sábado, 5 de octubre de 2013

Tres crisis de la izquierda en México





DESFILADERO


Jaime Avilés


Crisis, decía Gramsci, es lo que pasa cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Nada caracteriza mejor lo que vive la izquierda mexicana. El PRD no acaba de morir y Morena no acaba de nacer.

El partido de masas que se fue configurando en los años ochenta --primero con el salto del PCM de la clandestinidad a la lucha parlamentaria y su transformación en PSUM (que absorbió a membretes más pequeños) gracias a la visión estratégica de Arnoldo Martínez Verdugo, y después con la ruptura que se dio en el PRI, del cual salió la corriente encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas para fusionarse con los modernos rojos de aquel entonces-- hoy en día es una pieza más del sistema de dominación olinárquico.

Corrompido profundamente y desgastado por sus diversas experiencias de gobierno municipal, estatal y legislativo, para desconsuelo de sus militantes de base y en agravio a la memoria de sus muertos, el PRD, sus coyotes y traficantes de influencias, sus cobradores de cuotas, sus repartidores de despensas y sus dirigentes más visibles, no son sino lo peor del PRI con camisetas amarillas, porque su única razón de ser es la de legitimar la añeja dictadura salinista en complicidad con la maquinaria de la simulación televisiva.

El PRD es un cadáver gigantesco, en el cual pululan miles y miles de gusanos blancos y ciegos (su nombre científico es belaunzaranis infectus), que se alimentan de estiércol pagado por el erario, pero como para los medios masivos ésa es “la izquierda”, el pueblo ingenuo, asqueado por su repugnante imagen, ya no puede asociar esa palabra, ese concepto, a ninguna noción de esperanza, cambio o reivindicación social.

A la sombra de tal desprestigio, y a pesar de sus propias contradicciones interiores, el Movimiento de Regeneración Nacional lucha con todo en contra para consolidarse como una nueva fuerza política, exhibiendo como prueba de su existencia posible, todavía no tangible, los 16 millones de votos que obtuvo la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador en el simulacro de “elecciones” de julio de 2012.

Ante el peso de un PRD colosal y putrefacto, estrechamente aliado a los hombres de Obama y la Unión Europea en México, la debilidad del rollizo y optimista bebé que todavía es Morena no parece tener la fuerza suficiente para impedir la inminente privatización de Pemex.

Crisis de gobierno

Uno de los mayores tropiezos de AMLO ha sido el decepcionante comportamiento de los cuadros políticos que impulsó con su imbatible carisma, su trabajo y su tenacidad, a los más altos cargos de gobierno: Amalia García saqueó el estado de Zacatecas, Juan Sabines la superó en Chiapas, otros (cuyos nombres no recuerdo y me da pereza buscar en Google), no se quedaron atrás en Baja California Sur, Guerrero, Michoacán y

Tlaxcala, mientras Gabino Cué, en Oaxaca, resultó ser otra chucha cuerera.

Si una de las más desagradables actividades de quienes nos dedicamos a la política es tragar sapos, la alianza de AMLO con los chuchos no pudo ser más indigesta: en la legislatura 2006-2009, con todas las evidencias del fraude electoral cometido por Felipe Calderón y Fox, los Carlos Navarrete y las Ruth Zavaleta, no sólo se dejaron “agarrar la pierna” (políticamente hablando), sino que se excitaron tanto que terminaron revolcándose en el jacuzzi con la ultraderecha panista y yunquista.

Igual de obscena fue la traición de Marcelo Ebrard cuando quedó al frente del GDF: con las despensas del PRI amarillo repartidas entre los pobres para asegurarse todo el respaldo político necesario, el güerito consentido de Elba Esther puso a la Asamblea Legislativa del DF al servicio de los dueños de todo, para sacarles adelante sus megaproyectos, si bien al mismo tiempo y con gran acierto, amplió y fortaleció los derechos sociales de las minorías, lo que hoy se refleja en las calles capitalinas como símbolo de libertad incuestionable.

A contraluz de esta política humanista e incluyente, en materia de seguridad pública Ebrard en cambio fue Atila, y junto con su secretario del ramo, Manuel Mondragón y Kalb, el Victoriano Huerta de nuestros días, se comportó como un dios vengativo en la Sodoma y Gomorra de los pobres de los suburbios. ¿Por qué los grandes cárteles del narcotráfico se mantenían fuera del Distrito Federal, o realizaban sus actividades sin protagonizar las carnicerías típicas de otras ciudades de México?

Porque, según testimonios recabados entre activistas sociales de los bajos fondos, había un armonioso equilibrio entre los factores del poder subterráneo, a saber, la prostitución y el narcomenudeo. Éstos formaban una muralla china invisible, que aislaba al DF. Sin embargo, ignorantes de usos y costumbres que se remontaban a épocas muy lejanas, Ebrard y Mondragón desmantelaron la línea Maginot del hampa y las consecuencias están a la vista.

Pero si el balance de la gestión pública del sucesor de AMLO es negativo, porque hoy vivimos en una ciudad más violenta e insegura que cuando Marcelo llegó al poder, el desempeño de Miguel Ángel Mancera en estos diez primeros meses de su ¿sexenio? sólo puede ser descrito como catastrófico.

Al frente –es un decir-- del gabinete que le impuso Ebrard, sin el menor control de nada, con la policía robando en despoblado, intimidando a los estudiantes en el Metro y apaleando a los manifestantes con saña bestial en las calles; con los cárteles cobrando piso aquí y allá, por no hablar de la corrupción de los delegados, ni de la prepotencia del gobierno federal, que se ha apoderado del Zócalo y no lo soltará hasta que regale Pemex, Mancera es lo más parecido a un espantapájaros en cuyos brazos tranquilamente se posan los cuervos.

Los acontecimientos del 2 de octubre --en los que interactuaron los halcones de Peña Nieto, traídos en autobuses del estado de México, mientras Mancera, desde el Centro de Comando de la Secretaría de Seguridad Pública del DF dirigía personalmente los embates de granaderos contra periodistas y observadores de derechos humanos, contra jóvenes inocentes, contra mujeres indefensas, desatando una violencia plenamente documentada en internet pero de la cual no habla la prensa ni mucho menos el “jefe” del GDF-- han venido a crear las peores condiciones posibles para una lucha de desobediencia pacífica en defensa de Pemex, como la que propondrá mañana desde algún lugar de Reforma el máximo líder opositor del país.

Crisis de La Jornada

Un factor adicional, que sobreviene en el momento más inoportuno, es la crisis del periódico La Jornada, en donde, si no se produce un milagro, pronto se anunciará un drástico recorte de personal así como la reducción de salarios de aquellos trabajadores que por el carácter indispensable de las labores que realizan no pueden ser despedidos.

¡Cuán lejos parecen haber quedado los tiempos en que decíamos: si La Jornada no existiera este país estaría mucho peor! ¡Cuánta razón había en este aserto! ¡Cuántos movimientos sociales, invisibles para el resto de la sociedad, triunfaron gracias al apoyo que recibieron de los entusiastas y combativos lectores de ese diario!

Qué grave error cometió, lamentablemente, su directora general, cuando el año pasado, en los albores de la campaña electoral, ordenó que no se informara acerca de los atropellos que cometían los porros de Peña Nieto al golpear a quienes abucheaban al hombre del copete en sus mítines, como sucedió en Coahuila, Jalisco y Veracruz, por lo menos.

Qué mala decisión tomaron Carmen Lira y su patibulario número dos, el tránsfuga de ETA o de Grapo, el acaudalado Josetxo Zaldúa, corrupto entre los corruptos, capataz de mis queridos compañeros de redacción y de oficio, al negarse a investigar y denunciar la masiva compra de votos que llevaba a cabo el PRI, en preparación del fraude que ahora ha arrastrado a México hasta la orilla de un abismo en que tal vez nada podrá evitar que se hunda, si se concreta la privatización de Pemex.

Qué deprimente fue ver, en la semana que termina, el hecho insólito de que La Jornada se alineara con MilenioCrónicaLa Razón y demás excrecencias, para mentir diciendo que un policía estaba “en coma” después de ser “herido” por un maestro de la CNTE. O qué emético, es decir, vomitivo, fue el desplegado a toda plana que salió un día antes, firmado por el gobernador de Chihuahua, según el cual “Ciudad Juárez es de nuevo una de las ciudades más seguras del mundo”.

¿Por qué el periódico más digno de México, el que reúne a los mejores profesionales en todas las áreas y todos los géneros, los que se rifan en las calles reporteando y fotografiando, los que se lucen cabeceando las notas, escogiendo las fotos, armando las planas, pero también los técnicos de sistemas que le dan tres y las malas a Jobs, y los administrativos y los rotativeros, por qué, pues, ese grandioso equipo, hoy vive la vergüenza de trabajar para una especie de boletín de la Conago, que todos los días publica inserciones pagadas por los gobernadores más repulsivos del país, como Eruviel y Duarte de Ochoa?

¿Cuánto tiempo más habrá de transcurrir para que los trabajadores de ese diario le digan a Carmen Lira que su maravilloso e histórico ciclo ha concluido y que debe retirarse antes que esta decadencia lo empañe? ¿Qué se necesita para convencerla de que pase a retiro a Josetxo, para que ese soldado de fortuna se lleve también a los miembros de su camarilla de vividores, como el tuerto del ojo de vidrio que le lleva el whisky noche tras noche? ¿Qué debemos hacer para que La Jornada vuelva a enderezar el rumbo?

Perdón por haberme extendido tanto, pero el país atraviesa por un momento espantoso y la cuenta regresiva para el naufragio final avanza aceleradamente. ¿Logrará Morena evitar la privatización de Pemex? ¿Lograremos los habitantes del DF librarnos de Mancera? ¿Lograrán los periodistas de La Jornada iniciar una nueva etapa de lucha y de éxito?

Publicado el Sábado, 05 Octubre 2013 01:30

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