disidencia. Pero, de manera obligada, es poner el acento donde duele si se vive en una sociedad profundamente injusta, no por designio divino, mala suerte o destino inexorable, sino por el apañe, la prepotencia, la ambición desatada de los soberbios beneficiados en extremo. Evadir tal verdad o disfrazarla es traicionar a la izquierda a la que se pertenece.
El meollo en el México de hoy no se encuentra en la conciliación fingida sino en la negociación dura, franca, abierta, propositiva, de salidas dignas y justas. Negociar no es transar en el sentido de sacar indebida raja o favorecer intereses particulares a cambio de distraer los haberes y servicios públicos. Ser rijoso, en estos tiempos de desventuras y sacrificios enormes (con 13 millones de nuevos pobres al hombro: Coneval) es absolutamente indispensable. Todo aquel que predica temperancia con lo establecido, y antifaz para con lo que ata y expolia en pos de la tranquilidad social, es un tramposo convenenciero. La modosidad que apacigua o la manipulación que atonta o distrae es hacer el juego al voraz a costa de la sangría permanente a los de abajo.
El candidato de la izquierda debe emanar de la presión popular organizada que ansía el cambio, no la de los indiferentes.
Para triunfar en las urnas y ser fiel al proyecto de justicia y democracia, hay que apoyarse, en primera instancia y de manera definitoria, en los inconformes. Junto con ellos buscar a los demás que dudan entre opciones o a los desahuciados por el sistema. Pero sólo será con los primeros, con quienes se podrá trasformar lo injustamente establecido.
TENEMOS CARENCIAS PORQUE SOMOS UN PUEBLO POBRE. El presidente Felipe Calderón visitó Chiapas, donde aseguró que para su gobierno la obra en materia de salud es muy importanteFoto Xinhua
Vistosas maniobras militares en el patio de operaciones llamado San Lázaro. Para empezar, conscriptos trianuales presentaron armas de fantasía en una comisión clave, la de Gobernación, al conseguir, por disciplinada mayoría de votos, una peculiar aprobación en lo general de modificaciones a la Ley de Seguridad Nacional aunque manteniendo bajo reserva, para su discusión y votación, los artículos de esa misma reforma, uno por uno, en un vistoso juego de pirotecnia procesal que pretende dosificar la molestia popular que podrían generar esas novedades normativas, pues buscan dar marco legal al autoritarismo actuante desde 2006 e incluso abrirle más anchas avenidas de represión a movimientos y protestas sociales y a la declaratoria formal de estados calderónicos de excepción.
Atole procesal con el dedo del presunto debate a fondodel articulado integralmente impugnado, pues a fin de cuentas ya se tiene el acuerdo de los votantes que hacen mayoría: el panismo cuyo comandante en jefe de inmediato celebró los primeros resultados; el peñanietismo que pasados los comicios mexiquenses ya puede empujar los escenarios de guerra que cree le tocará administrar a partir de 2012, y el chuchismo-perredismo siempre redituablemente colaborador. La única oposición expresa ha sido la del PT, cuya bancada tiene como principales expositores a personajes identificados con el lopezobradorismo. Por lo pronto, se tomarán en cuenta las observaciones y sugerencias de la
sociedad civil, en particular del movimiento dirigido por Javier Sicilia y Emilio Álvarez Icaza, y falta afinar puntos controvertidos con el beltronismo senatorial, además de que el PRI podría a última hora echarse atrás en el pleno y dejar esos acuerdos en la congeladora si el calderonismo no cede todo lo que la gerencia tricolor demande.
En caso de que fueran autorizadas esas nuevas reglas, calderohólicos, peñanietistas y chuchos solidarios estarían en mejores condiciones de imponer, por ejemplo, resultados electorales que fueran definidos en las alturas de ese bipartidismo esencial (PAN y PRI). Con esta probable ley en la mano, Fox podría haberle hecho caso a Calderón y haber ordenado el desalojo del plantón de 2006 sin que ningún secretario de la Defensa Nacional preguntara por los fundamentos legales de tal acometida. Si avanzaran estas reformas, Calderón podría darles garantías jurídicas a los mandos militares de que sus eventuales excesos de fuerza y violaciones a los derechos humanos tendrían una mejor sombrilla protectora.
Aunque, a la vista de lo que sucede en la tierra presuntamente gobernada por Leonel Godoy, tal vez ni protestas electorales haya en el horizonte inmediato. El mensaje constante que se promueve desde Michoacán es claro: no hay más viabilidad electoral. No sólo es la imposición nepótica con sabor a Cocoa, que expresamente rompe cualquier idea de equidad y que coloca al bélico gobierno federal en una trinchera familiar frente al resto de los contendientes. Ni solamente ha de hablarse del proceso intencional de descomposición del escenario estatal (el michoacanazo, como ejemplo extremo de uso, impune, de lo institucional para proyectos grupales o familiares) o de la exploración abierta de posibilidades de virtual cancelación de los comicios para instaurar una candidatura de unidad decidida en las cúpulas de lo político y lo empresarial.
Hay algo más, que hoy se ve agudizado por el doloroso caso de los nueve encuestadores desaparecidos allá: el rompecabezas se va desarmando conforme a lo previsto. No se trata de ensamblarlo o de construir, sino de enrarecer, inhibir y deshabilitar la de por sí muy deteriorada opción electoral de 2012, en un paso natural que va del militarismo impuesto en 2006 como forma de control social hasta desembocar en la programada amenaza del narcotráfico que ¡sorpresa! podría impedir, como ya lo está haciendo, el ejercicio cívico venidero.
Nada embona, nada funciona, nada garantiza viabilidad electoral: la cúpula ejecutiva del Instituto Federal Electoral, por ejemplo, es intencionalmente mantenida en la desintegración, con sólo seis de nueve consejeros, ofreciendo un flanco peligroso a las impugnaciones jurídicas que podrían deslegitimar todo el proceso en curso, además de que los propios consejeros actuales constituyen, con sus lamentables dichos y pésimas decisiones, una permanente incitación a la desobediencia cívica. El tribunal electoral federal tampoco ofrece credibilidad, convertido como está en tianguis donde las influencias partidistas empujan las decisiones
Así, cada día va tomando cuerpo la posibilidad de que el avispero desatado por Calderón en 2006 haga imposible la realización de comicios federales o que sus resultados sean condicionados o definidos por esos factores en armas. El secuestro en Michoacán de encuestadores pertenecientes a empresas privadas no es una excepción, aunque ha tenido más resonancia que anteriores secuestros de encuestadores pertenecientes a entidades públicas, como el Inegi. Habrá de verse lo que sucederá en las vísperas electorales si las amenazas del narco o, más bien dicho, de ciertos segmentos del narco, hacen desistir a funcionarios de mesas directivas de casillas y a representantes de candidatos y a estos mismos, y cuando los presuntos votantes prefieran la seguridad de sus casas al riesgo anunciado en las urnas. Si no hubiese sido intencional la creación de este peligro para México, algunos personajes con ánimo de mantenerse en el poder, haya de ser como haya de ser, podrían sentirse satisfechos de esta nueva ocasión en que la realidad supera a la ficción.
Y, mientras el Cordero de Los Pinos dice que dará el Fuá para ser Presidente (nótese cómo el tecleador elude con prudencia el hacer juegos de palabras o referencias al contexto húmedo del famoso grito original), ¡hasta mañana, con el Vicentillo denunciando que la DEA protege al capo bisexenal intocable, y con El Diego denunciando que policías estatales y municipales le protegían en Ciudad Juárez!
Nada embona, nada funciona, nada garantiza viabilidad electoral: la cúpula ejecutiva del Instituto Federal Electoral, por ejemplo, es intencionalmente mantenida en la desintegración, con sólo seis de nueve consejeros, ofreciendo un flanco peligroso a las impugnaciones jurídicas que podrían deslegitimar todo el proceso en curso, además de que los propios consejeros actuales constituyen, con sus lamentables dichos y pésimas decisiones, una permanente incitación a la desobediencia cívica. El tribunal electoral federal tampoco ofrece credibilidad, convertido como está en tianguis donde las influencias partidistas empujan las decisiones
jurídicashacia el marchante más generoso o promisorio.
Así, cada día va tomando cuerpo la posibilidad de que el avispero desatado por Calderón en 2006 haga imposible la realización de comicios federales o que sus resultados sean condicionados o definidos por esos factores en armas. El secuestro en Michoacán de encuestadores pertenecientes a empresas privadas no es una excepción, aunque ha tenido más resonancia que anteriores secuestros de encuestadores pertenecientes a entidades públicas, como el Inegi. Habrá de verse lo que sucederá en las vísperas electorales si las amenazas del narco o, más bien dicho, de ciertos segmentos del narco, hacen desistir a funcionarios de mesas directivas de casillas y a representantes de candidatos y a estos mismos, y cuando los presuntos votantes prefieran la seguridad de sus casas al riesgo anunciado en las urnas. Si no hubiese sido intencional la creación de este peligro para México, algunos personajes con ánimo de mantenerse en el poder, haya de ser como haya de ser, podrían sentirse satisfechos de esta nueva ocasión en que la realidad supera a la ficción.
Y, mientras el Cordero de Los Pinos dice que dará el Fuá para ser Presidente (nótese cómo el tecleador elude con prudencia el hacer juegos de palabras o referencias al contexto húmedo del famoso grito original), ¡hasta mañana, con el Vicentillo denunciando que la DEA protege al capo bisexenal intocable, y con El Diego denunciando que policías estatales y municipales le protegían en Ciudad Juárez!
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