Por Leda Nemesis
Xalapa, capital del estado de Veracruz. Sábado 13 de abril de 2013. Minutos
después de las nueve de la mañana, salgo a la farmacia por una medicina y veo
cientos de personas en la fila destinada a la inscripción de adultos mayores en
el programa “65 y más”, cuya sede se encuentra en la calle adyacente, Río
Pantepec, concretamente en la casa marcada con el número 5.
Me acerco a conversar con algunas de las personas que aguardan, con
cara de fastidio y cansancio notorio, y todas comienzan a mostrar su descontento
porque, acusan, la mayoría llevan allí desde la noche anterior, para alcanzar
ficha (se supone que atienden a 70 personas cada día, pero, aseguran los
presentes, al llegar al número 40, los funcionarios han dejado de atender, con
la excusa de que “se cayó el sistema”).
Una anciana está sentada en la banqueta, junto a un bote de basura.
Algunos concurrentes han llevado sus propias sillas de plástico, para soportar
menos incómodamente las largas horas de espera. Una señora abandona la fila
diciendo: “Ya no puedo más. Me voy a mi casa. Necesito descansar. Ya vendré
otro día, si puedo…”. Otra dama se queja, con lágrimas en los ojos: “Me acaban
de operar, me siento muy mal, y mire, aquí nos tienen desde las cinco de la
mañana, espere y espere…”.
Una mujer de aspecto humilde, que carga a su bebé en el rebozo que
lleva anudado a la espalda, acompaña a su madre de edad avanzada. Vienen de
lejos, dice, y ya van dos veces que las regresan para su casa, porque no
alcanzan ficha, debido a la enorme cantidad de personas que a diario se
aglomeran afuera del módulo de Sedesol.
“Si no es limosna, oiga”, dice una señora de unos 70 años que, con
gesto de acritud, comenta que está harta de esperar. “Si esto es dinero de
nuestros impuestos, no nos están regalando nada. Y vea nada más, para lo
poquito que nos dan, cómo nos tratan… El güero pelón ése que está ahí (se
refiere a un funcionario que discute con un grupo de ancianos a la puerta de la
vivienda que hace las veces de módulo) es muy grosero”, explica.
Hombres y mujeres, la gran mayoría de aspecto humilde y con muestras de
cansancio en el rostro, aguardan arrimados a las paredes de las casas contiguas
o sentados en el piso, algunos acompañados por jovencitos y niños u otros
familiares. La percepción general es de hastío. Y la situación indigna.
Ya de regreso, a la vuelta de la calle me encuentro a dos damas de más
de setenta años, apoyadas en sendos bastones, aguardando el autobús, una de
ellas, y otra un taxi, para regresar a sus hogares, cansadas de esperar desde
hace muchas horas. Las últimas personas de la fila comentan sobre el desorden
con que se está llevando a cabo el programa “65 y más”, así como su decepción
por el Gobierno de Enrique Peña Nieto. La sensación que flota en el aire es de
cualquier cosa, menos de felicidad. Seguro.
Una sugerencia personal es que organicen a las personas por año de
nacimiento, por ejemplo, y citen cada día solamente a quienes hayan nacido en
determinado mes, para que la gente no tenga que estar esperando durante horas
interminables (y a horas intempestivas). O bien, que las invitaciones (porque
no son regalos ni limosnas, sino beneficios a los que tienen derecho las
personas mayores) se hagan de manera domiciliada, que con lista en mano, los
funcionarios de Sedesol visiten a los adultos mayores en sus casas, los
inscriban en el programa, revisen sus documentos y les entreguen la tarjeta
bancaria que les permitirá cobrar su pensión. Muy exigua, por cierto…
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