Ciudad Perdida
Miguel Ángel Velázquez
En el suceso Ibero-Peña Nieto las consecuencias aún no terminan, pero algo que debe ser muy señalado es la actitud de los estudiantes de esa universidad. Para empezar, se les debe felicitar no por el rechazo al candidato priísta –que para muchos de suyo lo merece–, sino porque han logrado demostrar que el blindaje de las televisoras sí es vulnerable.
No se equivocaron los que atacaron con gritos, pancartas y demás al poder, lo decimos bien. No sólo se trataba de golpear a Peña, se trataba de mostrar al poder que ya no quieren seguir por el camino que los han obligado a caminar, y el priísta concentra –a fin de cuentas el más cercano al triunfo electoral, según las encuestas de las televisoras– los vicios de unos y otros, tricolores y azules. Lo mismo, para no ir muy lejos.
Esos jóvenes, con la pasión de la edad, que no inmadurez, ejercen la crítica y no se equivocan. Reiteramos: saben que el triunfo de Peña es, en buena medida, la clausura de su futuro; es seguir por la misma ruta: muy pocos empleos, muy poca calidad en la educación, poca o nula protección social, más violencia, más desamparo, más dolor y más riqueza en las manos de unos pocos. Es más, entienden que tal vez sus hijos no podrán estudiar en una escuela como la Ibero, porque ellos no tendrán recursos para financiar sus estudios. Por eso no se equivocan. Saben que vivimos al borde del despeñadero.
Penetraron el blindaje de las televisoras que crearon el monstruo, con la seguridad de que podrían pasar por sobre la gente, porque ellas lo decían, porque tienen el poder de manipular la voluntad popular, pero no tuvieron en cuenta que estos muchachos reciben una educación que va mucho más allá de la pantalla de la televisión, y manipularlos no es tan fácil.
Peña y el PRI sabían que la visita a la Ibero no sería miel sobre hojuelas, estaban advertidos. Pero la prepotencia, la misma con la que Peña respondió a las acusaciones sobre la brutal represión contra los habitantes de San Salvador Atenco, los hizo pensar que
la figura mataría la protesta, y si no alcanzaba, allí habría otros agentes de la campaña que comprarían, con algunos pesos, la voluntad de los estudiantes, para que la protesta no sucediera.
En esa universidad, que se asienta en terrenos de Santa Fe, son muchos los jóvenes que aseguran que se les ofreció dinero para que no hicieran preguntas incómodas ni lanzaran consignas en contra de Peña, es decir, para demostrarles cómo se va a gobernar en caso del eventual triunfo priísta.
Ayer a mediodía, en ese campus las versiones sobre la intentona de Peña para evitar el desaguisado corrieron de un lado a otro. También se dijo que un grupo de priístas, al parecer
invitados del candidato, se colaron al salón donde el ex gobernador del estado de México dio su discurso, y ocuparon cuando menos las tres primeras filas del butaquerío, para que nadie lo fuera a interpelar de frente.
Mucho hay que aprender de la lección de los estudiantes de la Ibero. Para ellos está claro: lo panistas no tienen fuerza ni autoridad para seguir en el gobierno; el que puede llegar, para que nada cambie, es Peña, aunque se olvidan de que si se ha de acabar con el monstruo; también se debe acabar con el engendro, esto porque los azules hacen votos por que Peña se desplome y toda la fuerza del poder se traslade a Josefina Vázquez Mota; es decir, lo mismo.
De pasadita
Y ya que andamos por las universidades, habrá que echarle un ojo a la de la ciudad de México, porque allí el conflicto va en escalada y curiosamente el candidato de las izquierdas, Miguel Ángel Mancera, no se atreve a ofrecer ninguna propuesta que evite que el problema estalle. Bueno, ni siquiera se atreve a molestar con el pétalo de una declaración a la rectora Orozco, quien entre el capricho y el autoritarismo tiene postrada a esa escuela. A ver a qué horas.
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