El
cubano Félix Savón, uno de los mejores boxeadores de la historia, rechazó el
profesionalismo por serle fiel a la Revolución
Por: Francisco Espinosa - septiembre
22 de 2013 –
“Savón está loco… ha leído demasiada
propaganda comunista”. Ésa fue la cabecera del Boston Globe el 5 de diciembre
de 1993. Félix Savón (Guantánamo, 1967) fue contracorriente al mundo occidental
que empezaba abrirse a una ideología capitalista. El cubano se convirtió en el
mejor boxeador del mundo sin despojarse de su mote de amateur, todo por amor a
una causa. “Yo estoy dispuesto a pelear contra cualquiera en cualquier lado,
pero no cambio mi familia ni mi Patria por dinero”, declaró en el Coliseo de
Badalona un día después de colgarse la medalla de oro en Barcelona 92. En cada
conferencia de prensa el cuestionamiento se repetía. Nadie comprendía el por
qué un boxeador de tanto calibre se negaba a entregarse a las mieles tentativas
del profesionalismo. Contratos en la mesa, propuestas estrafalarias y promesas
de una vida mejor fueron dejadas de lado. En julio de 1998, el estadounidense
Davarryl Williamson arribó al ring con la misión de derrocar a una leyenda del
boxeo y de hacer valer sus duras declaraciones. “Le demostraré al mundo que
Savón no es invencible”, dijo frente a las cámaras de televisión. En medio de
una lucha encarnecida entre dos frentes ideológicos, Estados Unidos y Cuba
veían en sus atletas a dignos representantes de sus banderas. En los Juegos de
Buena Voluntad en Nueva York, frente a un público hostil, Savón propinó un
nocaut fulminante a Williamson en apenas 55 segundos del combate.
A sus 21 años retuvo el campeonato
nacional cubano de boxeo tras vencer a quien a la postre sería su sucesor,
Roberto Balado. En abril de 1988, en la ciudad siempre despierta de Atlantic
City venció al futuro campeón profesional Roy Mercer, ganador de la medalla de
oro ese año en Seúl. Juegos Olímpicos a los que Cuba no asistió por un boicot
político. Félix Savón tiene la cara alargada y una eterna sonrisa que desde su
etapa con los guantes bien puestos se tatuó. La concentración en medio de la
pelea lo encumbró como el mejor del mundo. En los 90, mientras Mike Tyson realizaba
excentricidades con el dinero de las bolsas millonarias que ganaba arriba del
ring, tras su regreso de cumplir una pena en prisión, Savón continuaba con su
legado amateur siempre al servicio de la patria. La prensa soñaba y se
ilusionaba con un combate entre los dos colosos. “Creo que eso no se dará,
entre otras cosas por las reglas del boxeo aficionado. Pero si se logra,
bienvenido, es cosa de los norteamericanos. Ganaría el mejor”. El combate no
sobrepasó los límites de la imaginación. Sidney 2000 fue su última aparición en
un ring, Cuando se colgó el metal dorado se convirtió en tricampeón olímpico,
mientras una ola de rumores hablaban sobre una posible deserción, Savón siguió
fiel al régimen de su patria. Tras aterrizar, el líder de la Revolución Cuvaba,
Fidel Castro, lo recibió como un gran héroe de la revolución. Además de la
gloria olímpica, ganó cuatro campeonatos del mundo y tres oros en los Juegos de
Buena Voluntad. “Cuando me casé, primero me dieron un departamento y, como mi
familia creció muy rápido, me han otorgado la casa en la que vivo actualmente.
Todo lo que quiero lo tengo aquí. Nadie me puede ofrecer más de lo que ya
poseo. Tengo agradecimiento por mi país y no hay dinero en el mundo lo
suficiente para pagar eso”. Hoy, a sus 46 años, vive en una humilde casa de la
Habana junto a sus cinco hijos. Acabó con un record de 362-21.
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