12 de marzo 2015.- Esta mañana, el escritor italiano y mexicano, Federico Mastrogiovanni, recibió un reconocimiento del Club de Periodistas porNi vivos ni muertos. La desaparición forzada como estrategia de terror (para despoblar, agrego yo, las zonas donde hay gas shale, petróleo y minas de oro y plata). Dos semanas atrás, la obra lo hizo acreedor a uno de los premios anuales que otorga el PEN Club México.
Listo para ser publicado muy pronto en Italia y más adelante en Inglaterra,el libro de Mastrogiovanni ya no se consigue en nuestro país, aun cuando en Random House, su casa editora, aceptan que todavía quedan 900 ejemplares del primer tiraje y ya se tiene firmado un contrato para que sea impresa una versión corregida y aumentada. ¿Por qué desapareció del mercado?
Tal vez por la misma razón que ayer expulsó a la periodista más influyente y combativa Carmen Aristegui del programa radiofónico más escuchado del país. Como resulta más que obvio, los hermanos Vargas, concesionarios de Multivisión, se doblaron ante las presiones del gobierno federal y despidieron a la reportera que se atrevió a denunciar, junto con Proceso, las casas de Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray, en el contexto de la escandalosa corrupción que envuelve a la familia subnormal de Los Pinos.
La periodista Carmen Aristegui. Foto: Internet
Miguel Ángel Granados Chapa nos lo explicó muchas veces. Los que explotan una estación de radio, en AM o FM, no son propietarios del sitio que ocupan en el espacio de las ondas hertzianas; éste pertenece al Estado (o más bien a lo que de ese concepto quede en pie) y el gobierno federal puede exigir que se lo devuelvan en el momento que se le antoje.
Hombres de negocios, no periodistas, los Vargas se arrodillaron ante su Alteza Copetonsísima y echaron a la calle a Carmen Aristegui. Peña Nieto sació sus locas ansias de venganza en contra de una mujer que lo exhibió ante el mundo como una especie de Idi Amín blanco.
En cambio, de momento, se le fue vivo Marcelo Ebrard, quien en 2011, cuando aspiraba a ser presidente de la supuesta república, mandó a investigar la corrupción de señor de las mil casas, pero como no obtuvo la candidatura se guardó el expediente para épocas más propicias.
En pleno desmoronamiento de su fama pública, debido a
la suspensión de la Línea 12 del Metro –hace ya un año–, y bajo el asedio del regente
Miguel Ángel Mancera, Ebrard sacó de su caja fuerte el grueso folder de las casas Higa, se lo filtró a Aristegui, ésta comprobó y actualizó la información, y la publicó en su propio portal de Internet al mismo tiempo que
Proceso. Después Mancera acusó a Ebrard ante Peña;
Ebrard intentó refugiarse en Morena bajo el paraguas de una diputación federal, pero no fue bienvenido y ahora se guarece en Movimiento Ciudadano, el arca de Noé que regentea Dandy Delgado y a la que en breve seguramente se trepará el otro Delgado, el que se fue de viaje en el preciso instante en que con su voto hubiera impedido
la imposición de Medina Mora como ministro de la Corte.
Los periodistas Julio Scherer y Vicente Leñero. Foto: Internet
MEDIOS EN CRISIS AGUDA
En un país donde todo va mal y empeora cada día, ahora se sabe que Proceso navega por una situación económica alarmantemente precaria. Tras la muerte de Vicente Leñero y Julio Scherer, pilares del semanario que nació como respuesta de periodistas verdaderos al golpe que Luis Echeverría dio en 1976 al diario Excélsior –cuyos actuales propietarios, Anabel Hernández dixit, son Olegario Vázquez Raña, Marta Sahagún y el Chapo Guzmán–, la revista que dirige Rafael Rodríguez Castañeda podría encontrarse no lejos de la bancarrota.
A finales del año pasado y principios del corriente, los dueños de Reforma, a pesar de su horripilante edificio estilo Rico Mac Pato –en cuyos adentros hay una iglesia colonial que fue traída al DF, piedra por piedra, desde Monterrey– se vieron obligados a despedir a sus plumas más caras, entre otras, las de Jorge Castañeda, Julia Carabias, María Amparo Cassar y muchas más, así como al dibujante Trino, para aligerar sus gastos de nómina.
Bien conocida es ya la crisis que padece La Jornada, desde que en el primer semestre de 2012 se echó en brazos de Peña Nieto, y quedó sujeta a los dicterios de los gobernadores de Veracruz, Edomex, Chiapas, Morelos y DF, entre otros exponentes del crimen organizado.
Los medios que gozan de cabal salud financiera, ya se sabe, son las televisoras, con sus respectivas cadenas radiofónicas, y los periódicos más obsecuentes, con El Universal a la cabeza de todos ellos, y el emético (vomitivo) Milenio. Aunque el diario de Ealy Ortiz reúne un abanico de plumas de todos los colores, ahí los que llevan la voz cantante son esbirros electrónicos como Carlos Loret de Mola y Ciro Gómez Leyva, y sus epígonos, como Ricardo Alemán, que invariablemente cierra sus columnas pidiendo un refresco. Al tiempo.
Portadas de los principales diarios en México. Foto: Internet
Ahora, cuando la inmensa mayoría de los consumidores de noticias las obtiene en forma gratuita en Internet, y observa cómo se desarrollan en tiempo real y sin someterse a la censura, nuestros amados medios impresos, las planas de papel olorosas a tinta, son especies en vías de extinción.
Pero los periódicos –mucho más que las revistas– agonizan no sólo por culpa de las nuevas tecnologías, y de la recesión económica, sino porque estando sujetos al poder, no tienen más remedio que ofrecer “información” sesgada, a medias y tardía, que se vuelve obsoleta en cuanto sale de la imprenta. Los nuevos medios dependerán de la relación directa que establezcan con su público.
En la creación de un medio periodístico de nuevo tipo, el autor de esta gustada y disgustada columna trabaja con un grupo de profesionales en diversas ramas del oficio más hermoso del mundo, en la construcción de un proyecto que ya está casi listo para debutar en sociedad. De eso y más hablaré en mi columna de pasado mañana, que estará, como todos los sábados, disponible aquí a partir de las 9am.