Primera parte del reportaje publicado en la edición No. 1851 de Proceso.
|
José Córdoba Montoya y Pedro Aspe, los principales “cerebros” del modelo político y económico del candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto.
|
Reconvertidos en consultores, accionistas o cabilderos de trasnacionales importantes en materia energética, eléctrica y manufacturera; asesores e intermediarios entre gobiernos estatales y la banca privada para “renegociar” las millonarias deudas locales, los dos colaboradores más importantes del sexenio salinista, Pedro Aspe y José Córdoba Montoya, están de vuelta como los principales “cerebros” del modelo político y económico del candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto.
Pilares de la tecnocracia mexicana, sobrevivientes en la disputa entre Carlos Salinas y su sucesor Ernesto Zedillo, integrantes del “grupo compacto” que surgió en la Secretaría de Programación y Presupuesto desde el sexenio de Miguel de la Madrid, Aspe y Córdoba operan fuera de los reflectores, influyen en las principales propuestas de gobierno de Peña, convencen a empresarios para apoyar al ex gobernador del Estado de México y, sobre todo, definen el tono ideológico de quien aspira a ser el presidente de los “compromisos cumplidos” y del “gobierno eficaz”.
El vínculo entre Pedro Aspe, autor de la frase “la pobreza es un mito genial”, y el equipo de Peña Nieto no es sólo ideológico sino político. Luis Videgaray, su coordinador general de campaña, es socio y alumno de Aspe desde la consultora Protego Asesores, rebautizada el 2 de abril como Evercore Casa de Bolsa, “empresa líder en banca de inversión”.
Evercore, fundada en 1996 por Aspe, ha reestructurado más de 100 transacciones de banca de inversión como “colocaciones de capital privado, financiamiento de proyectos de energía, reestructuraciones financieras, fusiones y adquisiciones y financiamiento a estados y municipios”. Entre esos estados cuya deuda renegociaron están el Estado de México y el Distrito Federal, así como decenas de municipios importantes como Tijuana, sede del poder de Jorge Hank Rohn, el hijo incómodo del “profesor” Carlos Hank González.
Más discreto, viviendo en una casona de la Colonia Roma, José Córdoba Montoya, el jefe de la Oficina de la Presidencia durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, artífice de la estrategia política para lograr las reformas económicas y la apertura comercial, es el principal ideólogo del “gobierno eficaz” de Enrique Peña Nieto.
Defensor de un presidencialismo fuerte, enemigo de los “gobiernos divididos”, Córdoba Montoya menosprecia la necesidad de una reforma política para incorporar elementos parlamentarios al modelo mexicano y es el artífice de la propuesta de eliminar 100 diputados plurinominales, uno de los tres primeros “compromisos” que Peña Nieto firmó al arrancar su campaña en Guadalajara, el 30 de marzo.
Un tercer “cerebro” en el equipo de Peña nieto es Santiago Levy, otro tecnócrata de triste memoria en su paso como director del Seguro Social en el gobierno de Vicente Fox. Levy fue subsecretario de Hacienda en el sexenio de Zedillo. Junto con Luis Téllez, Francisco Gil Díaz, Agustín Carstens, Javier Lozano, Jesús Reyes Heroles y otros tecnócratas de orígenes priistas, se sumó a la ola del “cambio panista”, pero ahora regresa para terminar su proyecto de política de combate a la pobreza.
Levy le vendió la idea a Peña Nieto de crear el Sistema de Seguridad Universal, que supondría un costo total menor al 4 por ciento del Producto Interno Bruto, pero implicaría reformas constitucionales importantes, así como un IVA generalizado en medicamentos y medicinas, propuesta que hasta ahora no ha hecho pública el aspirante presidencial priista.
Peña Nieto ha mencionado en sus mítines que mantendrá los programas para eliminar la pobreza, empezando por Progresa y Oportunidades, creados precisamente por Santiago Levy. Desde el 14 de abril, en Guanajuato y Morelos, Peña Nieto incorporó en este esquema al Pronasol, el “programa consentido” del sexenio de Carlos Salinas.
La Cátedra de Aspe
“El candidato que tenga 22 prioridades no tiene ninguna. Yo planteo tres o cuatro importantes y necesarias: la modernización del sector energético; la modernización del sector educativo; y la modernización en ciencia y tecnología; quizá le agregaría la reforma laboral”, afirmó Pedro Aspe Armella, ex secretario Hacienda durante una larga conferencia de 3 horas la tarde del miércoles 18 de abril.
Operador de las “modernizaciones” de la era salinista –sinónimo de la política de privatizaciones-, Aspe dictó cátedra ante los integrantes de la Academia Mexicana de Auditoría Integral al Desempeño. Fue un evento sin prensa. Sólo estuvo presente Proceso. Y ante los auditores Aspe se explayó en su análisis de “La Recuperación Mexicana y el Resto del Mundo”.
Optimista de que en el próximo sexenio vendrá una “explosión de consumo” entre los mexicanos, recomendó que el próximo presidente de México debe expandir el modelo de Tratado de Libre Comercio con las naciones emergentes de Asia-Pacífico y Latinoamérica, y argumentó la necesidad de que culmine la tarea iniciada hace un cuarto de siglo por el sexenio salinista: el “nuevo paradigma” de la liberalización y la productividad.
Discreto en sus opiniones políticas, Aspe no pudo ocultar su proclividad a la urgencia de una reforma energética en México, defendida por el aspirante presidencial priista Enrique Peña Nieto en su libro programático
México, la Gran Esperanza, y reiterada esta semana, a raíz de su crítica a la nacionalización argentina de las acciones de la empresa española Repsol, propietaria de poco más del 50 por ciento de las acciones de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF).
No es casual el énfasis de Aspe y su empresa consultora en la privatización energética. El 2 de marzo pasado, a través de una transacción de entre 45 y 50 millones de dólares, Protego-Evercore adquirió el 20 por ciento de Grupo Diavaz, cuyas principales actividades son extracción de petróleo y gas, distribución de gas natural. Desde 2008, Grupo Diavaz ganó la licitación para la explotación de un campo madura en Ebano, San Luis Potosí.
En sintonía con la tesis de Aspe, Peña Nieto planteó en su libro: “es necesario tomar medidas mucho más audaces para revigorizar nuestro sector energético; para lograrlo tenemos que despojarnos de ataduras ideológicas que impiden detonar el potencial de Pemex como gran palanca de desarrollo nacional”.
Aspe en su conferencia “palomeó” a Peña Nieto y a Josefina Vázquez Mota por plantear la misma apertura en el sector energético y afirmó que en materia de modernización educativa y de ciencia y tecnología “existe una baja productividad porque la cobertura y la calidad de la educación, así como la inversión en investigación, innovación y desarrollo tecnológico son elementos que tienen un impacto directo en la productividad de la economía”. Las mismas palabras expresadas por Peña Nieto en la página 64 de su libro México, la Gran Esperanza.
No son las únicas coincidencias entre el peñismo y el ex director del INEGI, titular de la SSP y aspirante presidencial en 1994. Aspe Armella defendió ante los auditores el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), la herencia más importante del sexenio salinista, y explicó por qué México será más competitivo que China en la próxima década: por sus salarios más bajos.
“El costo unitario de la mano de obra en China se disparó desde 2005. Por eso tenemos costos más bajos que los salarios en China, pero debemos ser más productivos”, advirtió Aspe. Puso como ejemplo el testimonio de un empresario de una ensambladora de helicópteros Bell que trasladó su empresa de Shanghai a Ciudad Juárez. La razón es que en China el costo salarial es de 45 mil dólares al año y en México es de 35 mil dólares anuales.
En tono optimista, Aspe también minimizó la crisis de inseguridad pública en México. Admitió que en círculos empresariales extranjeros es una preocupación grande la ola de violencia, “pero menor que hace dos años”. Argumentó que la tasa de homicidios violentos en México es de 26-27 por cada 100 mil habitantes, mientras que en Brasil es 36 y en Venezuela es 80.
“Este gobierno hereda una cosa buena: por fin, existirá un grupo entrenado y bueno de la Policía Federal”, afirmó. Aspe explicó que los canadienses, con quien él ha hecho negocios en su consultoría, entrenan a 47 mil elementos de la PF y se necesitan 50 mil.
Cuestionado sobre la crisis de las deudas estatales, como en el caso de Coahuila, Aspe afirmó que “es un tema importante, pero no es sistémico, no puede desequilibrar el país”. Argumentó que toda la deuda histórica acumulada de los estados apenas representa el 2.7por ciento del producto interno bruto nacional. Algunos auditores le recordaron que su empresa Protego fue la artífice de las renegociaciones en varios estados.
Ese es el origen del vínculo entre vínculo entre Aspe y el Estado de México. Su socio en Protego Asesores, Luis Videgaray, fue contratado para reestructurar y refinanciar la deuda del Estado de México en 2004 por 2 mil 500 millones de dólares. También desde 2006, Aspe pasó a formar parte del Consejo de Administración de Televisa, la empresa que ha impulsado en forma clara la carrera presidencial del mexiquense.
Con el respaldo de Pedro Aspe, Videgaray se convirtió en secretario de Finanzas del gobierno peñista. En 2009 llegó a la Cámara de Diputados, fue impulsado por Peña para presidir la poderosa Comisión de Presupuesto. En 2011 Videgaray fue aspirante a la candidatura del PRI para el gobierno del estado y coordinó la campaña de Eruviel Avila, el ex alcalde de Ecatepec, en las elecciones de julio 2011.
Desde noviembre del año pasado, Videgaray es el coordinador general de la campaña de Peña Nieto. Bajo su responsabilidad está una estructura paralela de 18 coordinadores sectoriales, 32 por entidad federativa y 5 por circunscripciones electorales. El poder que ha alcanzado Videgaray hace que los más cercanos al equipo peñista consideren al alumno de Pedro Aspe como el futuro “José Córdoba de Peña Nieto”, en clara referencia al jefe de asesores de Carlos Salinas.