L
a severa caída en las proyecciones del crecimiento de este año ha causado, justificadamente, inquietud y zozobra en una sociedad de suyo afectada por la mediocridad económica previa, el elevado desempleo, la recrudecida pobreza, la violencia y los procesos de descomposición institucional en curso. Aunque tal disminución del crecimiento esperado ha sido atribuida a diversos factores externos e internos, ahora es posible saber a ciencia cierta que uno de los principales, si no es que el más importante, es la contracción del gasto público ejercida desde el gobierno federal.
En efecto, de acuerdo con un reporte emitido ayer por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), en el primer semestre de este año el gobierno disminuyó su gasto programable en 14 mil 172 millones de pesos con respecto al mismo periodo del año anterior, lo que constituye una reducción neta –es decir, descontando la inflación– de 4.6 por ciento. Todo ello, a pesar de que la suma de ingresos petroleros y no petroleros fue un poco superior a la del mismo periodo de 2012.
Es difícil imaginar una razón válida que llevara al Ejecutivo a tomar semejante decisión, en un entorno caracterizado por la acuciante necesidad de crecimiento y en el que cada punto que la economía deja de crecer se traduce, en lo social, en mayor desempleo, mayor pobreza y expansión y ahondamiento de las inconformidades sociales. En esta circunstancia, el no ejercicio de recursos ya aprobados y, hasta donde se sabe, disponibles, genera de manera inevitable la sospecha ciudadana.
A falta de explicación oficial por la inopinada contención del gasto gubernamental, el hecho cierto es que tal manejo de las finanzas nacionales es característico de las medidas anticíclicas recetadas de manera uniforme por los organismos financieros internacionales, en el marco del modelo neoliberal, aún vigente en México.
Tales medidas, que han dejado a su paso una inconmensurable devastación política, social y económica en países como España, Grecia y Portugal, son lo que menos necesita el México de hoy. Por el contrario, para empezar a remontar el vasto rezago social, las lacerantes desigualdades y la miseria, se requiere de una política económica que sea capaz de reactivar el mercado interno y que promueva la creación de empleos. Y en ese proceso, el gasto público fuerte desempeña un papel indispensable.
Es preciso, en suma, que la SHCP explique las razones por las cuales el gobierno ha venido conteniendo el gasto público, sin que ello pueda justificarse por ausencia de recursos, espiral inflacionaria u otro motivo. Y más allá de eso, es impostergable que las autoridades se fijen la reactivación económica como una de las prioridades centrales de su gestión, así sea por el hecho de que en ausencia de tal reactivación, la gobernabilidad quedará expuesta a nuevos embates.
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