Elecciones intermedias, decisivas para consolidar las reformas de gran calado
La mayoría legislativa, además, tendrá el control de la aprobación presupuestal
Domingo 4 de abril de 2021, p. 4
Hoy arrancan prácticamente la totalidad de las elecciones en el país hacia la votación del 6 de junio. En este proceso destaca la renovación de la Cámara de Diputados por su carácter estratégico para las administraciones federales, no sólo por las reformas legales que requieren la consolidación de sus proyectos, sino también en la aprobación de los paquetes presupuestales. Desde que Carlos Salinas de Gortari logró reinstalar la hegemonía del PRI en la Cámara de Diputados en 1991, tras su cuestionada elección, los gobiernos sucesivos retrocedieron –desde sus siglas partidistas– en la Cámara Baja al promediar su sexenio.
La trascendencia de la elección intermedia, analiza Francisco Javier Jiménez, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, es que son clave para consolidar reformas de gran calado para el gobierno en turno y el control de la aprobación presupuestal. Para la administración de Andrés Manuel López Obrador es fundamental garantizar el financiamiento de su política social y –aunque no se prevé que se incline por una reforma fiscal– para el conjunto de cambios que afinen su proyecto.
Arrastrados por el carisma y proyecto del entonces candidato presidencial, Morena y sus aliados en 2018 alcanzaron la victoria en 220 distritos en los comicios de diputados federales. La estrategia que siguieron en la asignación de candidaturas entre Morena, PT y PES estaba orientada a buscar un mayor número de diputaciones plurinominales, medida que ahora está en duda por la sobrerrepresentación que significó entonces, muy por arriba de 8 por ciento que permite la ley, pues fue cercano a 16 por ciento.
Por esta ruta, Morena obtuvo además 85 diputaciones plurinominales, poco menos que los 106 distritos de mayoría relativa que formalmente ganó, pues colocó además a militantes morenistas que contendieron bajo las siglas de sus aliados. Derivado de esa estrategia, ahora hay un litigio con el Instituto Nacional Electoral por los criterios de asignación de plurinominales.
Sin contar con las alianzas parlamentarias posteriores y las dimisiones de legisladores de otros partidos que se han adherido a la plataforma gubernamental, en 2018 la coalición Juntos Haremos Historia alcanzó 308 curules, lo que le ha permitido aprobar las adecuaciones legales acordes con el proyecto de nación obradorista.
En el análisis de Jiménez, será clave mantener márgenes similares en la cámara para consolidar ese programa, al que, sin embargo, el investigador rehúsa definir como antineoliberal: la austeridad a ultranza impuesta por el gobierno y el tratado comercial de América del Norte, explica, son políticas esencialmente neoliberales
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Plantea en sus proyecciones que incluso con la elevada popularidad que mantiene López Obrador, muy difícilmente la coalición repetirá las victorias de 2018 porque, a pesar de su carisma, no es tan mecánico que se pueda trasladar a su partido y a los aliados en la contienda
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Esto es así porque el ejercicio de gobierno desgasta a quien está en el poder, como se ha visto en las experiencias pasadas
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Lecciones de otros sexenios
En 1991 fue la última vez que la fuerza política gobernante mejoró la correlación de fuerzas en la Cámara de Diputados con respecto al inicio del periodo sexenal. A partir de su política social basada en el Programa Nacional de Solidaridad y una ríspida relación con la izquierda, el PRI salinista pasó de 262 diputados a 320. Fue el preámbulo para que, tres años después, a pesar del agitado final de sexenio, el PRI retuviera por última vez el poder.
El gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León fue el primero en la historia que enfrentó un viraje en la correlación de fuerzas e, históricamente, perdió el control de la Cámara de Diputados, gobernando la segunda etapa con la oposición como mayoría en San Lázaro. En 1994, el PRI alcanzó 48.69 por ciento de votación, que le redituó 300 legisladores que le consiguieron tres años de gobernabilidad en la Cámara Baja.
Tres años después, el PRI decaía por primera vez San Lázaro: con sólo 239 diputados cedía a la oposición el control de ese órgano legislativo. Era el principio del fin que se consumaría en el año 2000.
A pesar de la popularidad con la que llegó Vicente Fox Quesada a la Presidencia la cual, con el desgaste priísta, le permitió a la Alianza por el Cambio que lo impulsó, conseguir 205 curules, para 2003 –tras el desencanto con su gobierno ante los escasos cambios registrados– resintió en las urnas el resurgimiento del PRI. Para 2003, el PAN retrocedió en la correlación de la Cámara Baja casi 30 por ciento, pues sólo obtuvo 147 diputaciones federales.
Mediante una polémica elección, en medio de acusaciones de fraude electoral, el PAN consiguió en 2006 retener la Presidencia por una magra diferencia frente a la izquierda. La situación se repitió casi de manera idéntica en la administración de Felipe Calderón, cuyo partido obtuvo 206 diputados, 69 de ellos plurinominales. Y, en las elecciones intermedias de 2009, el descalabro panista fue semejante al de Fox: los 142 diputados conseguidos reditaron la historia y esta vez sí fue el presagio del regreso al poder del PRI y la debacle blanquiazul. A pesar del acelerado desgaste de su gobierno en los primeros años del sexenio, Enrique Peña Nieto salió relativamente bien librado de las elecciones intermedias, pues sólo sufrió un retroceso menor.
En los comicios de 2012, el PRI obtuvo 212 legisladores y para 2015, la cifra se redujo a 203. Sería en 2016, con los numerosos comicios estatales, donde el PRI resentiría, con la pérdida de cuatro gubernaturas, el desgaste del gobierno federal bajo sus siglas.