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ace un par de semanas publiqué un artículo en el que criticaba a los apolíticos. Recibí una cantidad impresionante de respuestas, muchas aprobatorias y otras negativas y rabiosas. Ahora creo que valdría la pena escribir sobre aquellos que se sienten atraídos a la vida pública pero no se deciden a practicarla. Y, por favor, no me digan que no tienen tiempo. No es necesario que se vuelvan profesionales. No me digan que sienten una repugnancia invencible. La política de México es un pantano porque los mejores se niegan a participar. Las opciones son múltiples y es probable que los grupos de presión y las organizaciones no gubernamentales puedan alcanzar, a la larga, cambios muy importantes. Es necesario cobrar conciencia de que tenemos que hacer algo para impedir que continúe la decadencia.
Es evidente que la mayor efectividad se logra desde el poder político. Pero el servicio a la comunidad abarca cualquier forma de acción que produzca efectos positivos en la sociedad. En todos los procesos de decisión intervienen políticos profesionales y actores privados. Cada uno de nosotros podría contribuir con un poco de tiempo y energía en asuntos comunitarios. Señalo algunas razones para romper las resistencias: México necesita que los mejores profesionistas se incorporen a la administración pública. Urge sangre nueva. La mayoría de los políticos destacados tienen 30 años en la farándula. La clase política está agotada y el Estado es incapaz de preservar la cultura, la biodiversidad, la ecología. En esto se requiere la acción ciudadana libre y gratuita.
México ha tenido en su historia graves caídas. No estamos en el peor momento, pero hemos perdido confianza en nosotros mismos, padecemos una depresión colectiva y la única cura es actuar de forma inteligente, organizada y pacífica. Podría invitarlos a construir el partido al que pertenezco, pero si prefieren hacerlo en otro campo o en otra escala harán bien. El despertar abarca una multitud de posibilidades. La democracia es una cultura. A los gobernantes nos les gusta, preferirían adoptar decisiones a su gusto y sin interferencia. Son los ciudadanos los que tienen que construir y defender.
La vida pública es buena para la salud. Es horrible vivir en una sociedad degradada, eso nos enferma. Si creemos que la desigualdad y la miseria de los demás no nos afectan, estamos equivocados. Vivir en una sociedad así es respirar una atmósfera viciada; es como vivir en un ambiente emponzoñado. Podemos negarlo y cerrar los ojos, pero recordemos, con Ortega y Gasset, que no podemos salvarnos si no salvamos nuestra circunstancia. Me atrevo a platicar de mi propia experiencia. Después de largos años de indecisión e individualismo, al practicar la política para servir, no para servirme de ella, me he dado cuenta que me he vuelto contemporáneo.
Twitter: @ortizpinchetti
Mail: joseaorpin@hotmail.com
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