Por: Jaime Avilés (@Desfiladero132)
09 de mayo de 2015. Miguel Ángel Mancera Espinosa (México, DF, 1966) no nació, como la gente supone, en la cuna de una familia adinerada. Hijo de Miguel Ángel Mancera Segura y Raquel Espinosa Sánchez, no fue reconocido por su padre –propietario de la cadena de cafeterías “Los bísquets de Obregón”– sino hasta la edad adulta. Fue por ello un joven esforzado y estudioso, que terminó la carrera de Derecho en la UNAM con el promedio más alto de su generación, por lo que fue distinguido con la medalla Gabino Barreda.
Cursó la maestría en la Universidad de Barcelona, el doctorado en la UNAM y tomó cursos de especialización en derecho penal en la Universidad de Castilla-La Mancha. Al recibirse como abogado pone un despacho en Las Lomas de Chapultepec asociado con el penalista Gabriel Regino. Su entrada en la política se la debe a Marcelo Ebrard.
Siendo secretario de Seguridad Pública en el gobierno capitalino de AMLO, Ebrard tuvo un grave problema cuando en uno de los barrios bravos de Tláhuac tres policías fueron linchados y muertos por una multitud. Para destituirlo, Vicente Fox mostró un documento con una firma de Ebrard falsificada. El despacho de Mancera y Regino desmanteló el engaño y su cliente salió invicto.
Ebrard de todos modos pierde la Secretaría de Seguridad Pública pero AMLO lo nombra secretario de Desarrollo Social, cargo que ocupaba la doctora Raquel Sosa, quien pasa a la Secretaría de Cultura. Y Mancera precisamente es quien recibe de manos de Sosa el puesto que desempeñará Ebrard. Desde su nuevo cargo, Ebrard coloca a Gabriel Regino al frente del llamado Plan Tepito. Mancera, con su cauda de títulos y premios académicos, se incorpora, con el apoyo de AMLO, al Consejo de la Judicatura del Tribunal Superior del DF. Su función consiste en supervisar el desempeño de los jueces.
En diciembre de 2006, Ebrard sustituye a Alejandro Encinas como jefe del Gobierno del Distrito Federal y nombra a Mancera como subprocurador de justicia. Un año después, se convierte en el abogado defensor de la ciudad, o procurador a secas. Ahí comienzan sus pugnas con el presidente del Tribunal Superior capitalino, Edgar Elías Azar, abogado guerrerense y súbdito del cacique Rubén Figueroa Alcocer, cuyo reino se localiza en Huitzuco, el centro del emporio amapolero de Iguala.
Sin duda el aspecto menos conocido de la carrera de Mancera es el de su doctrina jurídica. Entre sus numerosos trabajos académicos destaca su obra “El derecho penal del enemigo”, basado en las ideas de Günther Jakops, teórico alemán, para quien los ciudadanos se subdividen en dos categorías: las personas y las no personas.
Personas son, según esto, los hombres y las mujeres comunes y corrientes, a quienes el Estado protege con leyes concebidas para garantizar su bienestar, su seguridad y sus legítimos intereses. En cambio, siempre según Jakobs, las “no personas” son los miembros del crimen organizado que merecen un derecho penal a la altura de su vileza y peligrosidad, esto es, el derecho del enemigo.
Arrastrado a la ignominia por la indefensión en que lo dejó Ebrard y aprovechó Peña Nieto para cooptarlo, Mancera toma posesión del GDF con 120 presos políticos, en su inmensa mayoría ciudadanos inocentes que fueron atrapados en la vía pública al calor de las protestas contra la imposición del hombre del cerebro más vacío del mundo, en el marco de los “disturbios” creados por provocadores o “anarquistas” de la Secretaría de Gobernachong y la División de Operaciones Encubiertas e Infiltración de la Policía Federal.
Entre Elías Azar, que sabotea sus intentos por liberar a los detenidos inocentes, y Ebrard que, al estilo Calles designa a los miembros de su gabinete, Mancera opta por cobijarse con Peña Nieto. Éste lo invita a conocer el Palacio Nacional, se lo lleva “de aventón” a sus primeras giras internacionales, lo apapacha, lo respalda y lo conquista.
Pero la maquinaria infernal creada por Gobernachong para reventar las protestas pacíficas en el DF, lo obliga a detener con la fórmula del “encapsulamiento” a una cantidad creciente de personas que van a dar a la cárcel acusadas por “ataques a la paz pública”, “ultrajes a la autoridad” y “portación de instrumentos para causar daño”.
No deja de ser curioso. El discípulo de Günther Jakobs se ve forzado a tratar como “no personas” a estudiantes de preparatoria y licenciatura, activistas, artistas plásticos, incluso al asombroso Jamspa, que sigue encerrado y sujeto a proceso por el nefando delito de escalar la Estela de Luz en protesta por los crímenes de Peña Nieto.
Doctor en Derecho Penal pero amigo de las frivolidades y siervo de Televisa, “soltero del año” según las revistas de la cola (del supermercado), defensor de los programas sociales creados por AMLO, a la hora de la verdad Mancera actúa como lo que es: un tecnócrata que no vacila en reprimir y encarcelar a los vecinos de los barrios que se oponen a que el GDF entube el agua de su manantial para llenar las albercas de los magnates de Santa Fe.
Hombre de suerte a fin de cuentas –aunque su suerte signifique la ruina de los demás–, logra quitarse de encima a Ebrard cuando un cúmulo de irregularidades, equívocos, trampas y gastos fraudulentos revela que la línea 12 del Metro no sirve y debe ser clausurada en la mayor parte de su longitud. Pero cuando Ebrard transmite a Carmen Aristegui los datos que posee sobre la Casa Blanca, y Aristegui los divulga y Peña Nieto casi se infarta, es Mancera quien va y le dice en dónde se originó esa investigación.Marcelo Ebrard documentó que Peña había recibido una mansión en Las Lomas gracias a su contratista consentido.
¿Por qué Ebrard no soltó la información cuando la recabó allá por el año de 2011? Porque la iba a emplear para destruir a Peña si obtenía la candidatura presidencial del PRD. Sin embargo, como ésta recayó en AMLO, Ebrard prefirió guardársela, en vez de ayudar a llegar a la Presidencia a quien siempre lo ayudó mientras pudo.
A la luz de sus ideas jurídicas, Miguel Ángel Mancera es una especie de pelele vengativo y rencoroso, que trata como no personas a las víctimas de Osorio Chong y se cobija en Peña Nieto para sobrevivir, para impulsar las campañas electorales fraudulentas del PRD y para tratar de impedir a toda costa que el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ocupe los espacios a los que tiene pleno derecho en el Distrito Federal.
Gracias a que nada le sale bien a nadie –excepto a los empresarios corruptos y a los políticos que los ceban con contratos y mordidas–, la ciudad de México acaba de salvarse de tener una asamblea constituyente, nombrada por dedazo presidencial y formada por incondicionales del régimen, que en opinión de AMLO, “parece diseñada por Hernán Cortés”.
Mientras tanto Ebrard, la más “no persona” de todas las “no personas” que combate Mancera está en París, provisionalmente, para “desvanecerse” en el momento que Peña ordene su detención y encarcelamiento por el mega fraude de la línea 12. Qué diferente era todo, cuando AMLO , ya desaforado por el Congreso, preparó su maleta y se sentó en la sala de su casa a esperar la llegada de la policía…
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