Animal político ''indispensable'' en el panorama político nacional; ahora como diputado federal, coordinador de la bancada que tendrá la mayoría en el Congreso, su influencia será casi del tamaño de su ambición
GUADALAJARA, JALISCO (19/AGO/2012).- El periodista Miguel Ángel Granados Chapa lo llamó “el Profesional”. Calificativo inapelable. Manlio Fabio Beltrones es lo más cercano a un astuto y pragmático hombre de poder. Es la más fina creación de la escuela priista clásica, su astucia y su sagacidad política lo demuestran. Hombre de susurros que se mueve en las sombras de las certezas, su presencia ronda constantemente la conversación pública. En los reflectores mediáticos es un reformista, esa clase de priista que entendió el mensaje del año 2000 y supo reconvertirse, volverse indispensable ante la debacle del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Sin embargo, en la intimidad política es un personaje ávido de negociaciones, un estratega calculador y un hombre que no da pelea por agotada.
hora, Beltrones será uno de los políticos más influyentes en el país, pues se perfila para coordinar la bancada de diputados de su partido, al lado de otro viejo lobo de mar como lo es Emilio Gamboa, quien estaría en ese puesto pero en la Cámara de Senadores.
Con la mayoría priista en el Congreso, Beltrones tendrá en sus manos buena parte de los hilos del poder. El PRI edificó su hegemonía política a través de múltiples mecanismos, prebendas y alianzas que le dieron estabilidad al régimen político en las turbulentas arenas de la Guerra Fría. El tricolor construyó un polivalente discurso de “izquierda”, de antiamericanismo y autonomía nacional; y, al mismo tiempo, combatía cualquier célula comunista y mantenía a raya al más incipiente brote de protesta social. El aliado ideal de Estados Unidos, un régimen con interlocución en una América Latina rodeada de dictaduras e impulsos populistas, pero también un partido que repelería hasta la más mínima pretensión soviética de vulnerar la zona de influencia de la Unión Americana. En esta fauna política de complicidades, corrupciones, grandilocuencias y disciplina, se desarrolló políticamente Manlio Fabio Beltrones. En la misma tierra sonorense de los caudillos que ensamblaron las dispersas piezas posrevolucionarias (Plutarco Elías Callas y Álvaro Obregón) nació hace 60 años Manlio Fabio Beltrones (30 de agosto de 1952). Su trayectoria política es el reflejo más fiel de uno de los mecanismos políticos que le dieron unidad al PRI: la rotación de élites. Más que la cultura del esfuerzo, el partido premiaba la lealtad al régimen, la proclividad al pragmatismo y la sujeción ideológica. Un joven con mucho camino por recorrer Sus habilidades políticas le abrieron camino desde su juventud. A los 23 años, Manlio Fabio ya se codeaba con un sector de la élite política en la Secretaría de Gobernación. Allí encontró su primera experiencia como funcionario público al encargarse del Registro Nacional de Electores. Un buen inicio para un hombre que iba a ser de su fortaleza electoral uno de sus bastiones de ascenso en el PRI. En estos años Manlio Fabio conoce al que sería el más influyente de sus padrinos políticos, Fernando Gutiérrez Barrios. El experimentado político veracruzano construyó una relación de amistad con Manlio Fabio, éste último fue su secretario particular. Gutiérrez Barrios es recordado como uno de los fundadores de la polémica Dirección Federal de Seguridad, unidad de inteligencia con objetivos políticos y de “pacificación social”. Una auténtica policía política que sospechaba de los movimientos políticos de izquierda y que hacía de la guerra contra el comunismo y la “subversión”, su bandera de acción cotidiana. En 1982, Manlio Fabio rompe “el cordón umbilical” con su mentor y comienza una carrera política en solitario que lo lleva a ser el coordinador legislativo en su Estado natal, durante la primera parte del sexenio de Miguel de la Madrid. A los frescos 30, Manlio ya había pasado por aduanas indispensables en su crecimiento político, y se preparaba para construir un proyecto político en su natal Sonora. Así, de 1982 a 1988 se convirtió en el factótum de poder en Sonora: fue presidente estatal del PRI y secretario de Gobierno. Ya en la Presidencia de Salinas, Manlio tomó distancia de su natal Sonora y se convirtió en senador a los 36 años. Como apunta Miguel Ángel Granados Chapa: desde la Tribuna senatorial comenzaron a florecer algunos atributos políticos que posteriormente lo definirían a cabalidad. “Era un orador lodero, es decir, capaz de perpetrar ataques bajos y al mismo tiempo un polemista que podía producir piezas argumentativas de primera calidad”. Así, las mil caras de Manlio se volvían palpables, un hombre dispuesto a sacudirse en las sucias arenas de la política mexicana, pero al mismo tiempo un político de altura dispuesto a construir grandes proyectos nacionales. Ya iniciado el sexenio de Salinas, Gutiérrez Barrios alcanzó la segunda silla de la nación en Bucareli, y desde ahí le ofreció la Subsecretaría de Gobierno, desarrollo Político y Derechos Humanos, una de las vertientes claves en la Oficina de Gobernación. Tras un paso de dos años en su retorno a Bucareli, Beltrones se presentó como candidato a la gubernatura de Sonora. Ganó con amplio margen (68%) y se convirtió en uno de los gobernadores más jóvenes de su Estado: alcanzo la posición a los 39 años. En su administración, el Gobierno estatal se empoderó por encima de sexenios anteriores, su interlocución con el Gobierno de Salinas era sumamente fluida y se erigió como uno de los mandatarios más afines al poder central del PRI. Menos de 40 años y Manlio ya había pasado por Gobernación, la cámara de diputados de Sonora y el Senado, en una trayectoria meteórica de 17 años. Siendo gobernador, en 1994, Beltrones fue el primero que se careó con el presunto asesino de Luis Donaldo Colosio: Mario Aburto. Beltrones conocía de cerca a Colosio, quien incluso compartió algún periodo en el Senado con él. Las versiones extraoficiales de aquél 23 de marzo de 1994, fueron que Salinas le pidió a Beltrones que atendiera “personalmente el problema”, por lo que la participación del ex gobernador de Sonora fue clave. A partir de 1998, cuando deja la gubernatura de Sonora, Manlio Fabio teje una fina alianza con Roberto Madrazo, quien lo lleva a la dirección nacional de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), aunque también marca una de las primeras disputas con la maestra Elba Esther Gordillo. La pugna entre la lideresa vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y Beltrones se ha mantenido hasta la fecha. Desde el año 2006, Manlio Fabio, como coordinador de los senadores del PRI, ha logrado cosechar posiciones en e PRI y servir de contrapeso a la alianza entre Enrique Peña Nieto y Elba Esther Gordillo. Manlio es uno de los personajes que buscaron con mayor perseverancia la ruptura del vínculo electoral entre Nueva Alianza y el PRI, uno de los episodios que llevaron a que “rodara la cabeza” de Humberto Moreira como presidente nacional del PRI. De regreso al “círculo rojo” El Senado de la República ha sido su vuelta a la élite política en los últimos años, desde su ambigüedad característica. Por un lado, como astuto político y sagaz negociador, Manlio olfateó la ilegitimidad y debilidad electoral con la que Felipe Calderón llegaba a la Presidencia de la República. El michoacano necesitaba una mano extendida, y Manlio se convirtió en esa pieza de gobernabilidad que le permitió a Calderón tomar posesión en diciembre de 2006. De facto, Manlio se convirtió en un primer ministro que dibujaba los acuerdos en el Senado y que ofrecía a la Presidencia su excelente relación con Emilio Gamboa Patrón, quien coordinaba a los diputados priistas en la cámara de diputados. Su vocación pragmática lo llevó a negociar reformas constantemente con el Ejecutivo, a empujar puntos de acuerdos como la reforma energética o la débil reforma fiscal. Y, por el otro lado, Manlio también comenzó a esculpirse como “la parte reformista del PRI”. Ante un peñanietismo sumido en los excesos de los gobernadores y en la interlocución con los poderes fácticos, Manlio prefirió el camino de la renuncia. Sus propuestas sobre gobiernos de coalición o su empeño en una reforma fiscal que incluso gravara a alimentos y medicinas, lo convirtieron en esa figura de experiencia con aires reformistas, aquel que buscaba desmontar la vieja maquinaria autoritaria del PRI desde adentro. Ante la imagen y la popularidad de Peña Nieto, Beltrones buscó la vía de identificarse como un “hombre de Estado”, un serio y experimentado político ante las incertidumbres de un iniciado. Beltrones fue una oposición pírrica en la carrera de Peña Nieto a Los Pinos. Sin embargo, el discurso político y la praxis del sonorense lo han llevado a ser, otra vez, un indispensable para Peña Nieto. El mexiquense no encontrará en Beltrones a una oposición sumisa y subyugada al viejo estilo del priiato, sino a un hábil negociador con mucho camino recorrido. En pocas palabras, encontrará a un “animal político” que ha hecho del Legislativo, su fauna predilecta. |
lunes, 31 de marzo de 2014
Manlio Fabio Beltrones, desde los 23 años pegada a la teta del presupuesto
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