Astillero
La masacre como destino
Perseverancia funeraria
Regaños gringos en plural
Felipe Calderón ha ido a Mexicali en busca de briznas de éxito para su desfalleciente cabalgadura antinarco. Ha visitado el cuartel militar para reiterar el discurso de sonoridades patrioteras, falsa identificación gremial de holgada casaca e incumplidas promesas de respaldo económico a la masa verde olivo que forma su única palanca forzada de apoyo. Luego ha reinstalado el muy conocido espectáculo inocuo de los pasteurizados diálogos por la seguridad en los que hace como que atiende opiniones de la sociedad y acaba lanzando rollos invariables de justificación y ensalzamiento de sus oscuras obsesiones de belicismo selectivo.
Allí, en ese estado de fracasada administración estatal panista, de donde trajo a un secretario de gobierno para transmutarlo mediante alquimia impensable en secretario federal de gobernación, el señor de Los Pinos creyó encontrar materia de propaganda favorable en momentos en que crece la exigencia de que frene el baño nacional de sangre. Por ello ha querido reivindicar la disminución de violencia que se ha registrado en la Baja California ahora virtualmente recuperada por el priísmo que gobierna los municipios y controla el Congreso local, tratando de empujar a los mexicanos a “perseverar” en la presunta “guerra” contra el narcotráfico.
Pero la oratoria de funeral escogida por el ocupante precario del poder de las ejecuciones, es decir, el ejecutivo, ha sido poco alentadora. Como si le estimulara la evocación del peligro ajeno, como si le pareciera heroico el profetizar escenas terribles de sangre, como si el número de muertes y el grado de horror constituyeran un marcador positivo que por tanto debiera ser motivo de jactancia o demostración de eficacia, Calderón se permitió anunciar que “puede haber, desde luego, momentos todavía muy tensos y los hay; puede haber momentos de... golpes (...), sobresaltos, por ejemplo como el de la masacre de estos pobres muchachos en este centro de rehabilitación. Los va a haber seguramente”. Y, luego de ese anuncio de la multiplicación de las masacres, ha arengado el necio y sombrío declarante: “la clave es perseverar, y no cejar”.
Descomposturas de la arquitectura mental ejecutante el mismo día en que el embajador de Estados Unidos ha declarado sin ambages que las autoridades mexicanas (se entiende que una de ellas es el antes mencionado lic Calderón) deben apresurarse a resolver el grave problema de la violencia relacionada con el narcotráfico, pues inversionistas extranjeros cada vez se resisten más a arriesgarse en nuestro país. Intervencionismo abierto del nada diplomático Carlos Pascual, que opina sobre política mexicana con desparpajo absoluto. Según Reuters, el embajador dijo ayer que “si no tomamos con seriedad la tensión que se está creando por la inseguridad y trabajamos de una manera muy deliberada y acelerada para reducirla, entonces existe un panorama muy grave de que la contaminación en el clima de inversiones pueda volverse más significativa”. ¿Quién no toma con seriedad la tensión que se está creando por la inseguridad? ¿Felipe Calderón? ¿Por qué Pascual usa un plural que resulta tutelar, sustitutivo, hasta amenazante?
Por lo pronto, el michoacano, cuyo rostro cada día adquiere nuevas connotaciones ríspidas, se ha lanzado con enojo contra la nueva realidad política gringa que sabe le será adversa luego del triunfo republicano que le cobrará “ovaciones” de demócratas en el pasado reciente. “Nosotros no queremos que nos sigan enviando a México ilegalmente ni dinero sucio ni armas, como tampoco los americanos (sic) desean que crucen drogas u otros elementos ilegales”, sentenció el representante legal de uno de los países del continente llamado América en el que algunos pensamientos colonizados convalidan la apropiación gringa del vocablo que nos pertenece a todos.
Día de dolor íntimo en el político panista que ha confesado que el momento más doloroso de su gestión no han sido las muertes de niños en la guardería ABC ni las decenas de miles de asesinatos de lo que va de su sexenio, por citar dos ejemplos, sino el fallecimiento de quien fue su guía, faro, acompañante y confidente, el español Juan Camilo Mouriño Terrazas que dos años atrás terminó su vida en un incidente que sigue despertando suspicacias e interpretaciones politizadas. La señora Margarita estuvo en Campeche para rendir homenaje al nacido en Madrid que se especializó en vincular intereses empresariales, sobre todo los propios, los familiares, con el ejercicio presupuestal público y la asignación de contratos y concesiones de privilegio. Otro practicante de las mismas artes, César Nava, develó en la sede nacional del PAN un injustificado busto del ex secretario de gobernación, acto partidista al que no llegó el amigo Calderón por razones espirituales, que no espirituosas, pues, según la explicación de Nava, el lic (sin hache, con ele) Calderón no estaba presente pero sí en espíritu. Y en el Museo de Cera también se estrenó una representación corporal del difunto Juan Camilo, a quien sus íntimos llamaban Iván (la figura, hecha a partir de fibra de vidrio y cera de abeja, que lleva vestimentas pertenecientes al fallecido, quedó entre las estatuas de Francisco I. Madero y Porfirio Díaz).
En Torreón, Coahuila, mientras tanto, el gobernador Humberto Moreira rendía su quinto informe que pretendió fuera su lanzamiento como futuro presidente del comité nacional priísta. Como ya se ha dicho aquí, el actual mandatario pretende dejar en enero su responsabilidad sexenal para fungir como una suerte de adelantado coordinador de campaña de Enrique Peña Nieto desde las oficinas de tres colores, abriendo paso, además, a que su hermano Rubén sea el sucesor sin que reciba la estafeta directamente del consanguíneo saliente. Ayer, por lo pronto, con la elite priísta a su alrededor, el Moreira que va de salida negó que tras su postulación a dirigir su partido esté la profesora Gordillo, aunque advirtió que propondrá en 2012 una alianza PRI-Panal. ¡Feliz fin de semana!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
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