Epigmenio Ibarra
2013-07-12 •
No importa quién gobierne en Washington, republicanos o demócratas, a los mexicanos, con ese vecino, nunca nos va bien. Y no nos va bien, porque quienes se han sentado en la silla presidencial en nuestro país han establecido la perniciosa costumbre de arrodillarse frente a la Casa Blanca al nada más tomar posesión.
Con la sola excepción del general Lázaro Cárdenas, todos los mandatarios mexicanos de la historia reciente se han comportado de manera servil e indigna frente al gobierno estadunidense.
En Los Pinos han despachado desde agentes activos de la CIA, como Luis Echeverría, hasta hombres como Felipe Calderón, que, por encargo de Washington, nos impuso una guerra sangrienta.
Una guerra que hoy, rodeada de silencio, continúa cobrando vidas mientras la droga sigue pasando la frontera hacia el norte y las armas y los dólares siguen cruzando hacia el sur.
PRI y PAN han hecho de la sumisión frente al gobierno, las grandes empresas y los medios de comunicación en EU una costumbre, un estilo, la única forma de relación viable con el país más poderoso de la tierra.
La enmascaran retóricamente. Se presentan como amigous, como “socios” cuando, en realidad, toleran ser tratados como sirvientes.
Los intereses nacionales, la soberanía y la defensa del patrimonio, la situación de nuestros compatriotas que se han visto obligados a cruzar la frontera en busca de trabajo, la paz, la seguridad nacional poco o nada les han importado.
Dan la vida, como Vicente Fox, por una palmada en la espalda del mandatario estadunidense en turno. Se tragan el cuento de la “enchilada completa” y se convierten —y nos convierten— en el hazmerreír de todo el mundo.
Se permiten incluso bromear, como lo hizo Felipe Calderón, con un acto de guerra como la operación Rápido y furioso o guardan ominoso silencio ante la militarización de la frontera, el aumento de las cuotas diarias de deportación o el espionaje estadunidense en nuestro país, como lo hace Enrique Peña Nieto.
Justo en el momento en que había que marcar una digna y prudente distancia ante el gobierno que, de nueva cuenta, nos ha ofendido Peña Nieto, con impúdica prisa, hace las maletas y viaja a Sun Valley donde declara: “México no es amenaza para EU, sino socio”.
Quien nos amenaza, quien de nosotros se burla, quienes no nos trata en absoluto como socios es Estados Unidos, pero de eso Peña Nieto no dice nada. Como no dijo nada, por cierto, cuando la Europa sumisa cerró sus cielos a Evo Morales. Qué vergüenza.
No se dan cuenta estos hombres que, “haiga sido como haiga sido” nos han gobernado, que este tipo de respuestas, que su prisa por arreglar las cosas a pesar de ser México la parte ofendida, los vuelve, nos vuelve, desgraciadamente, objeto de burlas de todo tipo en Washington.
Y no solo en Washington. La falta de dignidad de los gobernantes mexicanos, su servilismo, es ya la comidilla en América Latina. Hace rato ya que México no tiene un rol protagónico en los asuntos del subcontinente y se le ve, más bien, como un país en extremo obsecuente con su poderoso vecino.
Poco o ningún respeto han de tener, por otro lado, los poderosos en Estados Unidos por hombres que no tienen el decoro de respetarse a sí mismos y menos al país a nombre del cual supuestamente actúan.
La imposibilidad de responder con dignidad y valentía ante las ofensas solo hace más difícil que un día logremos construir una relación bilateral basada en el respeto y la equidad.
Washington ya le tomó la medida a los gobernantes mexicanos. Explota sus miserias; les regala líneas ágata en la prensa, unos minutitos en la tv, la oportunidad de una foto, de sentirse poderosos y luego, otra vez, les da una patada en el trasero.
Urgido, como está Peña Nieto, de salvarse y salvar del naufragio económico al régimen es aún más vulnerable frente al gobierno de los EU que el propio Felipe Calderón.
Calderón tenía al menos la coartada de la guerra. A Peña Nieto no le queda más que salir a vender el petróleo. El primero se ganó derramando la sangre de otros; el mote de “valiente” a Peña, en tanto vendedor, lo han de tratar con más dureza.
Las consecuencias habremos de pagarlas todos. Y sí, tenía razón don Porfirio, eso pasa cuando se está “tan lejos de Dios” y tan arrodillados frente a EU.
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