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En tanto Felipe Calderón Hinojosa, titular del Poder Ejecutivo mexicano, percibe menos que el rey, pero iguala el sueldo del príncipe de España. El mandatario mexicano tiene un sueldo mensual de 208,000 pesos más una compensación mensual de 67,785 pesos por prima de riesgo. Los integrantes del Consejo General del Instituto Federal Electoral (IFE), por su parte, tienen percepciones anuales por 3.3 millones de pesos, lo que da un sueldo mensual de 280,000 pesos.
El resto de la clase política mexicana ganan como príncipes o infantas de las monarquías europeas: los 500 diputados tienen un sueldo de 150,000 pesos mensuales más prestaciones, los senadores de 164,000 pesos, más apoyos extraordinarios. A la lista deben sumarse los sueldos de los secretarios de Estado, altos funcionarios de las cámaras, así como asesores del IFE, o de cualquier dependencia federal.
Muchos gobernadores del país tienen rangos de sueldo que compiten con los de la aristocracia europea. El actual gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, percibe 160,000 pesos mensuales, pero un diputado local puede alcanzar hasta los 300,000 pesos mediante diversas ayudas disfrazadas de apoyos legislativos. En tanto, el presidente del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Jalisco gana 150,000 pesos, un tercio del sueldo mensual del presidente de Estados Unidos Barak Obama, cifrado en 33,000 dólares (unos 430,000 pesos mensuales); por supuesto, el encargado de las elecciones de Jalisco tiene sin duda menos responsabilidad y carga de trabajo que el dirigente de la potencia mundial.
Los datos no son nuevos. En noviembre de 2002 publiqué en la prensa de Guadalajara que el entonces gobernador Francisco Ramírez Acuña ganaba más que el primer ministro británico Tony Blair y que el presidente de España José María Aznar. Uno pensaría que las cosas hubieran cambiado desde entonces. No es así.
Todo indica que los altos sueldos, prerrogativas y prebendas de que goza la clase política mexicana no solo se consolidan sino que aumentan, en contraste con políticas de austeridad y recortes de salarios a la alta burocracia que se aplican en California, España, Inglaterra, Italia y Grecia.
No está de más recordar que la clase política profesional mexicana ejerce el poder en un país donde la mitad de su población es pobre y que está lejos de alcanzar indicadores que se consideran como el modelo ideal del desarrollo.
Pero más sueldo no quiere decir, en ningún sentido, mejor calidad en el servicio que presta la clase política profesional. Edna Jaime y Eréndira Avendaño, investigadoras de México Evalúa publicaron en el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) un estudio en el que revisan el gasto ejercido por la oficina del Ejecutivo federal. El título es más que elocuente: “La presidencia de la república: un apartado que no conoce la crisis” en el que concluyen que “a pesar de las políticas de eficiencia y austeridad promovidas por los gobiernos de la alternancia, la oficina presidencial no es un ejemplo a seguir para el resto de la administración pública en materia de gasto público efectivo”.
Basta mirar la situación del país que concluir que el rendimiento de la clase política mexicana deja que desear, y sin embargo, se pagan como reyes o príncipes que hubieran nacido en una cuna aristocrática. La sociedad mexicana no merece un agravio como este.
Twitter: @rmartin1011
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