lunes, 9 de febrero de 2015

“Van a desaparecer como los normalistas”, la amenaza contra estudiantes de la BUAP que fueron torturados


CUEP denuncia agresiones contra estudiantes. Foto Ángel Flores/ Esimagen‏
CUEP denuncia agresiones contra estudiantes. Foto Ángel Flores/ Esimagen‏
PUEBLA, Pue., (proceso.com.mx).- “Van a desaparecer como los normalistas”, fue la amenaza que usaron supuestos porros para aterrar a estudiantes de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) que la madrugada del domingo fueron levantados, golpeados y torturados para posteriormente ser abandonados en un paraje baldío a las afueras de esta ciudad.
Cinco de los ocho jóvenes aparecieron públicamente casi 24 horas después de la agresión, justo cuando los integrantes del Colectivo Universitario para la Educación Popular (CUEP) ofrecían una rueda de prensa en el Paseo Bravo para denunciar el desalojo del que fueron víctimas por parte de presuntos grupos porriles custodiados por policías estatales y municipales.
Con hematomas visibles, manchas de sangre en sus ropas y aún bajo crisis nerviosas, dos muchachos y tres jovencitas narraron que el grupo de choque que los agredió, además de golpearlos con bates, varillas, tubos, macanas y desarmadores, los mantuvo secuestrados durante al menos una hora y media bajo la amenaza de que los desaparecerían.
Desde el jueves, cinco estudiantes de la BUAP realizaban una huelga de hambre en el Zócalo de esta ciudad para pedir que la rectoría les permita usar las instalaciones a fin de impartir cursos propedéuticos gratuitos para el examen de admisión a la universidad.
En la rueda de prensa, los jóvenes explicaron que fueron reprimidos en dos ocasiones, la primera cuando un grupo de unos 30 sujetos se llevó a ocho de los participantes en la protesta y la segunda minutos después, cuando los estudiantes trataron de recuperar las pertenencias que guardaban en el campamento.
Un cartel que portaba una joven resumía la protesta: “1968-2015, ser estudiante más peligroso que ser delincuente”.
Diego, estudiante de la Facultad de Contaduría Pública, quien estaba de guardia en el campamento, contó la forma en que inició el operativo represivo, alrededor de las 3:20 de la madrugada:
“En su mayoría venían en estado de ebriedad y venían drogados (…) al principio seis sujetos se acercaron al campamento, uno de ellos se bajó la bragueta, sacó su parte, su sexo, nos la enseñó y nos dijo que nos iba a cargar la chingada”.
Luego de esto, señaló que los agresores tomaron sillas y golpearon las casas de campaña donde dormían los estudiantes, quienes ayer domingo cumplirían cuatro días en huelga de hambre.
Esmeralda Manzano, de 17 años de edad, denunció que cuando estaba en el interior de una de las casas de campaña, recibió un golpe en la cabeza que la descalabró. Mostró la herida que debió ser cerrada con ocho puntadas.
Posteriormente llegaron otros 25 sujetos encapuchados que lanzaron una “bomba de humo” y después golpearon y persiguieron a los 23 estudiantes, entre hombres y mujeres, que a esa hora se encontraban en el Zócalo.
Fidel Sánchez, de la Facultad de Economía, uno de los jóvenes que estaba en huelga de hambre, relató que fue despertado por los golpes. Aunque en ese momento levantaron las manos y dijeron estar dispuestos a retirarse, aseguró que los sujetos no dejaron de agredirlos.
En medio de agresiones verbales y empujones, indicó, fue llevado hasta una camioneta negra cerrada sin logotipos y con vidrios polarizados que estaba estacionada en la calle 2 Sur. “Empecé a gritar mi nombre y a decir que me estaban llevando por si alguien no me había visto”, recordó.
Los estudiantes se quejaron de que al lado de esa camioneta estaban policías que no los ayudaron.
“Suben a otros compañeros a la misma camioneta y a todos nos empiezan a golpear”, agregó Fidel: “Me golpearon con bates y muchos puñetazos en la cara, tenía mucha sangre entre la nariz y mi boca, y se pararon sobre mi cuello, ya no me podía mover, me estaba ahogando y aun así me seguían pegando”.
“Nos decían: no que te sentías muy chingoncito, primero muy valiente y ahora chillas como nena (…) varias veces nos dijeron que nos iban a hacer lo mismo que a los normalistas, que a ver quién nos iba a encontrar después hubo mucha tortura psicológica y física”.
Al tiempo que los golpeaban y gritaban esas amenazas, arrancaron a gran velocidad en la camioneta: “Todo el camino fui con un desarmador en la nuca, me decía que si me movía me lo iban a enterrar”.
Otra joven relató que en el trayecto le rasgaron los pantalones y le quitaron la ropa interior y advirtieron que la violarían, junto a sus compañeros.
Entre sollozos y visiblemente temblorosa, una jovencita identificada como Magaly contó cómo la tomaron de los cabellos para aventarla al interior de la camioneta. Quedaron abajo las mujeres y encima de ellas lanzaron a los hombres.
“Nos íbamos asfixiando, no podíamos respirar y encima esos malditos caminaban arriba de nosotros, nos golpeaban con palos y nos torturaban con desarmadores, nos amenazaban de muerte, que nos iba a pasar lo mismo que a los de Ayotzi”, dijo mientras se quejaba de dolores en todo el cuerpo.
Les advirtieron que tenían que entregar los celulares, los “manosearon” para verificar que no trajeran ningún aparato y después les ataron las manos.
Llegaron a un lugar que en un principio no identificaron, pero luego supieron que era un terreno baldío del Complejo Industrial 2000, en la carretera a Tehuacán, en donde los bajan de la camioneta. A los hombres los obligan a quitarse el pantalón y los zapatos.
“Nos decían que eso era para que aprendiéramos a respetar la autoridad”, señaló otro de los jóvenes.
“Nos tiran (al suelo) y nos dicen: el primero que levante la cabeza, se la vamos a volar”, recordó Fidel: “La neta, en ese momento pensamos que nos habían sacado para matarnos ahí, que era la intención, a todos nos pasó nuestra vida por la mente… en verdad creímos que nos iban a matar”.
Sin embargo, los sujetos se subieron a la camioneta y se marcharon. “Un compañero se logra desatar y nos ayuda a los demás, en ese momento nos dimos cuenta que éramos ocho, nos abrazamos y lloramos”.
Indicó que luego de eso empezaron a caminar y que apenas habían avanzado unas tres cuadras cuando se encontraron con una persona que identifica como funcionario de la Secretaría de Gobierno del Estado, que iban en una camioneta Ram negra.
“Bajó la ventana, se empezó a reír y nos dijo: ‘cuídense chamacos’. Se siguió riendo y se fue”, narró.
Los jóvenes siguieron caminando hasta encontrarse con personas que los ayudaron, les dieron primeros auxilios, proporcionaron ropa, dieron de comer y les prestaron celulares para que pudieran comunicarse.
Posteriormente, se refugiaron en una casa, donde planeaban estar escondidos por varios días, pero se enteraron de que el CUE daría una rueda de prensa por lo que decidieron presentarse en ese lugar para denunciar lo ocurrido. Dos de los jóvenes no acudieron porque fueron resguardados por sus padres, mientras que una de las jóvenes decidió abandonar el movimiento.
La segunda represión
La segunda embestida ocurrió unos minutos después de la primera agresión, cuando los estudiantes que se libraron de ser “levantados” regresaron al campamento para ver si estaban aún en el lugar sus pertenencias, mochilas, casas de campaña y equipo de sonido.
Apenas inspeccionaban el lugar cuando regresaron 10 sujetos encapuchados que se distinguían porque además de tubos, palos y varillas, también traían machetes.
“Empezamos a correr y debo agradecer a los meseros de los portales y a los taxistas que nos defendieron, incluso a algunos meseros los tiraron y les empezaron a dar de varillazos, a los taxistas les rompieron los vidrios, les decían que no se metieran, que no era con ellos”, relató un estudiante que se identificó como Miguel Ángel.
Mientras, mencionó, los policías, que estaban en unas seis patrullas alrededor del Zócalo, sólo se mantenían como observadores, a pesar de que los supuestos porros persiguieron por varias cuadras a los muchachos. Incluso un estudiante señaló que en el momento de la represión marcó a la línea de emergencias 066 para pedir auxilio, pero sólo le colgaron.
“Lo único que pedimos son salones para dar asesorías gratuitas ¿y nos mandan este tipo de intimidaciones? entendemos que este es el diálogo del rector Alfonso Ortiz Esparza, que es el diálogo de Peña Nieto y de Moreno Valle”, reclamó Sánchez.
Los jóvenes acudieron al hospital Universitario para pedir la atención médica y para que certifiquen las heridas que presentan ya que, aseguraron, presentarán una denuncia contra quien resulte responsable.
La BUAP se deslinda
La BUAP condenó la agresión contra estudiantes por parte de un grupo de choque:
“La Benemérita Universidad Autónoma de Puebla condena enérgicamente la agresión a los estudiantes producida en la madrugada de este domingo. La BUAP descalifica las versiones de que fueron “porros” de la rectoría de la universidad los que provocaron estos lamentables incidentes”, refiere la institución en un comunicado.
“Además, la BUAP lamenta profundamente el altercado y reprueba cualquier hecho de violencia sin importar quién lo genere; estará pendiente del deslinde de responsabilidades correspondiente que derive de este hecho”, agrega.

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