La
coherencia gubernamental y el espíritu de Atenco
Guillermo Almeyra
La brutalidad salvaje y gratuita de
la represión contra los maestros de la CNTE, la obtusa persistencia en aplicar
planes aberrantes y liberticidas y la total despreocupación por la población y
por el ambiente demostrada nuevamente en el caso del huracán Manuel exponen
una vez más la firme formación antidemocrática y antipopular de quienes
escogieron a Peña Nieto por su voluntad represiva y son hoy los mandantes de
este fiel ejecutor de las órdenes de la oligarquía feroz que dirige México de
espaldas a la mayoría del país y con el aval de una mayoría de siervos pan-priístas-chucho-perredistas.
Como en el caso de Atenco, cuando el
panista Fox con el apoyo del PRI intentó hacer en ese lugar un aeropuerto
internacional a costa de la expulsión de los campesinos y de la destrucción
ambiental y debió enfrentar una fuerte resistencia social que el entonces
gobernador Enrique Peña Nieto resolvió brutalmente ordenando arremeter contra
los manifestantes, apaleando, violando, encarcelando decenas de defensores de
los derechos de los campesinos, ahora, promovido a la Presidencia aplica los
mismos métodos para resolver el problema de la educación. Si el panista Fox
veía como perspectiva para la mano de obra mexicana emigrar para trabajar en la
jardinería para los ricos de Estados Unidos y tanto él como Calderón
distribuían kits de supervivencia para tratar de superar el desierto
fronterizo como solución a la emigración, el priísta Peña Nieto considera por
su parte que la educación no es una inversión social sino un gasto en algo superfluo
y, además, peligroso, porque da conciencia de los derechos constitucionales y
alienta la insumisión de los trabajadores y estudiantes. De ahí el odio y la
ferocidad contra los maestros, la voluntad de acabar con su organización
sindical, al igual que la represión contra los estudiantes del movimiento
#YoSoy132 y contra los ciudadanos que defienden los derechos de los maestros,
de los electricistas del SME, de los sindicatos combativos, junto con una
enseñanza pública democrática, moderna y de calidad.
Pero al espíritu de Atenco
presidencial se opone el espíritu de Atenco popular y la tenacidad de la
resistencia, la decisión de los maestros, sus familias y sus sostenedores, la
voluntad de defender los derechos democráticos y constitucionales y de oponer
el poder popular en las calles a la brutalidad de la represión ilegal. Al mismo
tiempo, y como ilustración del carácter antipopular del gobierno pripanista apoyado
por la dirección del PRD, ante la aproximación de los huracanes el mismo no
tomó ninguna medida de defensa civil y ni siquiera hizo lo que hace Cuba varias
veces por año: evacuar a los sectores populares en mayor peligro. El resultado
es una tragedia que no se debe a la naturaleza sino al carácter de clase y la
inconciencia, irresponsabilidad e insensibilidad social del gobierno de Atenco:
si Calderón y el pripanismo cargan con la responsabilidad de decenas de
miles de muertos y desaparecidos, el pripanismo del héroe de Atenco
tiene ya en su haber más de un millón de afectados por el huracán Manuel, decenas
de muertes evitables, enormes pérdidas y sufrimientos de los sectores más
pobres de los estados más desguarnecidos y le agrega a todo eso una represión
sin precedentes contra la lucha legítima de los profesores de la CNTE.
Por enésima vez se confirma que un
régimen ilegítimo que impuso sucesivas presidencias por el fraude en 1988, en
2006, en 2012, no puede ser cambiado sólo por las urnas y que las leyes no las
defiende un aparato judicial que, como el cuchillo, no ofende a quien lo
maneja. Sólo la acción conjunta de todos los movimientos sociales y de todos
los demócratas de México, dejando de lado los particularismos para privilegiar
en cambio los puntos comunes de reivindicación y lucha, puede confluir hacia un
gran movimiento de resistencia cívica nacional, que politice y organice a la
mayoría de los mexicanos. Sólo la perspectiva de una asamblea nacional
constituyente, preparada por las luchas parciales y locales, por huelgas en
defensa de los derechos conculcados, por la defensa de los derechos de los
indígenas y de las comunidades campesinas que organizan su autodefensa, de los
sindicatos que luchan por su existencia, de los maestros y estudiantes que
combaten por una educación moderna y democrática que permita que los ciudadanos
–hoy súbditos de la dictadura del capital y de la oligarquía– adquieran
conciencia, se organicen y sean realmente ciudadanos.
El huracán Manuel y los
métodos salvajemente represivos aplicados anteriormente en Atenco revelaron una
vez más el carácter de clase de un sistema político y la calaña de sus
políticos. El orden diseñado por quienes escogieron como su candidato a
presidente a Enrique Peña Nieto es el de una represión como en Atenco ante cada
protesta legítima. No puede ser de otro modo, ya que el gobierno es ilegítimo,
carece de consenso y depende sólo de la represión y de la sumisión a la
política de rapiña y belicista de Estados Unidos, que apoya sin reservas a
costa de los bienes públicos y de la soberanía popular. La lucha de los
indígenas zapatistas chiapanecos, o de las comunidades que forman policías
comunitarias, o de los ciudadanos que impulsan un movimiento electoral como
Morena, sólo adquieren real eficacia unidas para imponer con las luchas, las
movilizaciones, paros cívicos nacionales, una huelga general que una las
reivindicaciones principales y en la perspectiva de una solución democrática y
popular a la crisis del país, mediante la convocatoria de una asamblea nacional
constituyente, que defienda los derechos sindicales y democráticos, el derecho
a la enseñanza, el petróleo, el agua y el ambiente, los derechos indígenas y
campesinos.
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