sábado, 5 de octubre de 2013

"Anarquista"... la nueva etiqueta que legitimiza la represion.



Política pánico
Por: Alfonso López Collada - octubre 5 de 2013
Ya se desgastó la palabra “comunista” como adjetivo des-calificativo predilecto para aplicárselo a los incómodos sociales. Pasó de moda, ya dio lo que tenía que dar como término discriminatorio y denigrante. Y como ya no sirve porque a nadie asusta, se le buscó sustituto. En un coro nacional bien sincronizado, todos los declarantes y los medios que los repiten comenzaron de repente a utilizar el término “anarquista”, justificándose con la frase “los autodenominados anarquistas” (equivalente al consabido yo no fui). Pero tan amplio coro hace sospechar que el cambio de nombre no nació en las bases, sino en la cúpula. Dicho de otra manera: ¿quiénes son estos jóvenes que se etiquetan como anarquistas? ¿Son maestros, estudiantes o infiltrados? Revisemos algunas ideas para dar contexto. Cuando un gobierno comienza su decadencia echa mano de toda su fuerza para aniquilar las fuerzas que buscan el cambio social y así sobrevivir. Con el control absoluto de los recursos que le da la dominación, aplica su mejor esfuerzo para estructurar su estrategia de permanencia en el poder. Estos intentos han dado pie al surgimiento de teorías conspirativas contenidas en libros como Los Protocolos de los Sabios de Sión y La Verdadera Historia del Club Bilderberg, supuestas fórmulas secretas para que un gobierno perdure aún contra la voluntad de la sociedad dominada. De otro corte, más serio pero también con el tema de gobiernos con planes ocultos de control, están “La psicología de las masas” de Gustave LeBon, “La espiral del Silencio” de Elisabeth Noelle-Neumann y la novela “Estado de Miedo” de Michael Crichton. A partir de estas ideas y de la observación con óptica amplia, puede llegarse a la conclusión de que son muchos los gobiernos que convergen en el uso de técnicas bien definidas para el control de la masa social. En México la inconformidad aumenta porque crecen el deterioro económico, la inseguridad, la presión sobre las clases inferiores, el hambre y la imposibilidad de encontrar una salida. Aumentan las manifestaciones públicas de descontento y el gobierno pierde control sobre ellas al pretender que las voces se callen antes de ser escuchadas, que es lo que demandan. En esta circunstancia parece estar aplicándose, poco a poco y desde hace mucho, lo que pudiera ser una receta que podría llamarse de la Política Pánico. Esta fórmula constaría de cinco pasos:
1.- Satanízalos – Categorizarlos como “comunistas”, “vándalos”, “anarquistas” y más.
2.- Infíltralos – Crear descontrol desde dentro para que los grupos auténticos pierdan el control y sean identificados con conductas contrarias a sus verdaderos propósitos. Eso genera animadversión hacia ellos.
3.- Reprímelos – Las acciones anteriores lograrán que la masa social ya lo vea como represión, sino como aplicación de justicia.
4.- Apanícalos – La lección será aprendida por la insurgencia y por la sociedad toda: quien se oponga sentirá el castigo institucional con toda su fuerza.
5.- Domínalos – Con los pasos anteriores se habrá logrado el control a través del miedo, durante varias décadas.
Suena a política ficción, sí. Pero sea que sucesos como el del 2 de octubre se manejen con estrategias similares o sea casualidad, lo seguro es que en el México de hoy caben las especulaciones ante el vacío de certeza. Ya no son fiables las declaraciones gubernamentales, las instituciones ni la mayoría de los medios de comunicación. Nace la voz popular con nueva fuerza, una que se esfuerzan por aprender a manejar los ciudadanos mediante la suma de voces, y a controlar los gobiernos mediante técnicas de Política Pánico.

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