sábado, 8 de septiembre de 2018

EU consideró apoyar un golpe de Estado con militares de Venezuela: NYT

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en un acto militar

Washington. Funcionarios de la administración Trump se reunieron secretamente con militares venezolanos para discutir el derrocamiento del presidente Nicolás Maduro, pero finalmente decidieron no actuar, reportó este sábado el New York Times.
Trump ha sido duramente crítico con el régimen de izquierda de Maduro, mientras Venezuela se precipita hacia una grave crisis económica y humanitaria que ha desatado violentas protestas y provocado una ola migratoria a países vecinos.
The New York Times, citando a funcionarios estadunidenses anónimos y a un ex comandante militar venezolano que participó en las conversaciones secretas, dijo que los planes del golpe se estancaron.
Citó que la Casa Blanca se negó a proporcionar respuestas detalladas cuando se le preguntó sobre las conversaciones, pero enfatizó en la necesidad de "dialogar con todos los venezolanos que demuestren un deseo de democracia".
Después de que drones cargados de explosivos estallaron cerca de Maduro en un acto el 4 de agosto en Caracas, el mandatario culpó de ello a Estados Unidos, Colombia y a sus enemigos domésticos.
El Departamento de Estado condenó la "violencia política", pero también denunció detenciones arbitrarias y confesiones forzadas de sospechosos por parte del gobierno de Venezuela.
El consejero de seguridad nacional de Estados Unidos, John Bolton, insistió en que "no hubo participación del gobierno de los Estados Unidos" en el incidente del 4 de agosto.
En agosto de 2017, los medios informaron que Trump preguntó a sus principales asesores sobre el potencial de una eventual invasión estadounidense a Venezuela. En la misma época, dijo públicamente que no descartaría una "opción militar" para terminar con el caos en el país sudamericano.
El colapso de la economía de Venezuela bajo el gobierno de Maduro ha llevado a una grave escasez de alimentos y medicinas.
Maduro ha hecho responsable a Estados Unidos por muchos de sus problemas. La teoría de que la administración de Trump incluso haya considerado respaldar un intento de golpe de Estado seguramente alimentará esos cargos, sobre todo, dada la larga historia de intervenciones secretas de Estados Unidos en América Latina.
Mari Carmen Aponte, una de las principales diplomáticas de Estados Unidos para asuntos latinoamericanos en la administración del presidente Barack Obama, dijo al New York Times que "esto va a aterrizar como una bomba" en la región.

¿Mitómano o delirante?

Peña retrató un México idílico, inexistente. Foto: Cuartoscuro.

Washington, D.C.— La negación de Enrique Peña Nieta llega al extremo de afirmar, como lo hizo en videos y en su cuenta de Twitter con motivo del Sexto Informe, que la invitación que Luis Videgaray le hizo en agosto de 2016 a Donald Trump permitió que México pudiera entenderse con el ahora presidente de Estados Unidos. “¿La visita de Trump a México? Un encuentro apresurado que a la postre dejó algo positivo: dejó abierta la puerta para tener un diálogo abierto con el Gobierno de Estados Unidos. Ahí están hoy los resultados. Se trata de que con el #TLCAN ganemos todos”, lanzó en Twitter el 28 de agosto.
El individuo que la invitación de Videgaray ayudó a ganar la elección de 2016, es un hombre que no está capacitado intelectual y emocionalmente para ser presidente. Un adelanto de “Fear”, el explosivo libro de Bob Woodward que saldrá a la venta el 11 de septiembre para coincidir con el aniversario de los ataques terroristas, revela que el secretario de la Defensa, aterrado por la ignorancia de Trump, dijo que actuaba y tenía la comprensión de un alumno de primaria. Su actual chief of staff señaló que estaba “trastornado de la cabeza” y que era un “idiota”. El antecesor de éste, bautizó la alcoba presidencial—donde Trump cambia de canal televisivo obsesivamente—la “guarida del diablo”, y las madrugadas y domingos por la noche, cuando tuitea profusamente, la “hora de las apariciones”. Según el libro, Trump sintió como “patada en el estomago” cuando el  presidente de Egipto dudó su permanencia en la presidencia. El texto del reportero que llevó a la renuncia de Richard Nixon concluye que si Trump no ha hecho volar al mundo, es porque otros se lo han impedido (The Washington Post,04/09/2018). Tras calificarlo de “obra ficción”, Trump lanzó una cacería de brujas para dar con las fuentes del periodista.
El Trump de Woodward es el individuo con quien México logró un acuerdo comercial del que Peña se vanagloria. Es el personaje  con quien Manuel López Obrador se empeña en tener una relación cordial que raya en el apaciguamiento chamberliano. En su último informe de gobierno, Peña se congratuló por el “entendimiento” comercial bilateral alcanzado con Trump en el que, según aseveró, México cumplió sus objetivos sobre libre comercio, cuotas y solución de controversias. ¿Qué tan benéficos pueden ser esos objetivos cuando Trump no se cansa de presentar el acuerdo con México como trofeo de una gran victoria?
Bajo la mirada complaciente de los billonarios de Forbes que lo arroparon durante el sexenio, Peña retrató un México idílico, inexistente. Ante aplaudidores demagogos que, como dice Pérez Reverte, son aún más peligrosos y despreciables que los fundamentalistas pues al menos éstos tienen fe, presumió el éxito de su sexenio que, afirmó, redujo la pobreza y elevó la estatura mundial del país en materia energética, turística y agrícola.
Para Peña no hubo curva de aprendizaje. Se va como llegó. Gris.   Inepto. Deshonesto. Altivo. Vengativo. Enarbolando la “verdad histórica” en torno a los 43 normalistas de Ayotzinapa. Subestimando el peor crimen que cuestionó su moralidad. Removiendo heridas. Negando conflicto de interés en la compra de la llamada “casa blanca” de Angélica Rivera. Minimizando el mayor escándalo de corrupción que hundió su presidencia. Burlándose de la opinión pública.
A lo largo del sexenio, tergiversó la verdad o, en el mejor de los casos, dijo verdades a medias. Encubrió y amañó hechos. Espió a la prensa no chayotera, a periodistas independientes, a académicos críticos, y a organismos internacionales y no gubernamentales. Maniobró para depurar a la radio de voces incómodas e ignoró la escalada de homicidios de periodistas. Acusó a la sociedad civil de hacer bullying. Protegió cómplices. Perdonó a presuntos criminales. Hizo de la impunidad la regla.
¿A quién cree que engaña? Ciertamente no al electorado que rechazó la corrupción que su secta de creyentes elevó a culto. Tampoco a la sociedad que denunció su narrativa a modo sobre  Ayotzinapa y la “casa blanca”. Sus intereses políticos y su afán por mantener en el poder a la secta de Atlacomulco lo llevaron a crear un mundo ficticio. Peña vive en una burbuja divorciada de la verdad que le permite creer las mentiras que defiende. Difícil saber si Peña es mitómano o delirante. Como Trump, es incapaz de reconocer verdades. Hacerlo, por más crudas que éstas sean, significa afrontarlas. Actuar en consecuencia. Sin cálculos electorales ni mezquindades personales de por medio.
Abraham Lincoln decía que se “puede engañar a todo el mundo algún tiempo… se puede engañar a algunos todo el tiempo… pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Peña no pudo engañar a todos los mexicanos todo el tiempo. Se va, pero sus mentiras y crímenes se quedan. Corresponde a la sociedad exigir llevarlo a cuentas.

Twitter: @DoliaEstevez

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