JOSÉ GIL OLMOS
Una pareja asesinada en Acolman, Edomex. Foto: David Deolarte |
MÉXICO, D.F. (apro).- A últimas fechas la mayor parte de los medios de comunicación y la opinión pública se han centrado en el infierno que por años han vivido los michoacanos, y pocos se han ocupado de hablar o escribir del infierno que se vive en el Estado de México desde que lo gobernaba Enrique Peña Nieto y hoy Eruviel Ávila Villegas, ambos del PRI.
La situación que se vive en esa entidad es muy similar a la que se vivía en Michoacán hace unos años. Los mismos grupos del crimen organizado que se peleaban el territorio michoacano son los mismos que se disputan la mayor parte de los municipios mexiquenses, con la consecuente violencia que esta guerra implica para la población.
Desde hace ocho años el Estado de México, que colinda con el Distrito Federal, Michoacán, Guerrero y Morelos, es disputado por varios grupos del crimen organizado. De siete que se peleaban el dominio cuando Peña Nieto gobernaba, hoy son cuatro los que tiene mayor presencia en 32 municipios mexiquenses. Se trata de Los Caballeros Templarios, La Familia Michoacana, Los Zetas y el Cartel de Jalisco Nueva Generación.
Para quienes viven en alguno de esos municipios, lo cotidiano son los asaltos, robos, secuestros, extorsiones, violaciones y cobro de cuotas por derecho de piso para sus negocios, taxis, microbuses, tiendas, puestos de ropa en los tianguis, carnicerías y hasta los puestos de tacos.
Cotidiano también es el miedo que tienen al salir o llegar a casa quienes van a trabajar o estudiar, pues es en el camino son atracados, sin importar la hora del día. También para los que se quedan en sus casas, vigiladas por halcones que les llaman a sus teléfonos fijos para pedirles dinero a cambio de no hacerles nada a sus familiares.
Como en Michoacán, los cárteles se han dividido los municipios y en cada uno de ellos dejan sus marcas. En Chalco y Valle de Chalco, por ejemplo, algunos microbuses llevan una calcomanía con las letras MT (Movimiento Templario) para señalar que ya pagaron su cuota mensual de 10 mil pesos. En los bares de Los Reyes La Paz y Chicoloapan, La Familia Michoacana les deja mensajes en los ataques que han recibido. En los municipios de Cuautitlán, Atizapán y Naucalpan, Los Zetas hacen llamadas y los del Cártel de Jalisco cuelgan mantas en el Valle de México.
También como en Michoacán, las policías y autoridades municipales están involucradas directa e indirectamente con estas bandas del crimen organizado a las que sólo les falta exigirles parte de su presupuesto o imponerles una participación en la asignación de las obras públicas.
La inseguridad que se vive en el Estado de México no es nueva, ni tampoco la corrupción de las autoridades, pero se agravó desde que Peña Nieto era gobernador, época en que también se disparó el número de feminicidios, que ha colocado a la entidad como la de mayor índice de casos en todo el país.
Hoy que el grupo político de esta entidad es el que gobierna todo el país, las cosas en el Estado de México no han mejorado, más bien han empeorado, incluso hasta convertirse en un infierno para muchos de sus habitantes.
Hasta principios de este año Michoacán era un estado gobernado por el crimen organizado. El Estado de México sigue sus mismos pasos. Sólo falta el surgimiento de grupos de autodefensa que hagan lo que el gobierno estatal y el federal no han logrado: recuperar territorio, dar seguridad y cumplir con la ley.
Mientras tanto, millones de mexiquenses tiene que seguir sufriendo el infierno del crimen organizado y la incapacidad de presidentes municipales, del gobernador Eruviel Ávila y del presidente Enrique Peña Nieto, que no son capaces de abatir a las bandas criminales que se han adueñado de la mayor parte del territorio de la entidad.
Twitter: @GilOlmos
(Las opiniones expresadas en el texto son responsabilidad única y exclusivas del autor)
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