jueves, 3 de octubre de 2013

El petróleo. Voluntad Política y Nacionalismo


Roberto Mendoza

Para el nuevo orden mundial globalizador, dominado por los intereses de los grandes consorcios internacionales, la voluntad política y el nacionalismo, son dos cuestiones que resultan estorbosas para su expansión y ponen en riesgo su voracidad. No por nada, es la desaparición de las expresiones culturales locales de cada Nación y la inserción de modos de actuar y pensar sin arraigo identitario propio, lo que, según ellos, determina cuándo un país está en los cánones de la modernidad y el progreso.

Para la doctrina globalizadora e imperialista, el impulso y esfuerzo nacional nunca podrá estar al nivel de las supuestas necesidades propias de los pueblos y, en consecuencia, siempre hará falta la entrada de los grandes emporios internacionales para “modernizar” y llevar al “primer mundo” a cualquier país. Pero, para la doctrina globalizadora, la cuestión del desapego identitario de los pueblos, por ser una cuestión a largo plazo, incompatible con la prisa de la acumulación de la riqueza, aunque esencial, nunca será suficiente. Sin duda, la llave para poder lograr la intromisión “pacífica” de las corporaciones a los países y succionar el patrimonio de los pueblos, es la manipulación de los gobiernos de cada nación.

En los Estados en los cuales el poder internacional tiene interés por apoderarse de los recursos y riquezas locales, debe de haber un gobierno sin voluntad política. El gobierno idóneo para las corporaciones es aquel que se mantiene alejado de las verdaderas necesidades de su población y está atento, como buen servidor, a las demandas internacionales. Claro está, que para lograr conjugar un gobierno así, las mismas corporaciones se aseguran de que sean partidos políticos y personajes con ese perfil los que lleguen a los puestos de dirección nacional, cercando a las opciones que les resultan incómodas. Y si en dado caso éstas logran llegar al poder, los globalizadores, hacen uso de la manipulación mediática y la desinformación para operar golpes de Estado o, en casos extremos, declararles la guerra por ser regímenes “no democráticos”.

Desde hace ya más de tres décadas está doctrina avasalladora se ha echado a andar en nuestro país. En México, los conceptos de modernidad y democracia se han traducido en pérdida de la identidad nacional e imposición de gobiernos pro imperialistas. Llevamos más de treinta años padeciendo administraciones que impulsan la política de la privatización de todos los derechos sociales (educación, salud, seguridad, trabajo) y de introducción de modos de pensamiento ajenos a los intereses nacionales. Las empresas antes estatales ahora le pertenecen a los emporios extranjeros: los bancos, las minas, las carreteras; son propiedad de Estados Unidos, Canadá, Japón… y lamentablemente en el caso en que son de consorcios nacionales no hay diferencia, los mexicanos tenemos que agradecer las migajas y los malos tratos que recibimos de los “grandes inversionistas”. Pero todavía quieren más: el petróleo de nuestro país.

Hoy, de nueva cuenta, estamos ante una intentona privatizadora del petróleo. El gobierno actual, impulsado por los intereses trasnacionales, se propone hacer de nuestra más grande y cercana victoria, un estorbo. EPN pretende ejercer la doctrina globalizadora con su reforma a los artículos 27 y 28 constitucionales. Nos dice que somos ineptos, que necesitamos de las transnacionales para avanzar, nos dice que necesitamos de más petróleo, que nosotros no podemos solos. Nos asegura que defender el petróleo como un bien nacional es un “lastre ideológico” del que necesitamos despojarnos para “modernizarnos”. Nos asegura que es cuestión de meses para que PEMEX decaiga en su producción y que necesitamos de los extranjeros para que no padezcamos los errores de ser nacionalistas.

Pero la verdad es que los gobiernos neoliberales se han encargado de devastar a la industria petrolera nacional viéndola como una productora de riquezas personales. Estos gobiernos han sido títeres de los intereses internacionales, gracias a ellos, las empresas trasnacionales cada vez van ganando más terreno en nuestro país. Con más de 60 millones de mexicanos en situación de pobreza para ellos México no está padeciendo el modelo económico que pregonan y aplican desde los 80, sino los malos acomodos de los mexicanos que no se superan. Creen que el mejor ejemplo de que sí se puede vivir bien en esta economía es Carlos Slim pues en él se conjugan la más grande riqueza concentrada del mundo y la nacionalidad mexicana.

Pero no. Están equivocados. Nuestro país no necesita más bocados de neoliberalismo ni más intromisión extranjera. Nuestro país requiere reivindicar el amor a la patria y la defensa de nuestra soberanía. Desafortunadamente sabemos que en el gobierno no hay voluntad política, lo único que existe en su cabeza es la obediencia. No al pueblo. No a la Nación. Únicamente a los apetitos exteriores. Los mismos que de nuevo quieren nuestro petróleo.

Pero, a pesar de todo, tras no pocos intentos privatizadores, el petróleo se ha mantenido en manos de la Nación gracias a la lucha del pueblo que lo hizo suyo desde 1938. La razón es que la expropiación del petróleo declarada el 18 de marzo y ratificada con esfuerzo y valentía en los años posteriores, significó una gran victoria Nacional donde se conjuraron el espíritu nacionalista de los mexicanos y la voluntad política de un gobierno nacional.

El Estado, después de haberse apropiado de los recursos naturales y haber declarado la exclusividad en la producción, generación y distribución del “oro negro” a finales de los años 30s del siglo pasado (voluntad política), sabía que se enfrentaría a un escenario altamente complicado para mantener la industria petrolera, no obstante, también sabía que lo único que podía superar el rocoso camino al que se enfrentaba era “un respaldo moral y material suficiente” de la Nación entera (nacionalismo). Y así fue, los obreros defendieron la decisión en las calles y pusieron todo su esfuerzo para que, operativamente, las instalaciones, ahora nacionales, no se oxidaran con el mar de la ineptitud. Por su parte la sociedad asistió masivamente a apoyar económicamente con lo poco o mucho que tenía para poder pagar la indemnización a las empresas expropiadas.

Gracias a ello el petróleo se mantuvo en manos de los mexicanos con el apoyo y respaldo del gobierno, del IPN, de la UNAM, de los obreros, de la sociedad en general. Como pocas veces, un pueblo confiaba en su gobierno y el gobierno no lo traicionó. Petróleos Mexicanos no sólo subsistió sino que se convirtió en una empresa poderosa internacionalmente, y todo hecho exclusivamente con manos mexicanas. ¿Quieren que nos olvidemos tan fácilmente de una victoria como esa?

Lo único que echará abajo el intento de despojarnos de nuestro suelo patrio es el impulso de la memoria histórica, del nacionalismo que nos ha dado vida y nos ha conformado como país. Es la reivindicación de nuestros principios históricos: Independencia, reforma, democracia, tierra y libertad; la senda hacia el camino del verdadero progreso. Ellos quieren desdibujar el sentido y origen histórico de los diferentes pueblos, de sus luchas y logros, dejando al olvido que una Nación puede construir con su esfuerzo y sacrificio un futuro digno. Nosotros tenemos que confrontarlos con identidad y esfuerzo conjunto.

Para los nuevos colonialistas debemos de ser los nuevos independentistas, para los nuevos maximilianos debemos de ser los nuevos juaristas, para los nuevos porfiristas debemos de aparecer los nuevos maderos, los nuevos villas, los nuevos zapatas, los nuevos magones, las nuevas adelitas.

Para los que quieren hacer de nuestra patria un recuerdo imaginario y detenerla en el presente, para el nuevo orden mundial globalizador, necesitamos ser el Movimiento de Regeneración Nacional.

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