Este lunes 7 se cumplen 100 años del natalicio de un dirigente cívico que fue capaz de derrotar en distintos flancos al partido de Estado en los momentos más oprobiosos del autoritarismo priista. Su nombre, Salvador Nava Martínez, el oftalmólogo que logró movilizar en San Luis Potosí a decenas de miles de ciudadanos de esa entidad para hacer valer el principio republicano siempre negado por el Revolucionario Institucional: la democracia. He aquí una reseña de las gestas del doctor Nava, fallecido el 18 de mayo de 1992.
El oftalmólogo potosino que, situado al frente de un movimiento cívico avasallante, fue capaz de doblegar al PRI en distintos momentos del siglo pasado pese a las trampas y los actos autoritarios del “partido de Estado” estaría cumpliendo 100 años este lunes 7 de abril.
Salvador Nava Martínez descubrió su inquietud por el servicio público desde temprana edad e hizo de su profesión médica un apostolado. Sólo cobraba a los que tenían con qué pagar. Confrontado con el PRI, dos veces fue alcalde y tuvo que ver con la caída de tres gobernadores. El último, Fausto Zapata, sólo duró 13 días en el cargo.
En 1958 quiso ser alcalde de la capital de San Luis Potosí por el PRI y no lo dejaron. No se amedrentó. Creó la Unión Cívica Potosina y, apoyado por sinarquistas y comunistas, ganó las elecciones del 7 de diciembre de ese año.
Nava, ese doctor de pueblo metido a la política, encabezaba las movilizaciones contra Gonzalo N. Santos, el todopoderoso cacique sanluisino, y contra el gobernador Manuel Álvarez.
Nava tomó posesión del ayuntamiento potosino el 1 de enero de 1959. Entre sus primeras decisiones destacó la de dejar de entregar a Gonzalo N. Santos los 100 mil pesos mensuales que cobraba por “respaldar” a los alcaldes.
Poco después, la movilización ciudadana conseguía que el gobernador Álvarez dejara el cargo.
Apoyado en su exitosa gestión como alcalde, Nava buscó ser candidato a gobernador. Lo intentó de nuevo por el PRI y de nuevo le cerraron el paso. Terminó siendo candidato independiente. En esa ocasión los resultados oficiales le fueron adversos. Vinieron las protestas poselectorales. El Ejército ocupó San Luis Potosí, detuvo a Nava y lo envió al Campo Militar Número Uno, con sede en el Distrito Federal. El doctor estuvo preso un mes.
La represión contra el navismo se prolongó durante 1962 y 1963. Hacinado en la cárcel de Charco Verde, en la capital potosina, fue torturado y el movimiento ciudadano entró en un largo receso de casi 20 años.
La llegada al gobierno de San Luis Potosí del cacique magisterial Carlos Jonguitud Barrios, el antecesor de Elba Esther Gordillo, hizo resurgir al navismo.
En 1983, respaldado por el PAN, el Partido Demócrata Mexicano (PDM) y el Frente Cívico Potosino, el doctor Nava ganó de nueva cuenta la alcaldía de San Luis Potosí. Ya en el poder, repitió la dosis. Rechazó someterse a los designios de Jonguitud.
Nava estuvo sólo dos de los tres años al frente de la alcaldía potosina. En 1985 apoyó la candidatura de Guillermo Pizutto a la presidencia municipal de San Luis Potosí. En un proceso electoral plagado de irregularidades, se le dio el triunfo al aspirante del PRI, Guillermo Medina de los Santos.
Una vez más iniciaron las protestas poselectorales. El 1 de enero de 1986 la multitud navista que protestaba por la toma de posesión del priista fue reprimida mientras manos extrañas incendiaban el palacio municipal. El gobernador en turno, Florencio Salazar, cayó a raíz de estos hechos en mayo de 1987.
Para 1990 la idea de postular a Salvador Nava para candidato a gobernador cobraba fuerza, pero las condiciones en esta ocasión eran más adversas que de costumbre. Al doctor le habían diagnosticado cáncer. Libró la muerte.
Tras ese episodio, dirigentes potosinos del PAN, PRD y PDM lo buscaron. Le ofrecieron ser el candidato de la oposición. Después de unos días Nava les respondió. Aceptaba si era apoyado por toda la oposición. El PAN reculó. Desde el centro del país, los panistas rectificaron y aceptaron las condiciones del doctor. PAN, PRD y PDM lo hicieron candidato.
Nava se anotó otro triunfo. Los en aquel entonces enemigos a muerte PAN y PRD irían juntos, apoyando al candidato ciudadano. Durante la campaña se vería compartiendo templete a los adversarios Diego Fernández de Cevallos y Cuauhtémoc Cárdenas.
Para contrarrestar la candidatura de Nava, Salinas de Gortari decidió postular a Fausto Zapata, un político de negro historial, ligado a la corrupción de periodistas. Vocero del gobierno de Luis Echeverría en los años setenta, había destacado como uno de los operadores del golpe al diario Excélsior, dirigido entonces por Julio Scherer García.
La última batalla
En la elección potosina de 1991 todas las trampas del PRI estuvieron a favor de su aspirante. El resultado oficial de los comicios: victoria de Zapata. Nava descalificó el proceso e iniciaba así su última lucha poselectoral.
Salinas lo buscó. El potosino le dijo: “Si se convalida el fraude del candidato oficial, será la peor desgracia para San Luis Potosí”. El mandatario le respondió: “Yo no puedo hacer nada”.
Días después, el secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, le insinuaría: “Una solución sería que usted se quedara con la presidencia municipal pero… yo sé que usted no lo aceptaría…”
Los tiempos electorales corrieron. Fausto Zapata recibió la constancia de mayoría y Nava encabezó su enésimo mitin en la Plaza Fundadores. Pidió el perdón de sus simpatizantes por haber confiado en “las altas autoridades del país”.
Gutiérrez Barrios volvió a buscar al oftalmólogo.
–Doctor, hay opciones para arreglar esto.
–Dígame, le escucho.
–Zapata queda como gobernador, pero usted puede meter a gente de su confianza en el gabinete.
–No acepto eso.
–La otra es que se vaya Fausto y que usted entre como interino. En esta opción, nosotros nombraríamos al secretario de Gobierno, al secretario de Finanzas y al procurador de Justicia…
“Me sentí como un títere, me vi colgado de unos hilos como marioneta, moviéndome como un muñeco”, narró Nava.
El contacto con el gobierno federal se rompió… por unos días.
El 18 de agosto, el Colegio Electoral potosino declaró válidas las elecciones y legal el triunfo de Zapata. Salinas lo felicitó públicamente, aun cuando la oposición lo consideraba un “usurpador”.
El movimiento navista no se dio reposo. El 14 de septiembre, cientos de simpatizantes del doctor bloquearon vías de acceso a San Luis Potosí. En los días subsiguientes, le dieron vuelo a la protesta cívica.
El 18 de septiembre, el gobernador Leopoldino Ortiz Santos rindió su último informe de gobierno. Mujeres navistas habían organizado una protesta de cacerolas que alcanzó repercusión internacional.
El 26 de septiembre, al mediodía, Zapata tomó posesión acompañado de Salinas.
Esa noche, Nava regresó a la Plaza Fundadores para fijar posición. “impedir, día a día, que el usurpador pueda gobernar…” Entonces tomó protesta como “gobernador legítimo” de los potosinos y se deslindó de cualquier partido político, creciente la oposición panista a su estrategia de lucha.
Y llegó el primer día de gobierno de Zapata: 27 de septiembre de 1991. Mujeres navistas iniciaron un plantón a las afueras del palacio de gobierno. Copaban los 10 accesos a las oficinas gubernamentales. El objetivo, impedir el ingreso de Zapata.
Al día siguiente, 28 de septiembre, inició la memorable Marcha de la Dignidad. Nava hizo público el objetivo: llegar el 1 de noviembre al Distrito Federal, día del informe presidencial, encabezar un mitin en el Zócalo y entregar un escrito a Salinas de Gortari.
Las mujeres mantuvieron el plantón de ocho a 15 horas a las afueras del palacio de gobierno. Por la noche, a escondidas, Zapata entró a sus oficinas.
Al cuarto día de su gestión, el gobernador cometió un grave error: forzó su ingreso a la sede gubernamental. Dispuso que un piquete de mujeres afiliadas al PRI madrugara, se adelantara a las navistas y se instalaran a las afueras de las oficinas gubernamentales. No fue suficiente. Las seguidoras de Nava se sentaron enfrente de ellas.
Pero Zapata estaba decidido. Pasó por encima de las mujeres y se desató la violencia en el centro de la capital potosina. El saldo: ocho lesionados.
Zapata despachó en sus oficinas a puertas cerradas y bajo un nutrido dispositivo de seguridad interno. El gobernador priista no volvería a pisar el palacio de gobierno.
El plantón de mujeres sería retomado al día siguiente mientras la marcha de Nava con destino al Zócalo defeño avanzaba.
Al noveno día de la movilización, el gobierno de Salinas reinició los contactos con el navismo. Enrique Márquez, asesor del regente Manuel Camacho Solís, apareció la madrugada del ocho de octubre a los pies de la casa rodante en que pernoctaba el doctor Nava y les informó que Zapata pediría licencia.
-Licencia no es lo que reclama el pueblo de San Luis Potosí, contestó Nava.
-¿Qué quiere, doctor? desesperó el emisario camachista.
-Yo no soy el que quiere. El que quiere la renuncia de ese señor es el pueblo, reviró Nava.
En el transcurso del día, Camacho Solís hizo contacto telefónico con Nava. Le ofreció, como antes lo hizo Gutiérrez Barrios, ser “gobernador interino”. Nava volvió a rechazar la propuesta.
En la madrugada del 9 de octubre, al día siguiente, llegó otro enviado salinista, Fernando Silva Nieto, también colaborador de Manuel Camacho, y presentó la nueva propuesta: la renuncia de Zapata, la llegada de Gonzalo Martínez Corbalá como interino, reformas a la ley electoral y nuevas elecciones en 18 meses.
Unas horas después, a 13 días de iniciado su gobierno, Zapata, vía fax, comunicaba al Congreso de San Luis Potosí su renuncia. El 10 de octubre, confirmada la salida de Zapata y efectuada la toma de protesta de Martínez Corbalá, el doctor dio por concluida la marcha de la dignidad. Siete meses después de la caída de Zapata, falleció Nava.
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