18 de enero de 2014. Cuando la pequeña Cesna en que volaba el doctor José Manuel Mireles Valverde se desbarató al tocar tierra, el pasado sábado 4 de enero, en un paraje de La Huacana, la PGR se apresuró a decir que el médico venía de Guadalajara, “dondesostuvo pláticas de paz”, y se dirigía a Tepalcatepec, municipio donde tiene su casa.
Basta un vistazo al mapa michoacano para comprobar que esto es falso. Imaginemos la carátula de un reloj. Pongamos que arriba, en el 12, está el municipio de Parácuaro. En el 4, el municipio de La Huacana. Y en el 9, el de Tepalcatepec. Perfecto: ya nos situamos.Pensemos, ahora, que en el centro del reloj está el municipio de Apatzingán, bastión de los Caballeros Templarios.
Según la PGR, la Cesna despegó de Guadalajara a las 17: 34. En nuestro reloj, esa ciudad queda afuera del cuadrante, a la izquierda, muy lejos del número 12. ¿Por qué si la nave iba de Guadalajara hacia el número 9 del reloj se estrelló en el número 4?
Tepalcatepec está exactamente en la frontera de Jalisco y Michoacán, en tanto La Huacana se ubica más bien cerca de los límites de Michoacán y Guerrero. ¿Por qué si Mireles regresaba a su casa, desde Guadalajara (según la PGR), no voló en línea recta hacia Tepalcatepec? O dicho de otro modo: ¿por qué, si venía de Guadalajara, se fue casi hasta el otro lado de Michoacán?
Todas estas preguntas tienen una sola respuesta: el sábado 4 de enero Mireles no estuvo en Guadalajara, donde nada tenía qué hacer, sino en Parácuaro, donde coordinó la toma del palacio municipal al frente de cientos de hombres armados alrededor de las dos de la tarde.
Una vez que la situación quedó bajo control de las autodefensas locales, apoyadas por una eufórica ciudadanía que al fin, después de muchos años, se sentía a salvo de los Templarios, Mireles despegó de Parácuaro hacia La Huacana, para rodear el territorio de Apatzingán por el este, con la idea de continuar hacia el sur, antes de recorrer el tramo final de la ruta hacia el noroeste, es decir, hacia Tepalcatepec, pero la PGR dijo que volvía de Guadalajara, para librarlo de toda culpa por la toma de Parácuaro y poder brindarle atención médica y protección inmediata, después de su accidente, custodiado por el ejército y la Policía Federal, hasta ponerlo a salvo en un hospital de la ciudad de México, cerca del Campo Militar Número Uno.
El plan paramilitar de EPN
Durante su gestión (desastrosa) como gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto visitó en varias ocasiones al que entonces era presidente de Colombia, el conocido exterminador llamado Álvaro Uribe, que para combatir a las guerrillas asociadas a los cárteles del narcotráfico creó un gigantesco ejército de paramilitares, cuyos jefes, líderes y representantes llegaron a ocupar más de la mitad de las sillas en el Congreso de aquel país.
Uno de los militares que tuvo a su cargo la creación y el desarrollo de esos grupos de hombres fuertemente armados, que llenaron miles y miles de fosas clandestinas, fue el general Óscar Naranjo. Condecorado con el título de “mejor policía del mundo”, tras el desmantelamiento de los cárteles de Cali y de Medellín, Naranjo se convirtió a finales de 2012 en “asesor externo” de Peña Nieto y, por lo visto, trabajó con gran rapidezporque, en febrero de 2013, en medio de un gran sigilo, el doctor Mireles al frente de muchos hombres muy bien armados tomó Tepalcatepec, donde reside desde que volvió a México en 2007, el año en que Felipe Calderón desplegó su política genocida por todo nuestro (ex) país.
¿Quién es Mireles? El columnista de Reforma, Roberto Zamarripa, reveló el pasado lunes 13 de enero que el carismático doctor estuvo preso en Michoacán precisamente por narcotráfico en 1989. Tim Johnson, reportero de la poderosa cadena de medios impresos y electrónicos de Estados Unidos llamada McClatchyDC, lo entrevistó en noviembre de 2013 en Tepalcatepec.
Johnson contó que de 1997 a 2007, Mireles Valverde vivió en Modesto, un pueblo situado en el norte de California, donde, como no podía ejercer su profesión, porque las autoridades gringas no reconocieron su título profesional expedido por la Universidad Nicolaíta, hizo de todo para ganarse la vida, desde picar piedra en una cantera hasta empacar pollos, pero los sábados y domingos, junto con su hija, era traductor voluntario para la oficina de la Cruz Roja local. Otras versiones, no confirmadas, aseguran que fue médico del ejército de Estados Unidos.
Desde que se “levantó en armas” en febrero de 2013, en Tepalcatepec, hasta que se lesionó seriamente en La Huacana a principios de 2014, Mireles había logrado tomar 11 municipios (incluido Parácuaro) que estaban sometidos y asolados por los Caballeros Templarios, a ciencia y paciencia de los gobiernos estatales y con la anuencia de Felipe Calderón.
En la actualidad, voceros de las tropas paramilitares de Naranjo en Michoacán, acaudilladas por Mireles y otros líderes locales, aseguran que suman ya 25 mil hombres y mujeres. En su gran mayoría –todas las fotos lo dicen– cuentan con fusiles de asalto AK-47 y R.15, camionetas último modelo, pintadas de negro y balizadas con números de serie y distintivos del Concejo de Autodefensas, así como potentes aparatos de comunicación, además de una red de informantes que interactúan en Twitter mediante la cuenta @ValorMichoacan.
Pero las autodefensas –hoy tan populares y aclamadas en las redes sociales por quienes quieren ver en ellas una auténtica fuerza rebelde que ha puesto en marcha una revolución contra los narcos y el PRI, lo que de ninguna manera es cierto–, no son el único grupo civil alzado en armas en Michoacán, pues no lejos de Pátzcuaro, desde hace muchos años, están los comuneros purhépechas de Cherán, quienes de acuerdo con sus usos y costumbres ancestrales protegen sus bosques de los talamontes y luchan por un verdadero cambio político.
Además de las autodefensas de Mireles-Naranjo en Tierra Caliente y los comuneros de Cherán, que son dos organizaciones muy distintas e ideológicamente contrapuestas, existen focos de resistencia indígena, de origen nahua, en la región de la costa del Pacífico, que han sufrido la violencia de sicarios apoyados por grandes compañías mineras internacionales –de India, Italia y Argentina– ansiosas por apoderarse de los ricos yacimientos de fierro, plomo y otros metales que hay por ahí, muy cerca de la espectacular playa El Tamarindillo, que Lázaro Cárdenas junior regaló a Vicente Fox para agradecerle el detallazo de haberle permitido llegar a la gubernatura.
Hoy, Marta Sahagún y sus insaciables retoños están montando en El Tamarindillo un desarrollo turístico de superlujo, asociados a empresas españolas que son líderes en el ramo del turismo.
Ahora bien, si las autodefensas de Mireles-Naranjo-Peña Nieto-Obama no son la única organización civil armada, los Templarios tampoco son el único cártel que opera en Michoacán, donde también andan como Pedro por su casa los del grupo llamado Jalisco Nueva Generación, ligado al Chapo Guzmán y al cártel de Sinaloa, que desde el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988) hasta hoy, es el de los narcos “buenos”, es decir, el de los amigos y colaboradores de todos los gobiernos neoliberales que habido en México durante las últimas tres décadas.
Paramilitares para qué
Desde el accidente del 4 de enero, que hizo visibles sus nexos con Mireles, pues lo obligó a encubrirlo con mentiras absurdas (“venía de Guadalajara”), y a transportarlo en un helicóptero Black Hawk de la Policía Federal hacia un hospital militar para salvarle la vida,el gobierno de Peña Nieto no sabe qué hacer para desaparecer a las autodefensas de la escena pública.
Con ese propósito, Miguel Angel “Velorio” Chong, secretario de Gobernachong, envió esta semana 11 mil soldados, 11 helicópteros de la PGR y un número desconocido de tanquetas antimotines (¿contra los narcos o contra la población civil?), pero lo hizo con tal desaseo que provocó una oscura matanza en la comunidad de Antúnez, Nueva Italia, y tras anunciar que iba a “desarmar” a las autodefensas las convirtió en héroes epónimos.
Ahora, en las redes sociales ya les compusieron corridos y se multiplican los tuits a su favor, pues la opinión pública se ha fascinado con las mujeres y los hombres que con toda razón, pero ingenuamente, engrosan las filas de la estructura paramilitar diseñada por el general Óscar Naranjo con el apoyo económico y logístico de Obama y el gobierno de los Estados Unidos.
La situación se complica día tras día. El supuesto gobernador de Michoacán, el fantasmagórico priísta Fausto Vallejo, aparece vinculado al cártel Jalisco Nueva Generación, mientras su segundo de a bordo, el secretario de Gobierno y ex gobernador interino, Jesús Reyna García, está claramente ligado a los Templarios.
Estando así las cosas, el doctor Mireles no vaciló en celebrar el retorno de Fausto Vallejo al poder (es un decir), cuando se repuso de los graves achaques que lo tuvieron meses y meses en la lona. Sin embargo, para ocultar los nexos de Mireles con Vallejo, el aparato de propaganda de las autodefensas maldice día y noche al escuálido gobernador, pero al márgen de esta táctica publicitaria observadores internacionales afirman que hay una alianza entre Mireles, Vallejo y el cártel Jalisco Nueva Generación, contra los Templarios y Jesús Reyna.
Para echarle más pepitas de ajonjolí al mole, en medio de esta maraña de relaciones peligrosas, el gobierno federal ha decidido imponerles, a Vallejo y Reyna, un “comisionado especial de seguridad”, que actuará como gobernador de facto, y tomará la batuta para dirigir las operaciones del ejército y la Policía Federal, supuestamente, contra los Templarios, cuando en realidad su cometido consistirá en sacar de escena a las autodefensas mientras el ruido se calma, para volver a utilizarlas cuando otros escándalos distraigan la atención del público.
¿Ocultar a las autodefensas para volver a utilizarlas más tarde? Así es. ¿Contra quién? Obvio: contra los Templarios, pero también contra los comuneros de Cherán, contra los nahuas de la costa y contra toda forma de legítima rebelión que surja eventualmente en el estado. Esos mismos actores sociales fueron los que destriparon los paramilitares de Naranjo, en el proceso de “pacificación” de Uribe, que dejó tantas decenas de miles de muertos en Colombia. No puede ni debe ocurrir lo mismo en México. Las autodefensas, por más que nos duela y cueste aceptarlo, trabajan, a sabiendas o no, para el enemigo.
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