Por: Nahúm Hernández* (@Mad_KidGdl)
Fotografía: casachihuahua.blogspot.mx
3 de junio de 2015. Democracia es la forma de gobierno que elegimos. O al menos eligieron nuestros abuelos o bisabuelos, y es la que hemos decidido avalar desde entonces en nuestro país.
Hasta hace un par de décadas, México vivía en una especie de unipartidismocorporativista y autoritario, el cual aún persiste en diversas organizaciones sindicales y políticas ligadas al PRI.
Sin embargo, en la última década nos hemos encontrado con diversas transformaciones políticas que si bien no han sido las más satisfactorias, han sido hechos sin precedentes en nuestro sistema de gobierno.
Dirán muchos que quienes más han ganado con estas reformas han sido los partidos políticos, pero también han proliferado asociaciones de la sociedad civil que han impulsado reformas que promueven la ciudadanización de la política, y han aprendido de las lecciones de nuestro pasado inmediato.
Por ejemplo: durante las elecciones de 2006, 2009 y 2012, se vivió un clima de repudio a las instituciones y partidos tradicionales, lo cual generó un boom de movimientos anulistas y abstencionistas, cansados de las decepciones de nuestro sistema político.
A pesar de los esfuerzos de dichos grupos, el sistema político mexicano, por ley, solo reconoce los votos válidos de la elección. Una elección no puede ser anulada total o parcialmente solo por una mayoría de votos nulos o abstenciones. En teoría, con un solo voto efectivo frente a miles o millones de votos, habría un ganador indiscutible de la elección.
Incluso es irreal pensar en este escenario: los partidos políticos ya cuentan con una base social que les garantiza un cierto número de votos (lo que llamamos en el argot “voto duro”), y sería imposible que existiera una elección con cero sufragios efectivos.
A diferencia de Denise Dresser, Lorenzo Meyer, y otros intelectuales respetables que avalan el voto nulo, considero que votar con conciencia es la decisión de continuar con un sistema democrático para que mejore día con día. La solución es muy sencilla: si los ciudadanos no queremos a los mismos de siempre en los cargos de elección popular, tenemos el poder de quitarlos con una mayoría simple de votos.
La cifra de anulistas y abstencionistas ha rondado aproximadamente 50 % del total de los electores. Votar por los candidatos que representen una opción diferente y que de verdad estén al servicio de los ciudadanos es la opción más viable para quitar a los partidos grandes del poder.
Además, con las nuevas modalidades de candidaturas independientes, los ciudadanos ejemplares de nuestras comunidades pueden acceder a cargos de elección popular sin necesidad de militar dentro de un partido político. Incluso hay partidos que ofrecen sus candidaturas a ciudadanos sin militancia.
Es un gran reto organizar a las masas para que esto suceda. Pero, a diferencia del inútil movimiento anulista, y a pesar de las tranzas y la corrupción, este es un escenario más probable que suceda, aunque requiere de una mayor cantidad de información imparcial, gente comprometida para convencer a sus conciudadanos, y una gran dosis de pacienciay esperanza de que las cosas sí pueden cambiar.
Para muchos, esta es la transformación real que necesita nuestro país, quererlo y sacarlo adelante con el mayor poder de decisión que nos otorga nuestra Constitución: salir a votar este 7 de junio por quienes realmente aman a México.
* Nahúm Hernández es internacionalista y consultor en comunicación política.
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