H
ay crítica eficaz del nuevo régimen energético, de sus falacias y de las vías a una corrupción en alta escala. Invito a observar otros daños:
1. El modo en que se impuso el proyecto pone en evidencia la debilidad de nuestra democracia. El régimen aún está dominado por un Ejecutivo autocrático, el Poder Legislativo y el Judicial no son contrapeso y sigue operando el aparato de medios de masas que elimina la crítica y el debate. ¿Ha habido cambios? Sí, muchos, como por ejemplo, la oligarquía ya no influye, sino determina las acciones del gobierno. La corrupción ha avanzado y el crimen organizado también, a grados insospechados. Otro cambio: no tendremos un partido hegemónico, sino una dupla; ¿hay quien dude que el PRIAN existe y que hoy domina el panorama?
2. La reforma abre las puertas a nuevos poderes fácticos. Las empresas multinacionales del petróleo se inclinan a depredar y a intervenir donde arraigan con el apoyo de sus gobiernos. Estos entes van a influir en todas las ciudades y entidades donde hagan negocios, y a escala nacional, en las políticas económicas, en la sucesión presidencial y en la composición de los equipos gubernamentales. Para imaginar el futuro tendremos que contar con estos invitados incómodos.
3. Lo peor: la ruptura con el proyecto nacional. Los mexicanos nos propusimos principalmente tres metas: A) Alcanzar la democracia representativa. B) Dotar al Estado de capacidad para dirigir la economía y reducir progresivamente las desigualdades. Renunciamos a la ilusión de que las fuerzas del mercado podrían, por sí mismas, lograr el desarrollo. C) Hemos sido nacionalistas aunque no xenófobos. Queremos mantener nuestra identidad y defender inteligentemente nuestros intereses, sobre todo porque somos vecinos de una potencia superior y agresivamente nacionalista. Pues bien, en los pasados 30 años, la elite que gobierna ha dirigido al país en otra dirección: ha pervertido a la democracia y prácticamente la ha hecho abortar, ha aceptado como inevitable la desigualdad, la pobreza y la miseria y ha propuesto, no su afrontamiento radical, sino paliativos y ha abandonado el nacionalismo calificándolo de superstición.
Así nuestro proyecto colectivo con sus ideas, expectativas, enseñanzas y mitos ha sido declarado obsoleto. ¿Cuál es el nuevo? Como lo advirtió Cosío Villegas en 1948, esta elite ha terminado por confiar el porvenir a Estados Unidos, esperando que muchos problemas (sobre todo los de ellos) se resolverán así, incluso nos prometen una prosperidad material antes desconocida, aunque tengamos que pagar el precio de abandonar
la seguridad, el dominio y la dicha que consigue quien ha labrado su propio destino. Infortunadamente para ellos y para nosotros, la enseñanza histórica implacable es que quien renuncia a su autodeterminación no alcanza la prosperidad, sino el desastre. Esta gente empuja a México a continuar en un declive cuyo desenlace es tan siniestro como imprevisible.
Twitter: @ortizpinchetti