por Michael Molina
Así como un hombre al que le han ofendido y le han atentado en lo más profundo de su dignidad, hoy Jesús Zambrano se dice violentado en su representatividad por las decisiones autoritarias del titular del ejecutivo y su fracción partidista. Partiendo de las elecciones en Baja California y las pretensiones por la privatización de PEMEX, acusando al partido tricolor de complicidad con el crimen organizado en los últimos comicios, el líder del ex partido de izquierda, el PRD, discursivamente se posiciona como un muro al que habrá que superar para que esos procesos electorales no se repitan y esas reformas no procedan; dice que el pacto por México está en predicamento por la demagogia priista y es momento de replantearse las prioridades para la izquierda. Un discurso magnífico si un individuo lo lee en medios impresos, si un extranjero quiere informarse sobre política mexicana o si los socialdemócratas tratan de legitimar su posicionamiento flexible. Sin embargo, existen mexicanos que han dado seguimiento al proceder de este actor político y no otorgan validez a estos argumentos de contrapeso de Zambrano:
Un partido político que tuvo el respaldo popular durante muchos años, que fue capaz de salir victorioso con las herramientas limitadísimas de la democracia mexicana en procesos electorales como los del 88 y 2006 (procesos que no procedieron por elementos de la situación geo-política de México), un partido que en momentos históricos supo presentar un proyecto social congruente y que desde hace algunos años dio un giro singular hacia una dirección distinta al que un universitario consciente, un obrero que trabaja bajo el salario mínimo y cualquier sujeto que tiene conocimientos mínimos de política social comprende: resulta un proyecto no respaldado.
La últimas elecciones realizadas en 14 Estados del País evidencian el retroceso en el que se encuentra el PRD el día de hoy pues, el partido del Sol Azteca, sólo logró ganar 3 capitales (Mexicali, Puebla y Aguascalientes) y, esto fue, en coalición con Acción Nacional, quienes por su parte obtuvieron dos de forma independiente (Tlaxcala y Saltillo), quedando el restante con representación priista, incluyendo Cancún, localidad despojada a los perredistas de manera inesperada, arrasando Hidalgo y con notable mayoría en territorios como Sinaloa, Veracruz y Zacatecas. De los 32 Estados del País, sólo 4 son representados por gobernadores perredistas (Morelos, Guerrero y el Distrito Federal), lo cual es un fuerte indicador para ubicar el posicionamiento que tienen en la actualidad.
La separación y cuestionamientos de personajes históricos para el partido, como Andrés Manuel López Obrador o Gerardo Fernández Noroña, la creación un nuevo partido político de izquierda, que recupere los valores perdidos por la izquierda partidista, como es el caso de MORENA, denotan un estado de inconformidad por parte de diversos sectores que durante mucho tiempo simpatizaron con el proyecto perredista hacia el proceder de sus líderes actuales, en particular con Jesús Zambrano. En redes sociales la percepción no es muy distinta: “De la guerrilla al Pacto por México”, “amagos hipócritas de Jesús Zambrano”, “el nuevo Socialismo de mercado mexicano”, taggean usuarios en Twitter y Facebook.
La firma del Pacto por México resultó ser un elemento central para las reservas que muchos ciudadanos, activistas y políticos tienen hacia el líder del PRD; las distintas alianzas con el PAN como actos desesperados por combatir a un PRI reivindicado y dispuesto a recuperar su hegemonía, resultan decisiones que ponen en tela de juicio a este personaje político. ¡Y a pesar de esto se indigna!
Las preguntas existenciales que quedan en el aire son: “y ahora, ¿qué quiere Zambrano?”, ¿hasta qué momento encuentra su límite el respaldo al presidente electo?, ¿el folclore izquierdista (institucional) tiene otras sorpresas?. No se sorprenda, lector, en México es posible hacer alianzas entre Guevara y Mussolini, de Marx y Hegel, y de cualquier oxímoron impensable, por lo menos bajo la lógica de Zambrano.
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