domingo, 13 de diciembre de 2009
Leona Vicario. Heroina de Independencia de México.
[1789-1842]
Nació el 10 de abril de 1789 en la ciudad de México. Perdió a sus padres, siendo muy niña, y quedó al cuidado de su tío, el licenciado don Agustín Pomposo Fernández, a cuyo despacho entrara a practicar el estudiante de leyes, don Andrés Quintana Roo, para obtener su título de abogado. La joven se enamoró del pasante, que le pidió se casara con él, a lo cual aceptó; pero su tío no permitió su matrimonio con aquel joven que era de ideas revolucionarias, mientras que él era un recalcitrante realista. La joven tenía las mismas ideas de su novio, por lo que, cuando éste se unió a los insurgentes, después del rechazo de su boda, ella le enviaba noticias desde la capital a los campos donde operaba en guerra.
Ella fue quien dio la noticia en México de que los insurgentes acuñaban moneda propia, y gastó todo su patrimonio, aun sus joyas, para ayudar a los insurrectos, a quienes enviaba noticias que les servían, por medio de heraldos secretos, haciendo llegar a los conjurados dentro de la capital los informes que Quintana Roo le enviaba de regreso. En 1813 fue descubierta y denunciada como conspiradora, doña Leona Vicario, por lo que su tío la internó en el convento de Belén de Las Mochas, de donde la sacaron algunos correligionarios, disfrazada de negra y cabalgando sobre un asno que llevaba cueros de pulque, para evitar que fuese reconocida.
Así fue a refugiarse al mineral de Tlalpujahua, donde operaba el licenciado Ignacio López Rayón, a cuyo servicio se hallaba Quintana Roo; se casó con él, y lo siguió desde entonces en todas sus andanzas guerreras, andando a salto de mata y ocultándose en las cuevas de la montaña. En 1818 dio a luz a su primogénita, en el interior de una cueva, y fue entonces cuando su esposo pensó amnistiarse, para poder criar a su hija y educarla. Sabiendo que lo buscaban y habrían de encontrar la cueva donde vivían, Quintana Roo huyó, dejando a su esposa, para que fuese recogida, y con ella una carta que debería entregar para que el virrey le concediera indulto al propio Quintana Roo. El indulto le fue otorgado, y en ese mismo año pudo pasar a la ciudad de México, donde residió.
Consumada la Independencia, lturbide nombró a Quintana Roo subsecretario de Estado y del despacho de Relaciones Interiores y Exteriores, pero ante las ambiciones imperialistas de Iturbide, Quintana Roo se disgustó con él y huyó hacia Toluca, donde vivió con grandes privaciones. En 1823 solicitó doña Leona del Congreso Constituyente que le fueran devueltas las propiedades que el virreinato le había confiscado, cuando se fue a la insurgencia; el congreso accedió a ello, con lo que pudieron vivir con menos penurias. En 1830, cuando ocupó la presidencia don Anastasio Bustamante, Quintana Roo lo atacó también en sus periódicos.
El presidente lo mandó aprehender, y entonces Leona Vicario fue a pedir garantías a Bustamante, que había sido realista y la había perseguido, en 1813. Fue víctima doña Leona de las injurias de los bustamanistas, entre ellos el ministro de relaciones y escritor, don Lucas Alamán. Bustamante accedió a dejar en libertad a Quintana Roo, pero doña Leona no se quedó con las injurias recibidas, sino que con valentía publicó una carta en 1831, en la que públicamente reclamaba su conducta a Alamán y a los que la habían injuriado cuando vio al presidente. Desde entonces la dejaron en paz, "prudentemente".
Doña Leona se consagró entonces a intensas actividades intelectuales, al lado de su esposo, pues su cultura era vasta y sorprendente para una mujer de su época. Colaboró en los periódicos en que su esposo escribía, secundando las campañas políticas de éste, sufriendo enormes contrariedades por ello, según lo demuestran dos cartas ológrafas suyas, dirigidas al presidente don Valentín Canalizo, que se conservan en el Museo Nacional de Historia. Murió el 21 de agosto de 1842, a las 9 de la noche, en la ciudad de México, siendo sepultada en el panteón de Santa Paula.
La difícil recomposición interna del PRD
Arnaldo Córdova
Nadie que estuviera en su sano juicio podía haber pensado de verdad que el PRD se refundaría” en su 12 congreso nacional, como rezaba esa idiotez que ni sus propios sostenedores pudieron explicar jamás qué demonios quería decir. Ninguno iba pensando en esa tontería. Sólo se buscaba un reacomodo interno de fuerzas y una que otra definición política, pero, de ninguna manera, algo que significara un replanteamiento global y total de lo que el partido debía ser para el futuro. Todos, además, sabían a qué iban y lo que cada uno sacaría para sí. Los que salieron raspados sin remedio fueron los que esperaban algo más del evento. De hecho, allí perdieron la cabeza.
Basta ver los documentos básicos que se aprobaron (y también el modo como fueron elaborados), auténticos adefesios incomprensibles e inútiles, para entender que en este proceso lo que menos hubo fueron ideas y propuestas iluminadoras. Una declaración de principios, por ejemplo, que es una especie de resumen de lo que se pretende como programa de acción, en el que cada grupo trató de poner sus ocurrencias y fantasías y en el que no hay nada que se parezca a un principio de definición política. Un programa que no es programa sino una retahíla de otras ocurrencias que no tienen nada que ver con la realidad nacional. Una llamada línea de acción que es otro amasijo de propuestas sin sentido cuyo objetivo es confuso y poco claro. Unos estatutos, en fin, que son sólo el resultado del toma y daca de los que se pelearon el botín interno.
Para entender la situación interna del PRD hay que hacer un poco de memoria. Después de las elecciones de 2006, se perfilaba un enfrentamiento, que finalmente se dio, entre dos componentes de la alianza electoral de izquierda de ese año: aquellos que habían apoyado abiertamente a López Obrador y aquellos que se habían servido de su movimiento para cosechar puestos de elección y de poder interno del PRD. Lópezobradoristas y chuchos, para decirlo claramente. Los primeros vivieron pasmados después de la derrota por fraude; los segundos se aprestaron a apoderarse del partido y de su peculio y en ello usaron todas las palancas que ahora tenían en la mano.
Los lópezobradoristas reaccionaron a tiempo para hacer lo que no habían hecho: enfrentar a los chuchos dentro del PRD. De última hora surgió una alianza en el partido que reunía a todos aquellos que habían sido afectados por el poder de esa corriente ya ampliamente hegemónica. Se pusieron del lado de López Obrador y éste los apoyó. Así nació Izquierda Unida con el liderazgo de Alejandro Encinas. Las elecciones de 2009 fueron una prueba de fuego para esa nueva y tan variopinta corriente interna. Sus grupos coaligados ganaron en fuerza y poder. En el DF derrotaron en sus principales bastiones a los chuchos y en el resto del país, en gran medida también. El problema ahora se trasladó al seno del PRD.
La lucha interna es un fenómeno permanente e ineludible de todo grupo político. Los comunistas, desde Lenin, lo consideraron, además, necesario. Sólo así se puede construir un partido, en una lucha interna perenne y renovadora. Pero debería ser siempre una lucha de ideas, de principios, y no sólo de intereses por posicionamientos dentro y fuera del partido. En el Congreso perredista hubo únicamente ajuste de cuentas y reacomodos. En el proceso, empero, se dio una confrontación que estaba cantada desde el principio: la corriente Nueva Izquierda, de los chuchos, le jugó, temerariamente, a una liquidación de posiciones con los partidarios de López Obrador dentro del PRD. Eso permitió la formación de Izquierda Unida y fue el principio del desmoronamiento de la alianza chuchista.
Los chuchos primero perdieron a sus socios de Alianza Democrática Nacional, de Héctor Bautista en el estado de México, cuando la confrontación empezó en el DF. Bautista no quiso o temió jugar la carta antiobradorista y dejó a Arce y sus huestes solos en Iztapalapa. Estos perdieron su antiguo bastión. Dolidos por el descalabro, Arce y su gente en el DF trataron de empujar a los chuchos por el despeñadero de la confrontación total con los lópezobradoristas. Los chuchos fueron reconsiderando el asunto y, al final, estuvieron más dispuestos a entenderse en el Congreso con sus oponentes y dejar a su suerte a sus antiguos aliados en el DF. Arce y compañía se van y nadie lo va a lamentar.
Apoderarse del partido e imponer su ley, incluso a los mismos líderes naturales y carismáticos, fue el sueño primigenio de Ortega y Zambrano. A Cárdenas lo hicieron añicos y volvieron a coquetear con él cuando el enemigo pasó a ser López Obrador. Se apoderaron del partido y, lo más importante, de sus órganos de dirección, de sus puestos de elección popular y, en consecuencia, de su patrimonio. Eso fue lo que los perdió en su afán por desmarcarse de López Obrador y de su movimiento cívico. Pero los perredistas que eran partidarios del tabasqueño pudieron unirse y se fueron a la lucha interna. Todo mundo anticipó un congreso absolutamente dominado por Ortega, Navarrete y Acosta Naranjo. Este último jamás pudo terminar un discurso por los continuos abucheos. No perdieron, pero no ganaron más que un poco de tiempo para despedirse de su hegemonía.
Que Encinas, finalmente, se hubiera impuesto como coordinador de los diputados perredistas fue un anuncio de lo que iba a pasar en el 12 Congreso. Los chuchos renunciaron a la confrontación y sólo obtuvieron que no hubiera, como debió ser, una decisión congresual de no ir en ningún caso en alianza con el PAN y con el PRI. Eso lo pueden explotar en lugares en que son hegemónicos. Obtuvieron también, como dije antes, un plazo cómodo para que abandonen la dirección del partido (todos los órganos de dirección partidista tendrán que ser renovados en el transcurso del año próximo). A muchos eso no les gustó. Lo mejor de todo: se obtuvo una revalidación de la política de alianzas que dio lugar al Frente Amplio Progresista y que ahora se llamará de otro modo.
Eso fue el canto del cisne del chuchismo como corriente hegemónica del PRD. No creo que nadie tome en serio a Carlos Navarrete cuando dice que está listo para ser candidato presidencial de la izquierda para 2012. Algo no debe funcionarle bien. Claro que los suyos siguen siendo dueños de buena parte de la estructura de mando del PRD, pero ya no como antes.
El movimiento cívico sigue su marcha. López Obrador tendrá sus razones para decir que nosotros no peleamos por el cambio de poder en 2012 y que el movimiento va más allá. Esto último yo también lo creo, pero todo sería inútil si no nos esperara en el camino la próxima estación que es, justamente, 2012.
El brujo de Beatriz Paredes José Gil Olmos
Beatriz Paredes en la Cámara de Diputados.
El reportero José Gil Olmos escribió el libro Los Brujos del Poder 2 que desde hace unas semanas se encuentra en circulación. A continuación presentamos el capítulo referente a la actual presidenta nacional del PRI, Beatriz Paredes.
Wenceslao Flores Xala, alias el Gato Negro, es un hombre al que no le gusta hablar mucho; es discreto hasta para caminar, pues cuando se dirige a algún lado de su pueblo apenas se escuchan sus pasos. Pero su mesura tiene un límite: no le gusta ser engañado.
Moreno, bajo de estatura, vestido de paisano, a Wenceslao tampoco le gusta hablar mucho cuando pasea por el zócalo de Santiago Tuxtla o cuando viaja por algunas partes del país y del extranjero para hacer uno de sus trabajos de brujería, invitado por sus clientes.
Aunque nació en Catemaco, decidió mudarse a este pueblo cuando conoció a Bernarda, la hija del famoso brujo mayor José Xólotl, de quien se cuentan múltiples historias, la más increíble de las cuales es que había aprendido a volar.
A Wenceslao le llaman también el Duende Negro, nombre con el que se identifica en su tarjeta de presentación como brujo, la cual es de color azul y está llena con imágenes de un murciélago que vuela bajo una luna llena y un chimpancé que muestra los dientes. En la pequeña cartulina de publicidad asegura que tiene “el poder maravilloso de la magia” y que puede hacer múltiples “trabajos” por imposibles que sean, como retirar enfermedades difíciles de curar, hacer todo tipo de limpias, conjurar maleficios y ejecutar otros “trabajos” más tradicionales como conseguir al ser amado, lograr que éste regrese o que haya éxito en los negocios.
Su especialidad, sin embargo, es la magia negra. Para celebrar sus ritos tiene un lugar secreto en las montañas de bosque tropical de la región de los Tuxtlas donde —asegura—, si es necesario, sacrifica a algunos animales e invoca al mal.
La mayor parte de sus conocimientos de magia negra los aprendió de su suegro José Xólotl, quien murió hace unas décadas y cuyo nombre en la mitología mexica y tolteca significa “señor de la estrella de la tarde y del inframundo”, que remite a la deidad que ayudaba a los muertos en su viaje a Mictlán. También es conocido como el dios del fuego y de la mala suerte y su nombre en náhuatl significa perro.
Xólotl era reconocido en la región como uno de los mejores brujos mayores por sus extraordinarios poderes para curar y también por realizar “trabajos” difíciles, como eliminar a los enemigos. De él se conservan fotos con personajes famosos de otra época como Raúl Velasco, un asiduo cliente de los brujos de Catemaco.
De su suegro, el brujo mayor de Santiago Tuxtla, el Duende Negro o el Gato Negro aprendió muchos de los artilugios, la mayoría de magia negra, a los que le ha agregado sus propias experiencias, como el culto a la Santa Muerte.
Su esposa Bernarda, hija de Xólotl, también practica la magia, pero sólo la blanca, y realiza sus “trabajos” con yerbas, lociones, rezos y oraciones a los santos y a las vírgenes. Es la otra parte de la magia negra que su padre y su esposo Wenceslao eligieron y que en el caso de este último llega a utilizar cuando se lo piden sus clientes que lo vienen a buscar hasta su casa o que le piden que vaya a distintos lugares como la ciudad de México, Playa del Carmen, Tijuana, Chetumal, Chiapas, Toluca y algunas ciudades de otros países como los Estados Unidos, Guatemala y Belice.
Su fuerte es hacer cultos para gente poderosa, entre la cual se cuentan los políticos de todos los partidos, así como a empresarios de diversos lugares del país y aun del extranjero, algo que obviamente no anuncia en sus tarjetas de presentación, pues la discreción es una parte importante de su trabajo y, sobre todo, de su prestigio.
Sin embargo, esta fama y su trabajo de brujo ha traspasado las fronteras, pues su prestigio ha pasando de voz en voz entre los que han quedado satisfechos por sus “trabajos”. De esa manera conoció a la dirigente nacional del pri, Beatriz Paredes, una de las aspirantes a la candidatura presidencial para las elecciones de 2012.
El Duende Negro recuerda que hace aproximadamente siete años llegó hasta su casa de Santiago Tuxtla una mujer que se presentó como Doña Eli. En esa ocasión le dijo que quería un “trabajo” para una persona importante y le reveló que se trataba de la ex gobernadora de Tlaxcala, Beatriz Paredes, quien deseaba limpiar el camino de su carrera política porque había tenido algunos problemas.
Las fechas coinciden con los tiempos de una mala racha en la trayectoria de la priísta. Hacia 2002 perdió la contienda interna por la presidencia del PRI frente a la dupla formada por Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, en un proceso que estuvo lleno de irregularidades, el cual fue calificado por su compañera de partido, María de los Ángeles Moreno, como un fraude realizado por “delincuentes electorales”.
La ex embajadora de México en Cuba en tiempos salinistas no veía su suerte después del golpe que le dieron Madrazo y la maestra Gordillo, pues de pronto vio cómo se frustraban sus planes para consolidar su proyecto político. Por vía de mientras ocupó la presidencia de la Fundación Colosio, que se ha convertido en un refugio para los priístas, pues nadie la toma en cuenta a pesar de que institucionalmente es considerada como el sitio de donde surgen los planes ideológicos del PRI.
Todo parece indicar que para salir de esa mala racha buscó la ayuda del brujo de Santiago Tuxtla, quien le pidió a Doña Eli una foto de Beatriz Paredes, su nombre completo, su fecha de nacimiento y su signo zodiacal. Se trataba de iniciar un rito de magia negra, apotropaico, de una ceremonia dedicada a la Santa Muerte, para lo cual requería previamente elaborar su carta astral.
—Después de un día de trabajo le pedí a Doña Eli que le dijera a su amistad que iba a triunfar, pero que necesitaba un “trabajo” directo que le iba a costar 6 000 pesos cada sesión —cuenta el Duende Negro en un par de entrevistas realizadas en el zócalo de Santiago Tuxtla, durante el Encuentro Nacional de Brujos—.
Beatriz Paredes quería llegar hasta donde está ahora; no quería tener rivales. Además, me dijo que deseaba ser candidata a la presidencia. Le dije que podía tener las dos cosas y que para eso le iba a hacer un “trabajo” difícil en seis sesiones. Pero todos los trabajos cuestan —dice al revelar que por cada trabajo le pagó entre 6 000 y 7 000 pesos.
—¿No había desconfianza de la gente de Beatriz Paredes de que todo fuera un engaño?
—No, porque mi trabajo está recomendado por gente importante. Yo nunca he estafado a nadie; tampoco los he engañado. Yo hago mi trabajo seguro para quien me lo pide.
— ¿Y qué quería Beatriz Paredes?
-- Quería tener más poder y una mejor posición que la que había tenido hasta ese momento.
Entrevistado en la pequeña choza improvisada de paja y madera que a principios de marzo de 2009 el municipio de Santiago Tuxtla mandó instalar en el zócalo del pueblo como parte de las celebraciones del Encuentro de Magia, Artesanías y Cultura de los Tuxtlas, el brujo asegura que la ex coordinadora del PRI en la Cámara de Diputados fue a su casa para que le hiciera el primer “trabajo”.
Aunque los brujos de Catemaco reconocen que Beatriz Paredes ya había estado en la región dos años antes, para que le realizaran unas limpias que le ayudaran a ahuyentar los malos espíritus, luego de que su partido perdió la presidencia de la República en el año 2000 y se fracturara en múltiples grupos, Wenceslao, sin embargo, afirma que en aquella ocasión llevó a la ex gobernadora de Tlaxcala hasta el lugar sagrado que tiene en el bosque, donde realizó el acto de magia negra e invocó “a los espíritus de los grandes hombres” para que la ayudaran a alcanzar el poder que tanto deseaba la priísta.
Y también le rezó el novenario a la Santa Muerte para que ésta apalancara los planes políticos de la actual dirigente nacional del PRI.
—La llevé a mi templo y ahí realizamos el rito; sacrifiqué una gallina negra y lancé los conjuros necesarios…
—¿En qué consistían esos conjuros? ¿Qué hizo?
—Bueno, fue una ceremonia que duró todo un día. Empecé diciendo: “Yo te conjuro por lo que quieres ser…. Espíritus de los grandes seres, los invoco para lograr que Beatriz Paredes llegue a lo que quiere ser”…
El brujo no proporciona muchos detalles de la ceremonia. Sólo afirma que elevó muchas oraciones a la Santa Muerte pidiéndole que ayudase a la actual dirigente del PRI y que por nueve días seguidos, ya solo, realizó nuevas oraciones a la deidad esquelética, la misma a la que le rezan delincuentes y narcotraficantes en varias zonas del país.
“Le oré a la Santa Muerte por nueve días seguidos para que Beatriz Paredes tuviera poder, potestad y autoridad donde pisara, para que realizara todo lo que deseaba y para hacer a un lado a todos sus enemigos.”
Wenceslao asevera que las otras cinco sesiones las llevó a cabo en la casa de Doña Eli en la ciudad de México y que en todas estuvo presente Beatriz Paredes. Por cada una de estas sesiones cobró 6 000 o 7 000 pesos, insiste.
—¿Logró Beatriz Paredes lo que quería?
—Mire dónde está y hacia dónde va —contesta con una leve sonrisa de satisfacción—. Es un logro de lo que deseaba ser y lo ha conseguido en el tiempo conveniente…
Pero este gesto no dura mucho tiempo. Su rostro se ensombrece cuando recuerda que Doña Eli sacó provecho de la situación, pues mientras él cobró 6 000 o 7 000 pesos por cada sesión, la amiga de Beatriz Paredes le cobró 600 000 pesos.
Enigmático como es, lanza una sentencia: “No es justo eso, pues nuestros ‘trabajos’ cuestan. Se aprovecharon de mi trabajo, pero las malas acciones siempre se pagan”.
PRI, cambio imposible; muerte improbable
El despertar
José Agustín Ortiz Pinchetti
En el lejanísimo 1970 Cosío Villegas veía el dilema del PRI: su muerte o su transfiguración en partido moderno. Aceptaba que el viejo gran partido persistía en su vicio principal: favorecer a 9 por ciento de la población a costa del restante 91. Este rezago contrastaba con una sociedad cada vez más exigente. Por supuesto que el PRI no sólo abandonó el intento de justicia social, sino que a partir de 1985 se entregó al neoliberalismo”. No sólo persistió en beneficiar a la oligarquía de ese 9 por ciento, sino le entregó progresivamente el poder. La crisis financiera que provocó esta política obligó a Zedillo a abrir el juego y el PRI perdió.
En 2000, cuando Vicente Fox, opositor democrático, “sacó al PRI de Los Pinos”, supusimos que el tricolor tendría que transformarse o desaparecer. Pero Fox le garantizó la impunidad y siguió con sus mismas corruptelas y abusos. Ahora, apoyado en forma cada vez más cínica por Felipe Calderón, se prepara para “regresar a Los Pinos”, pero no para cambiar el rumbo, sino para compartir con su viejo enemigo, el PAN, los negocios y apoyos que le proporciona el patronazgo de la oligarquía.
Si usted lo duda, vea cómo el PRI ha defendido heroicamente los privilegios de los grandes emporios. Cómo ha volteado la espalda al sindicalismo combativo. Cómo protege las ventajas de los grupos fácticos y de sus 470 empresas, que a pesar de generar la mitad del producto interno sólo pagan 1.7 por ciento de impuestos. Ahora resulta que la “liberal” Beatriz Paredes, quien busca la alianza con la retrógrada Iglesia católica, impulsa la campaña contra la despenalización del aborto. El PRI está confiado en lo más negro y reaccionario de la sociedad política. Así, su precandidato más fuerte, Enrique Peña Nieto, se protege bajo el manto de Carlos Salinas, quien representa justamente el amarre entre los grupos de interés y la clase política. El PAN está optando por convertirse en aliado permanente del PRI con la esperanza de crear una especie de bipolaridad que les permita repartirse el poder y los negocios.
Para que esto pueda funcionar tendrán que cumplir un trámite: desmontar el único polo opositor que incluye el movimiento que encabeza AMLO y la unificación todavía precaria, pero ya clara, de los partidos de izquierda. Si esta resistencia no existiera o fracasara, el país tendería no a su recuperación, sino a acelerar su decadencia y renunciaría al futuro para regresar a un pasado que imaginábamos superado para siempre.
jaorpin@yahoo.com.mx
Juanito se rajó
El día del estreno se antojaba complicado que Juanito hiciera comedia: minutos antes de la tercera llamada, la Asamblea Legislativa del DF nombraba a Clara Brugada delegada legítima en Iztapalapa, por lo que Rafael Acosta volvía a ser un don nadie despojado de todo el morbo inicial.
Dom, 13/12/2009 - 05:37
Fotos: Sara Escobar¡Ay Juanito, no te rajes!, dura casi dos horas, pero Rafael Acosta, el “actor” invitado, sólo aparece 10 minutos con 6 segundos: Los seis segundos al inicio (cuando dice “ah chingá, ¡ya empezó la obra!”), y diez minutos en el segundo acto, periodo en el que El Caballo Rojas —en su papel de borracho— se la pasa humillándolo. “¿En dónde te imaginas estar en diez años?”, pregunta el cómico a lo que el iztapalapense responde, ya no sabemos si en serio o a chacota: “Voy a ser candidato a la Presidencia de la República”. Su interlocutor lo remata sin piedad con un “ahora, ya cualquier pendejo quiere ser presidente”.
Cuando se esperaba que la primera función del montaje de estreno en el Blanquita fuera tumultuaria, diez minutos antes de iniciar sólo unas cien personas, de las cerca de 800 que recibe el inmueble, esperaban sentaditas a que el espectáculo iniciara. En la explanada del teatro, un grupo de 10 pejistas-brugadistas-leninistas hacían intentos por reventar el acto y se desgañitaban con voz aguardentosa: “¡No lo venga a ver, no lo venga a ver, ese Juanito no es un actor, es una puta de cabaret!”. Incluso, algunos de ellos pagaron su boleto para denostar al personaje, aunque para su desgracia adquirieron de gayola, por lo que sus consignas llegaban ya muy apagadas al escenario.
Pero el más afectado por la renuncia del Juanete no fue él mismo, sino el tan anunciado espectáculo. “¡Hubiera hecho sabadazo para renunciar hasta el lunes!”, se lamentaba el primer actor Rafael Inclán, sentado en la fila 10 al lado de quien esto escribe. No es lo mismo tener al delegado de Iztapalapa que a un don nadie, un pelele, que incluso tuvo que despedir a El Caballo como su secretario de Cultura, ante las nuevas circunstancias. Por eso es que Alberto Rojas (quien sí mantuvo al de la bandita tricolor en su puesto) sacó su frustración en los diez minutos que tuvo como su patiño al Juanito —vestido ridículamente de azteca—, y al cual casi no dejó hablar.
Más que una obra, ¡Ay Juanito, no te rajes! es teatro de revista en el que se presentan diversos números musicales, un mago, sketches, el ballet de Roberto y Mitzuko, un monólogo a la stand up comedy a cargo del comediante Jaime Rubiel y sólo faltó que una cabaretera llegada de los años setenta hiciera su exitoso numerito para que el presidente en turno le pusiera casa chica.
El show vale la pena simplemente por ver a Benito Castro en su papel de un Jesús Martínez Palillo celestial, quien pide la anuencia de San Pedro para bajar a la tierra a ver cómo han dejado a su México los políticos a los que siempre odio y martirizó. En el largísimo sketch de Palillo, Benito aprovecha para caricaturizar sin piedad a todos los partidos y a todos los políticos de los últimos 30 años. “A Calderón la gente ya le dice Lipe, porque le perdieron la Fe”. Castro repite en el segundo acto con un sketch un poco más flojo y convencional dedicado a las mujeres y con el cual se bajó el telón.
¡Ay Juanito, no te rajes! es un fraude en muchos sentidos. No es una obra de teatro, el invitado de honor (que incluso prestó su nombre para el de la puesta en escena) es reducido a su mínima expresión y de Juan sin miedo, pasó a ser Juanito Alimaña. Al final, una vez más este show se prestó para que la familia y los cuates de Alberto Rojas tuvieran chamba el fin de semana, a costa del ex delegado de Iztapalapa.
Primero fue el AMLO. Después Clarita la Brugada. Enseguida entraron las televisoras. Más adelante el PAN vía Mariana Martín del Campo. Y de viernes a domingo fue Alberto Rojas El Caballo quien usó, exprimió, y jugó con los sentimientos del que, sin duda, será el personaje del año en la política mexicana. El Ceniciento Rafael Acosta, quien no tarda en regresar a vender paletas a su humilde esquina de Santa Martha Acatitla.
¿Cómo no quieren que a la mera hora se raje?
Ataques cada vez más frontales del crimen organizado
Periodistas de EL UNIVERSAL
Bajo Reserva
13 de diciembre de 2009
Ya lo anticipaba el representante regional de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Antonio L. Mazzitelli, quien afirmó que los cárteles mexicanos recurren ya a actos de terrorismo para obligar a la población civil y, en particular, a las autoridades, a lograr pactos. Parece que no se equivoca. La ofensiva emprendida por grupos criminales organizados contra el aparato de seguridad del Estado en los últimos días así lo demuestra. Los ataques sistemáticos a instalaciones militares y policiacas, principalmente en Michoacán, revelan una nueva estrategia de hostigamiento frontal del narco que amenaza con intensificarse conforme avance el tiempo. Lo mismo lanzan granadas de fragmentación a cuarteles y bases, que rafaguean instalaciones y hoteles donde se albergan las fuerzas federales. Eso sin contar el secuestro de efectivos militares y policiacos que participan en los operativos contra las drogas y el crimen organizado. Este es un asunto al que no se le debe perder de vista por nadie.
Su viaje fue discreto pero efectivo, o al menos esa fue la percepción del periplo de la canciller Patricia Espinosa por Cuba. En la isla, la responsable de la conducción de la política exterior del país destrabó una serie de problemas que obstaculizaba el relanzamiento de las relaciones bilaterales. De entrada, nos cuentan, el presidente Raúl Castro estaría dispuesto a viajar a México el próximo año, como muestra de que entre ambos países no hay otra cosa que amistad y entendimiento. Espinosa extendió una invitación que, en principio, fue aceptada. Antes, seguramente en el primer trimestre de 2010, Calderón estaría en La Habana, donde sellaría la amistad México-Cuba en una nueva era de relación. Raúl y Fidel Castro serían anfitriones del mandatario, quien por razones más políticas que diplomáticas canceló su visita a la isla en diciembre de 2008.
Feliz, feliz, feliz está Andrés Manuel López Obrador, porque una vez más demostró que no está muerto y que su poder e influencia en el PRD (y otros partidos) y en sectores sociales, sigue vigente. Lo de Rafael Acosta es la prueba. Al final del día, o más bien del circo en que se convirtió el asunto de Iztapalapa, puso a Juanito, quitó a Juanito, regresó Juanito y volvió a quitar a Juanito, con los buenos oficios del jefe de Gobierno Marcelo Ebrard. Gente cercana al tabasqueño no duda en pregonar que lo de Rafael Acosta no fue más que el termómetro para conocer la temperatura de López Obrador en el ambiente político. El caso Juanito tuvo muchos titiriteros, pero hubo uno que de manera simultánea manejó los hilos de varios de los muñecos de madera que actúan en el escenario político, y ese fue Andrés Manuel López Obrador. Sí, el tabasqueño, el ex candidato presidencial, el presidente legítimo y, nadie duda, futuro suspirante por Los Pinos (y eso que no cree en la reelección), quitó a Juanito y puso, como desde un principio lo contempló, a Clara Brugada. Para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo, dice el refrán.
Apunte final: la boda de Maximiliano Cortázar, coordinador de Comunicación Social de la Presidencia, con Jennifer Hart- jen Islas, en el hotel Sumiya de Cuernavaca, sirvió para el encuentro de la crema y nata del panismo. Al enlace matrimonial asistieron el presidente Felipe Calderón y algunos integrantes del gabinete federal.
Bajo Reserva
13 de diciembre de 2009
Ya lo anticipaba el representante regional de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Antonio L. Mazzitelli, quien afirmó que los cárteles mexicanos recurren ya a actos de terrorismo para obligar a la población civil y, en particular, a las autoridades, a lograr pactos. Parece que no se equivoca. La ofensiva emprendida por grupos criminales organizados contra el aparato de seguridad del Estado en los últimos días así lo demuestra. Los ataques sistemáticos a instalaciones militares y policiacas, principalmente en Michoacán, revelan una nueva estrategia de hostigamiento frontal del narco que amenaza con intensificarse conforme avance el tiempo. Lo mismo lanzan granadas de fragmentación a cuarteles y bases, que rafaguean instalaciones y hoteles donde se albergan las fuerzas federales. Eso sin contar el secuestro de efectivos militares y policiacos que participan en los operativos contra las drogas y el crimen organizado. Este es un asunto al que no se le debe perder de vista por nadie.
Su viaje fue discreto pero efectivo, o al menos esa fue la percepción del periplo de la canciller Patricia Espinosa por Cuba. En la isla, la responsable de la conducción de la política exterior del país destrabó una serie de problemas que obstaculizaba el relanzamiento de las relaciones bilaterales. De entrada, nos cuentan, el presidente Raúl Castro estaría dispuesto a viajar a México el próximo año, como muestra de que entre ambos países no hay otra cosa que amistad y entendimiento. Espinosa extendió una invitación que, en principio, fue aceptada. Antes, seguramente en el primer trimestre de 2010, Calderón estaría en La Habana, donde sellaría la amistad México-Cuba en una nueva era de relación. Raúl y Fidel Castro serían anfitriones del mandatario, quien por razones más políticas que diplomáticas canceló su visita a la isla en diciembre de 2008.
Feliz, feliz, feliz está Andrés Manuel López Obrador, porque una vez más demostró que no está muerto y que su poder e influencia en el PRD (y otros partidos) y en sectores sociales, sigue vigente. Lo de Rafael Acosta es la prueba. Al final del día, o más bien del circo en que se convirtió el asunto de Iztapalapa, puso a Juanito, quitó a Juanito, regresó Juanito y volvió a quitar a Juanito, con los buenos oficios del jefe de Gobierno Marcelo Ebrard. Gente cercana al tabasqueño no duda en pregonar que lo de Rafael Acosta no fue más que el termómetro para conocer la temperatura de López Obrador en el ambiente político. El caso Juanito tuvo muchos titiriteros, pero hubo uno que de manera simultánea manejó los hilos de varios de los muñecos de madera que actúan en el escenario político, y ese fue Andrés Manuel López Obrador. Sí, el tabasqueño, el ex candidato presidencial, el presidente legítimo y, nadie duda, futuro suspirante por Los Pinos (y eso que no cree en la reelección), quitó a Juanito y puso, como desde un principio lo contempló, a Clara Brugada. Para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo, dice el refrán.
Apunte final: la boda de Maximiliano Cortázar, coordinador de Comunicación Social de la Presidencia, con Jennifer Hart- jen Islas, en el hotel Sumiya de Cuernavaca, sirvió para el encuentro de la crema y nata del panismo. Al enlace matrimonial asistieron el presidente Felipe Calderón y algunos integrantes del gabinete federal.
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