Los
higienistas del Zócalo
Por: Jesús Robles Maloof -
septiembre 17 de 2013 –
“Desinfectan el Zócalo…”, leí en El Universal
este viernes 13 de septiembre alrededor de las 21 horas, tras el desalojo
violento a los maestros de la CNTE que acampaban en la plaza de la
Constitución. Con ese titular culminaba una amplia campaña higienista para la
construcción ideológica de los maestros como foco de infección. Al momento
recordé los textos que narran el estupor con que los capitalinos de tiempos
revolucionarios, veían a los Yaquis del Ejército Constitucionalista que
acamparon en el Zócalo por la “suciedad que generan”. El reconocido historiador
Georges Vigarello ha estudiado las prácticas sobre la salud desde la Edad Media
hasta nuestros días. En su obra Lo Sano y lo Malsano (Abada Editores, Madrid,
2006) documenta cómo hacia la segunda mitad del siglo XIX los discursos
oficiales apelaban a la “reacción de toda la sociedad y del gobierno para
combatir las plagas que nos amenazan”. De esta manera, una de las misiones del
Estado era castigar a quienes impulsaban prácticas degenerativas que
envenenaran e infectaran a la sociedad. La legislación sancionaba las actitudes
insanas caracterizadas por las prostitutas, los indigentes y las clases
excluidas quienes mostraban poco aprecio por las normas de salud dominantes
Así, al no poder detener el comercio sexual, se toleraron espacios cerrados,
comúnmente en los suburbios de la ciudad (a manera de extirpar la infección del
cuerpo), donde estas prácticas se practicaban bajo una estricta supervisión
sanitaria. Los médicos adoptaron tareas de fiscales obligados, desde entonces,
a denunciar a cualquier persona que represente un peligro. De la política
higienista nace el delito de “peligro de contagio”, aún vigente en nuestros
códigos penales. Para el higienismo, la enfermedad era un fenómeno social que
dependía necesariamente de la provisión de agua corriente, luz y del combate de
vapores o “emanaciones malignas”. La pobreza era preocupante no en un sentido
humanitario, sino como foco de infección. Como ejemplo, el empresario
restaurantero Saúl Cano declaraba sobre los plantones del CNTE en Oaxaca: “Toda
esa asquerosidad, toda esa peste causa enfermedades a la gente grande y los
niños”. Durante la estancia de los maestros de la CNTE en la Ciudad de México
hemos visto resurgir las voces higienistas, ecos del lejano pasado de la
salubridad como moral pública. Esta asociación argumental entre los maestros y
la enfermedad no obedece sólo a un discurso trasnochado, forma parte de una
clara construcción del enemigo. Algunos ejemplos: “Las enfermedades
respiratorias, las gastrointestinales, así como infecciones oculares y
callosidades les han declarado la guerra” dice el diario El Zócalo con
información de Publimetro. “Los manifestantes usan como baños públicos … a un
costado de la catedral, por lo cual el personal de limpieza coloca cal sobre los
residuos fecales”. Se lee en el portal de noticias 24 Horas. “Los baños de la
CNTE” publicada en Milenio. “Los maestros… improvisan letrinas y comedores en
la plancha del Zócalo; “Ya nos la sabemos” dice otra nota de Milenio. Reforma,
en su nota “Dejan maestros huella”, sostiene: “El problema de la pestilencia se
amplifica debido a que en las inmediaciones del Zócalo es muy difícil
desplazarse”. Un reportaje del que hubieran estado orgullosos los higienistas
del siglo XIX es el publicado en el diario La Razón: “Los 24 sanitarios
portátiles colocados sobre la calle Moneda, en el Centro Histórico… se han
convertido en una zona en la que se debe uno tapar la nariz para poder cruzar”.
Además agregan: “esta calle no es el único lugar donde se desprende una peste”.
Rematan su nota con una elaborada infografía que contiene una atrevida
sentencia a manera de dictamen científico: “Megaletrinas pestilentes: Los baños
instalados en el Zócalo capitalino son una fuente de infección”. A estas
sesudas investigaciones periodísticas se sumaron las plumas de algunos
editorialistas que lejos de aportar algún análisis sobre el conflicto
educativo, centraron sus energías en los orines de los maestros. Ricardo Alemán
preguntaba ¿No es límite convertir el Zócalo del DF en un chiquero? Por su
parte Beltrán del Río escribía: ¿Cómo evitamos las escenas… coronadas
tristemente por maestros de escuela orinando en la pared de un museo… ? El
problema de higienismo desde el siglo XIX es la relación causal de los humores
y emanaciones, con las enfermedades y la analogía entre cuerpo e infección en
la que comúnmente los grupos sociales excluidos son los culpables. Las
investigaciones de Luis Pasteur desde finales de ese siglo mostraron que la
génesis de las enfermedades obedece a procesos mucho más específicos dónde son
los microorganismos y no las emanaciones por sí solas, son las causas de la
enfermedad. Ha pasado más de un siglo y es claro que los noveles higienistas
conocen, o al menos tienen a la mano esta información, pero deciden pasarla por
alto. Su tarea es caracterizar al otro. No importa para ellos que las
autoridades sanitarias, tanto federales como locales, no se pronunciaron sobre
la existencia de un riesgo sanitario alguno. Pasan por alto que en cientos de
lugares de esta ciudad, las concentraciones de personas y vehículos generan
olores mucho más dañinos que los referidos. Incluso pasaron por alto crónicas
sobre los hábitos sanitarios de los maestros de la CNTE que hablan de otra
historia. Los higienistas lograron convencer a la opinión pública de las
características que Vigarello atribuye a la infección “El riesgo sanitario
tiene el rostro de la dispersión, del desorden el de la incoherencia incluso”.
Si un problema urbano es catalogado como una “enfermedad”, es porque pronto alguien
propondrá un “tratamiento” nos dice Onésimo Flores. Una vez diagnosticada la
“infección” ya no es necesaria la política y mucho menos la justicia o el
debido proceso, se impone el desalojo. Las justificaciones autoritarias solo
son consecuencia del higienismo. Miguel Osorio Chong sostuvo que se actuó para
“defender la voluntad mayoritaria” sin citar hasta la fecha el fundamento legal
del desalojo. Cometieron “delitos tipificados” (sic) sostiene Beltrán del Río,
como si eso se determinara por el supuesto acuerdo de la opinión pública.
Calificados como delincuentes pasan a quedarse sin derechos: “Terminó su
protección constitucional”, dice Javier Cruz Angulo, como si la responsabilidad
penal fuese colectiva. Se habló que todos los mexicanos teníamos derecho a
disfrutar la plaza de la Constitución, como si los maestros fueran extranjeros.
¿Qué medio legal utilizaron para medir la voluntad mayoritaria? ¿Es la voluntad
mayoritaria suficiente para las autoridades actúen fuera del principio de
legalidad? Es claro que el higienismo no es la única estrategia que opera
contra el movimiento de los maestros. Están también la presentación de la
iniciativa del gobierno como reforma educativa, cuando es en realidad una
contra reforma laboral. La distorsión y escasa difusión de las propuestas del
magisterio y algunos métodos de acción elegidos por el magisterio como los
bloqueos, que vulneran los derechos de terceros y que castigan frecuentemente a
quienes menos opciones de transporte tienen. En esta polarización las posiciones
intermedias desaparecen. De factores anteriores, los peligros del higienismo me
parecen inadvertidos, pero no por ello dejan de ser amenazantes para cualquier
democracia. Roberto Espósito ha señalado que una política basada en las
analogías infecciosas, pronto tomará el camino de la separación de los agentes
externos para preservar la “salud comunitaria”. Pero del racismo hacia la CNTE
podemos pasar hacia algo peor; “¿No sería genial que las calles del Distrito
Federal tuvieran una compuerta derechito hacia un foso profundo? Total ahí
debajo está Tenochtitlan para cacharlos”, propuesta de solución al conflicto
magisterial de Carmen Amescua que nos recuerda que el totalitarismo, está a la
vuelta de la esquina.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/17-09-2013/17511. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX
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