28 de abril de 2015. Un desfalco, estimado en 25 millones de pesos, tiene a La Jornada en peligro de salir de circulación. El presunto responsable sería el ex gerente, Jorge Martínez Jiménez, quien fue sustituido el pasado 30 de enero por el economista Luis Linares Zapata, sin que hubiera ninguna explicación de por medio.
El periodista Álvaro Delgado, del semanario Proceso, confirmó en su cuenta de Twitter que durante su última asamblea de accionistas, el rotativo que dirige desde 1996 la periodista Carmen Lira Saade, se declaró en quiebra técnica.
Fuentes del Sindicato Independiente de Trabajadores de La Jornada aseguraron que la empresa ya dio parte a las autoridades de Hacienda. En un esfuerzo extremo por evitar el cierre, el personal del diario fue conminado a aceptar una reducción salarial de 24 por ciento o “nos vamos”.
Tras la publicación de un par de tuits en mi cuenta, @Desfiladero132, el domingo por la noche, en los que di la terrible noticia, en redes sociales y medios electrónicos se me atribuyó el caracter de “fundador de La Jornada“, que no tengo. Como periodista independiente me limité a informar acerca de un tema que reviste la máxima gravedad para nuestro país.
Sin embargo, La Jornada “desmintió”, según El Economista, que se encuentre en quiebra técnica y su continuidad esté en riesgo. Mala decisión. Pésima. Fuentes de una radiodifusora vinculada estrechamente al gobierno de Peña Nieto filtraron que este miércoles darán a conocer “los documentos del desfalco”.
Por su parte, el coordinador de edición de La Jornada, en los hechos, subdirector general del tabloide, escribió con obvia dedicatoria a mí: “Los orates zopilotean desesperados buscando una carne imposible de conseguir. Sus odios y frustraciones no tienen límites. Pura carroña!”.
Ser víctima de un delincuente que se roba los activos de una empresa nacida gracias al apoyo de la sociedad civil, y guardar silencio, mientras se pide a los trabajadores una reducción salarial de 24 por ciento, no es una postura consecuente con la vocación democrática de un diario que, por desgracia, a partir de la campaña electoral de 2012 cometió el error de dar la espalda a sus lectores y echarse en brazos de Peña Nieto.
Agobiada por la crisis económica, por la disminución de sus ventas en la edición de papel y por la mezquindad del “gobierno” federal, que le debe una fortuna, cuyo monto se desconoce, por concepto de publicidad oficial, La Jornada vive la hora más crítica de su historia y la sociedad no puede permanecer indiferente.
Un agujero de 25 millones de pesos –en el supuesto de que ésta sea la cifra real del desfalco– puede remediarse con la solidaridad de quienes desde 1984 se identifican con el periódico fundado por Carlos Payán Velver, aun cuando tras el bandazo de 2012 se sientan decepcionados al ver la proliferación de anuncios cotidianos, de gobernadores corruptos como los de Veracruz, Edomex, Chiapas, Chihuahua y otros.
¿Cómo operaba Jorge Martínez?
En 2003 se cumplieron 50 años de la aparición de El Llano en llamas. Luego de intentar con gran insistencia que La Jornada publicara libros en forma de periódico, logré el apoyo de Carmen Lira para negociar con la agencia Carmen Balcells, que maneja los derechos de autor correspondientes a los herederos de Juan Rulfo.
El trato se cerró en 300 mil pesos. La Jornada obtuvo cerca de 4 millones de pesos en anuncios publicitarios, que fueron intercalados entre los cuentos del famoso libro. El tiraje que se pactó fue de 50 mil ejemplares.
Un día antes de que el trabajo se fuera a la imprenta, un colaborador de Jorge Martínez, apellidado Rodríguez Newman, me habló por teléfono: “¿Estás de acuerdo en que el tiraje sea de 100 mil, pero que no lo sepan los Rulfo?”.
Respondí indignado que no. Un amigo que sabe cómo se hacen los negocios en México me explicó la moraleja de la fábula dos años después. “Ahí metiste la pata. Si hubieras dicho que sí, tu proyecto habría llegado lejos”.
Pero no llegó a ninguna parte. Lo que hizo Jorge Martínez fue imprimir únicamente los pocos ejemplares que se vendieron en Coyoacán y la colonia Condesa, no en toda la ciudad ni mucho menos en todo el país, como era la idea original. Lo maravilloso ocurrió cuando pregunté si me tocaría una comisión de la publicidad obtenida.
Martínez me regañó: “Eso lo hubieras planteado desde un principio”. Lo más que logré fue un préstamo de 60 mil pesos para cambiarme de casa y salir de varias deudas. Aún tiemblo de gratitud.
Deseo de todo corazón que el o los responsables del desfalco sean detenidos, procesados y encarcelados. Que devuelvan el dinero. Que La Jornada no rebaje un centavo el salario de sus trabajadores. Que Carmen Lira convoque a refundar el diario y depure la plantilla directiva expulsando a Josetxo Zaldúa y la camarilla de vividores a quienes responsabilizo del cambio de rumbo y pérdida de credibilidad y respaldo público.
Si se trata de reunir el dinero robado, apelando a la solidaridad popular, estoy dispuesto a participar en la colecta, para la cual miles y miles de personas no vacilarán en poner su granito. Tras la caída de Carmen Aristegui, que abrió un vacío informativo enorme e imposible de llenar por ahora, sería una tragedia que La Jornada dejara de circular, aunque en términos periodísticos pase por una etapa tan lamentable.
[A continuación el documento oficial de La Jornada donde se propone la reducción de salarios a sus trabajadores]
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