Verónica Gago
Debate
Si es verdad que la Coca-Cola tiene una fórmula mágica, la única manera de comprobarlo es ver la vitalidad y el entusiasmo que el prolífico escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II logra contagiar mientras consume sin pausa latas de ese líquido negro y dulzón (con la misma manía que su mítico personaje, el detective –de un DF también mítico– Héctor Belascoarán). Taibo II encarga varias latas para la heladera de su habitación en un céntrico hotel porteño y se dispone, una vez más en su larga gira latinoamericana, a narrar esa obsesión que le ha capturado cuatro años de su vida, que lo ha obligado a escribir más de ochocientas páginas y que se llama Pancho Villa, a quien propone incluir inmediatamente en un nuevo “santoral laico latinoamericano”. “Es tan literario, pero tan literario que en un momento me amarré las manos y me dije: ¿sabes qué pendejo? No le metas ni un milímetro de ficción. No sólo no hace falta si no que debilitaría el personaje. Este libro tiene todo su poder en la capacidad literaria de un personaje que no es literario”, define el escritor a la hora de sintetizar la infinita devoción que le ha inspirado el revolucionario mexicano y que se transmite en cada línea de su inmenso Pancho Villa. Una biografía narrativa (Planeta).
El relato que usted hace de Villa muestra un personaje que atrapa por la liviandad con la que se mueve en la ambigüedad, incluso en la contradicción...
Es la historia de un borracho de fama pero realmente abstemio y que además le gustan las malteadas de fresa. Al mismo tiempo toda su vida está envuelta en la leyenda. Hay treinta y siete versiones falsas sobre cada historia realmente sucedida, lo cual está obligándote continuamente a limpiar de niebla para que el personaje pase y se construya. Fue un ejercicio difícil porque llegaba un momento que a mí lo que me gustaba era la niebla. Entonces te ves obligado a registrar también la niebla: “ok, aquí hay nueve versiones de dónde nació Villa, pero ésta y ésta son falsas por tal cosa, aquella otra es absurda y ésta es la real”, pero las demás son bien bonitas y entonces ahí quedan registradas.
Usted enuncia algo así como un principio metodológico: quien tiene su leyenda es porque se lo merece, pero también hace falta contar su historia.
Hay que quitarle a la leyenda el peso mágico y devolverle el peso real. Quien tiene una leyenda se la merece pero la historia tiene que llegar a darle carne y hueso, a veces de modo crítico. La izquierda durante demasiado tiempo practicó la idolatría, convirtió en doctrina toda propuesta ideológica y operó como una iglesia católica en ascenso. Y eso pervirtió el pensamiento crítico porque impidió que vieras de la única manera realmente dialéctica un personaje: en el bien y en el mal, en el horror y en la locura, sin que desmerezca su cualidad humana el hecho de pasear por las sombras y a veces mancharse. Y Villa pasea un montón al borde de las sombras. Hay debajo de él un personaje irascible, virulento, y al mismo tiempo un sentido común campesino muy claro, con una lógica muy primaria. El debate moral se vuelve muy complicado; tiene que someterse a la narración de hechos, a quiénes son, a por qué hacen lo que hacen, y dejar que el lector piense.
¿Por qué lo dice?
Porque la historia tradicional del marxismo ortodoxo de los últimos cincuenta años es una historia conductivista: tiende a conducir al lector hacia un lado. Le plantas la hipótesis, ofreces la información que demuestra la hipótesis y al carajo la investigación; y cuando no te cuadra, eliminas pedazos para que te cuadre. Y con Villa, en cambio, te ves obligado a hacer continuamente neologismos. Por ejemplo: ¿qué clase social es? La pregunta es inversa: las clases sociales de las que habla Marx no funcionan. Tengo que describir lo que veo y darle reflexión a lo que encuentro. Así descubres esta especie de personaje mixto entre bandolero, arriero, capataz, campesino sin tierra, minero, proletario de las pequeñas ciudades pero, al fin y al cabo, hombre de territorios. Y cuando lo pones de frente ¿qué personajes descubres? Descubres personajes sin arraigo local a la tierra y por lo tanto libres; personajes confrontados con la forma de orden más dura de esa sociedad –el cacicazgo, las encordadas, los rurales, etc.–; personajes con arraigos regionales, no locales; de una extraordinaria movilidad social y eternos pluriempleados. ¡Define a una clase como esa!
¿Qué expresa la biografía Villa sobre los componentes claves de la historia mexicana?
Más que de la historia mexicana, diría que es parte de los componentes claves de la historia de Latinoamérica. Villa es la voluntad de venganza de los desposeídos, las sociedades agraviadas y el furor que viene desde abajo. Es importante integrarlo al nuevo santoral laico que estamos construyendo en América latina, donde tienen un lugar el Che, Rodolfo Walsh, Sandino, Pancho Villa y tantos otros dirigentes sociales populares. A mí últimamente me persigue un montón de gente para que cuente sus historias. Me topé en la feria del libro de Chile con un poema premonitorio del peruano Javier Eraud sobre su propia muerte. Ví su foto y me demolió: me quedé mirándolo, él me miraba, y dije “hay que escribir su historia”. Eraud se iba a incorporar a la guerrilla del Che y muere al intentar cruzar de Perú a Bolivia. Se me ocurrió comentar esto cuando estaba presentando el libro de Villa y estaba ahí Hugo Neira –quien escribió la historia de la rebelión indígena que luego Manuel Scorza contaría en la novela Redoble por Rancas–, que palideció y me dijo “Mi hermano Javier Eraud”. Entonces yo sentí “¡ay! esto tengo que contarlo”. Lo que pasa que para la lista de lo que tengo que contar necesitaría esta vida y otra.
La investigación histórica de la biografía de Villa es al mismo tiempo una investigación sobre las formas de la oralidad.
El libro tiene un peso específico muy potente en cosas como los novelistas que escribieron sobre la Revolución Mexicana porque sus versiones a veces son más fieles que los cronistas tradicionales en términos de capturar una atmósfera, un momento o un detalle. Y otro espacio es el del narrador que cuenta su historia. Todo el mundo tenía una historia que contar después de la Revolución Mexicana. Para mí ese fue el problema: el cóctel de información. Otra tensión era entre un gran rigor informativo pero, en paralelo, una vuelta atrás de un concepto clave como que la historia es un arte narrativo. Si despojas a la historia del arte narrativo de la no-ficción, despojas al historiador de su papel esencial: el historiador es un contador de historias y si las cuenta mal, está destruyendo la posibilidad de que el lector participe de esa historia.
¿A qué se debe su fascinación por las biografías?
La biografía es el tramo largo: de dónde va y hacia dónde va. Es esta visión de Engels y Buda mezclados de que toda la historia está en un grano de arena y a la inversa. Es la idea coherente de que un personaje cuenta una época y una época cuenta un personaje. Y quizás también se trate de una rebelión contra la demagogia de la “historia social de los oprimidos”. Sí, claro, es la historia de los oprimidos pero también del ingeniero que construyó el puente y de aquel traidor a su clase, que siendo un hijo de oligarcas se dedicó a estudiar derecho laboral para defender a los cañeros. Hay que abandonar ese primitivo esquematismo de la historia social como historia sin sujeto o sólo con sujetos sociales. Al fin y al cabo es una perversión de novelista. ¡Un novelista necesita personajes!
Cuando estaba aún escribiendo sobre Villa me dijo que cada generación tiene que rescribir las biografías para que se lean nuevamente al calor de una época.
Sí, es la posibilidad de llegar a los jóvenes de 20 años. En México uno se levantó y me dijo: “Yo ya lo leí y antes mis héroes eran el Hombre Araña y Batman, pero ahora son Villa, el Hombre Araña y Batman”. Yo le pregunté: “¿En ese orden? Porque si cambias el orden aquí hay cachetadas”. El chico me dijo: “Sí, en ese orden”. Insisto: tenemos que reconstruir el santoral laico de la izquierda y mantener nuestros referentes. El Papa es basura pura, debería estar en el santoral de la derecha; es el gangsterismo, el aparato del Estado, es la intransigencia y el dogmatismo, es la exclusión. Hay que rehacer nuestro santoral sin miedo a contar las verdades y en ese sentido Villa fue muy importante. A los mitos que uno tiene hay que agarrarlos de la solapa y mirarlos de frente por mucho miedo que te den: eso me pasó con el Che y también con Villa.
De ese villismo que usted narra, ¿ve rasgos en el México actual?
Como referencia directa, no. Como referencia indirecta, todo. Villa está por todos lados como referencia romántica, mítica. Es la presencia a la hora del ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos? Presenté el libro en Durango y tardé diez minutos en poder empezar a hablar porque la gente empezó a gritar “¡Viva Villa!”. Yo con los cojones aquí. Yo decía el otro día en uno de los campamentos contra el fraude –donde dí 48 conferencias en 45 días–: cuando te atacan con el TLC en la mañana, a la noche llegas a tu casa hecho una mierda y, bueno, ahí la imagen de Pancho Villa te protege, te sonríe. Su imagen dice cosas como “No le anden tocando los huevos al pueblo porque el pueblo es cabrón” y estas cosas hay que decirlas para meterle miedo al enemigo.
¿Cómo puede entenderse la situación actual de rebelión en Oaxaca?
Es bien terrible, porque tienes un gobernador que es un gángster, al viejo estilo priísta y que ya suma una docena de muertos. Que reprime un movimiento magisterial y que desata la movilización de la APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca). Que le toman la ciudad y el estado, le impiden que gobierne y gobierna escondido desde hoteles de segunda porque está muerto de miedo y a la noche saca sus pistoleros para dispararle a la gente por la espalda. Y el gobierno federal, en vez de hacerse a un lado y dejar que se hunda o promover en el Senado un voto de desaparición de poderes, como tiene una alianza con el PRI para que defienda la toma de posesión de Calderón, pues ahí lo deja y luego lo refuerza metiendo la Policía Federal en Oaxaca. Afortunadamente la APPO se convirtió en un movimiento de resistencia civil pacífica y no cayó en la provocación de la violencia que es la que justificaría la entrada del ejército.
Algunos analistas describieron lo que pasa en Oaxaca en términos de una “comuna”. ¿Está de acuerdo?
Sí, es muy justo el término. Lo que sucede en Oaxaca es una conjunción de mil cosas: movimientos de artesanos y de indígenas, movimiento sindical, ciudadano y barrial. Hay una comuna emergente en Oaxaca y ahora es fundamental la presión social del resto del país. Lo importante es que la movilización contra el fraude que manejó los campamentos en el DF se empiece a mover en la ciudad de México en solidaridad definitiva y declarada con Oaxaca.
¿Se podría decir que Zapata ha sido más recuperado a través del zapatismo que Villa?
Sí, aunque el zapatismo tampoco es Zapata. El zapatismo es la versión de Zapata adecuada a las comunidades indígenas de la zona maya. Lo cual está muy bien. Pero nada vuelve mecánicamente, no puedes transportar. Esta idea de “Seremos como el Che”, que fue tan popular en la Cuba de los pioneros, era una falacia. Nadie puede ser como el Che. Sólo el Che puede ser como el Che y a él le costaba mucho trabajo ser como el Che. Seremos como los que somos, pero tener al Che cuidándote la espalda, tener esa presencia irreverente, está muy bien.
Después de la iniciativa zapatista de la Otra Campaña, el EZLN no se mostró cercano al movimiento anti-fraude. ¿Por qué?
Sin que yo sea un simpatizante pleno de López Obrador, con quien tengo distancias respecto a un montón de cosas, era obvio que había un movimiento social de grandes magnitudes y extremadamente respetable. El zapatismo cometió el grave error al no percibir la fuerza y la potencia de este movimiento social y marginarse. Marcos debió haber estado en los campamentos y no estuvo. Estaba en una casa de no sé que colonia de la ciudad de México. Esta marginación fue un error grave para el zapatismo y debilitó al movimiento en cuanto no asumió todas las fuerzas posibles que podría haber acumulado. Aún con un socialdemócrata light, tienes cosas que te unen: por ejemplo la idea de que los movimientos sociales no se resuelven con intervenciones policiales. O te une que prefieres la educación laica a la religiosa. Bueno, ya tienes dos puntos importantes. Hay que volver a la mentalidad no sectaria, a la acumulación máxima de fuerzas posibles en torno a lo que nos une y actuar en esos espacios. Eso también te deja liberados otros espacios, que son propios. Yo tengo gran respeto al trabajo de La Otra Campaña: ha estado levantando voces y conflictos que nadie les hacía caso. Sólo los zapatistas son capaces de acudir a una comunidad aislada, donde había un sector en lucha. Pero también la lentitud para apoyar Oaxaca por parte de los zapatistas ha sido terrible.
¿Por qué?
No lo sé ni lo entiendo. No quiero tomar la voz de nadie. Ellos tienen sus explicaciones: a mí me parecen respetables pero equivocadas. Pero el movimiento es sabio: el movimiento oaxaqueño ahora nos está obligando a todos a ir detrás de ellos.
¿Felipe Calderón va a implicar una continuidad completa con Fox?
Yo lo veo peor. Veo la continuación de Fox, que es a su vez la continuación de Salinas, con un agravante: Calderón para poder “ganar” estas elecciones tuvo que pactar con los sectores más reaccionarios, más sórdidos, de la sociedad mexicana. Pactó con el clero ultramontano, con el Yunque (organización de ultraderecha) y con el viejo príismo gangsteril arrinconado en el corporativismo del magisterio, etc. Todas estas alianzas va a tener que pagarlas ahora, por lo tanto Calderón va a tener que gobernar mucho más a la derecha. Y con un movimiento social muy potente que le va a decir que no a cada rato. Yo no me imagino por ejemplo lo que va a suceder si le quiere poner IVA a los libros: toda la comunidad intelectual va a salir a la calle y le va a armar un cacao que ni te cuento. Si quiere desnacionalizar la electricidad o el petróleo, lo mismo. En ese sentido una cosa va a ser que asuma y otra que pueda gobernar.
La derecha en México parece mantener una organicidad y una agresividad política mayores que en buena parte de América latina...
Sí, la derecha mexicana coartó la posibilidad de un frente latinoamericano de centro-izquierda. México podía ser un pivote importantísimo en un frente que incorporara a Argentina, Brasil y Bolivia pero también a peruanos y chilenos. En ese frente se podían abrir discusiones trascendentales para una integración continental: no aranceles a los libros entre un país y otro, desaparición de fronteras y libre comercio, etc. El frenón de Calderón impide que México se sume a este momento histórico. Yo creo que por esto se la jugaron tan fuerte y no sólo por una cuestión interna, sino por una perspectiva latinoamericana.