CÓNCLAVE PERREDISTA. Gobernadores y militantes perredistas se reunieron en un hotel capitalino para definir la alianza para las elecciones presidenciales de 2018. En la imagen aparecen, entre otros, los mandatarios de Michoacán, Silvano Aureoles; de Tabasco, Arturo Núñez; el jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, y el ex candidato perredista a la gubernatura del estado de México, Juan ZepedaFoto Víctor Camacho
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reinta y seis días después de aquella súbita conferencia de prensa sabatina (20 de mayo), en la que Ricardo Anaya y Alejandra Barrales soltaron el anuncio de que el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) buscarían aliarse para competir en 2018, sendas instancias de decisión colectiva de estas organizaciones han avalado la propuesta de construir un frente amplio opositor (virtual, aunque no expresamente sin Morena), que en los hechos destinaría el resultado presidencial a un escenario de tercios, con una aparente ventaja táctica para imposiciones del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
El primer paso en firme provino de Acción Nacional, en cuya comisión permanente se discutió el tema este viernes, durante siete horas, hasta aprobarlo. Sin fuerza estructural interna (como aquí se ha advertido una y otra vez), el calderonismo tuvo que recular abiertamente: Margarita Zavala Gómez del Campo, la carta conyugal de esta corriente panista, arrió, ante la fuerza de los hechos, las banderas exigentes que hasta el viernes 23 había sostenido, incluso con pretensiones de ultimátum.Ya no demandó MZ que Ricardo Anaya deje la presidencia del PAN para asumirse como precandidato a 2018; ya no dio un mes de plazo para que se postule al candidato de blanco y azul; ya no quiso forzar la instalación de una ‘‘mesa de precandidatos’’, y ya no cantinfleó más respecto al frente opositor (al que inicialmente había dado la bienvenida y luego rechazaría), al que ahora ‘‘acepta’’, siempre y cuando no le hagan ‘‘trampa’’ a la hora de designar al abanderado.
Ayer, el partido del sol azteca sólo pudo conseguir una votación dividida entre los miembros de su comité de dirección nacional (en el que se representa la proporcionalidad de las corrientes que viven en permanente pugna en esa agrupación). Con 16 votos en favor, cinco en contra y una abstención, la idea del frente opositor fue aprobada por los grupos dominantes: Alternativa Democrática Nacional (dirigida por Héctor Bautista, a la que pertenece Juan Zepeda, el mexiquense que podría buscar la presidencia del PRD); Nueva Izquierda (Los Chuchos, que ya no son la corriente decisoria), y el Foro Nuevo Sol (en el que milita el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo.)
Aun cuando el citado Aureoles, y otro mandatario estatal, Graco Ramírez, de Morelos, manejan la pretensión de ser candidatos presidenciales (más con el ánimo de negociar ganancias, a cambio de declinar, en su momento), el principal beneficiado de la propuesta de unidad con el PAN (que aún debe ser aprobada en un consejo nacional perredista, desde ahora con la oposición del grupo de René Bejarano) es Miguel Ángel Mancera, no necesariamente en la perspectiva original de ser candidato presidencial de este frente opositor (todo hace suponer que Acción Nacional será el que determine esa postulación), pero sí de formar parte de un eventual gabinete ‘‘de coalición’’ entre los partidos coaligados, además de que, en esa hipotética alianza, el PAN se quedaría con la candidatura presidencial a cambio de permitir que el PRD lo haga con la postulación al Gobierno de la Ciudad de México.
En una primera lectura, el mencionado frente amplio opositor estaría dejando en desventaja a Felipe Calderón y a Margarita Zavala pues, aparte del control estructural del PAN, que mantiene Ricardo Anaya, para el propio PRD sería muy difícil procesar dicha alianza con Zavala al frente, es decir, con el continuismo del grupo acusado en 2006 de robar la elección al entonces candidato del PRD y otras organizaciones, Andrés Manuel López Obrador. En cuanto a la Ciudad de México, esa primera lectura parecería favorecer a Alejandra Barrales Magdaleno, la precandidata del grupo de Mancera, aunque el expediente de su riqueza personal, creciente en paralelo de su carrera política, es un lastre que será reactivado en los momentos propicios para sus adversarios.
Otro partido, el del Trabajo (PT), realizó este fin de semana un congreso nacional en el que aprobó su alianza con Morena, partido éste que, a su vez, había autorizado dicho entendimiento, una semana después del política y socialmente incontestado fraude electoral en el estado de México y como reciprocidad anunciada ante el gesto del candidato del PT en esta entidad, Óscar González, de declinar, sin efectos jurídicos, en favor de Delfina Gómez. El PT, impulsado originalmente por el salinismo, rescatado de la pérdida de registro en diciembre de 2015 por el PRI y Gobernación, es desde ahora el pequeño gran ganador de la elección de 2018, pues conservará el registro, colocará a su personal en diputaciones y senadurías y, si triunfa López Obrador, hasta un cargo en el gabinete podría alcanzar.
López Obrador, por su parte, reiteró que Morena no se aliará con PRI, PAN, ni PRD, pues considera a esa trinidad como responsable de la tragedia nacional. El tabasqueño continuó con sus recorridos por el país y la firma de acuerdos de unidad con militantes, pero no directivos, de todos los partidos y de ciudadanos sin este tipo de militancia.
En Veracruz, mientras tanto, Miguel Ángel Yunes Linares proporcionaba un buen ejemplo del fracaso de las alianzas de la ‘‘izquierda’’ perredista con Acción Nacional y, en general, de las propuestas de ‘‘salvación’’ a partir de personajes políticos reciclados del mismo sistema en hundimiento. A pesar de sus promesas grandilocuentes, Yunes Linares no ha podido enderezar el muy maltrecho barco veracruzano. Veinte asesinatos en 24 horas, entre ellos cuatro niños (y sus padres) en Coatzacoalcos, y tres policías federales (entre ellos el comisario para la entidad), demuestran la falsedad de la demagógica oferta yunista de resolver el problema de la inseguridad pública en seis meses. Yunes, previsiblemente, no resultó mejor que Javier Duarte de Ochoa. En varios puntos, está resultando peor.
Y, mientras Eruviel Ávila Villegas ha quedado ya en condiciones conyugales adecuadas, por si tal requisito fuera necesario a la hora de las decisiones priístas para 2018, ¡hasta mañana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
Otro partido, el del Trabajo (PT), realizó este fin de semana un congreso nacional en el que aprobó su alianza con Morena, partido éste que, a su vez, había autorizado dicho entendimiento, una semana después del política y socialmente incontestado fraude electoral en el estado de México y como reciprocidad anunciada ante el gesto del candidato del PT en esta entidad, Óscar González, de declinar, sin efectos jurídicos, en favor de Delfina Gómez. El PT, impulsado originalmente por el salinismo, rescatado de la pérdida de registro en diciembre de 2015 por el PRI y Gobernación, es desde ahora el pequeño gran ganador de la elección de 2018, pues conservará el registro, colocará a su personal en diputaciones y senadurías y, si triunfa López Obrador, hasta un cargo en el gabinete podría alcanzar.
López Obrador, por su parte, reiteró que Morena no se aliará con PRI, PAN, ni PRD, pues considera a esa trinidad como responsable de la tragedia nacional. El tabasqueño continuó con sus recorridos por el país y la firma de acuerdos de unidad con militantes, pero no directivos, de todos los partidos y de ciudadanos sin este tipo de militancia.
En Veracruz, mientras tanto, Miguel Ángel Yunes Linares proporcionaba un buen ejemplo del fracaso de las alianzas de la ‘‘izquierda’’ perredista con Acción Nacional y, en general, de las propuestas de ‘‘salvación’’ a partir de personajes políticos reciclados del mismo sistema en hundimiento. A pesar de sus promesas grandilocuentes, Yunes Linares no ha podido enderezar el muy maltrecho barco veracruzano. Veinte asesinatos en 24 horas, entre ellos cuatro niños (y sus padres) en Coatzacoalcos, y tres policías federales (entre ellos el comisario para la entidad), demuestran la falsedad de la demagógica oferta yunista de resolver el problema de la inseguridad pública en seis meses. Yunes, previsiblemente, no resultó mejor que Javier Duarte de Ochoa. En varios puntos, está resultando peor.
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