viernes, 17 de septiembre de 2010

SSP: nuevas mentiras Miguel Ángel Granados Chapa




Distrito Federal–
Aunque pareció tener un desenlace feliz, el secuestro de cuatro periodistas en Gómez Palacio, el 26 de julio, tiene ahora una secuela desgraciada, que a su vez dejó al descubierto una nueva mentira en esa fábrica de mendacidad que es la Secretaría de Seguridad Pública del gobierno federal.

Alejandro Hernández Pacheco ha solicitado asilo político en los Estados Unidos. Lo informó él mismo desde El Paso, donde ha comenzado a tramitar el status jurídico que reclama, y que se basa en su temor a los cárteles de la droga…y al gobierno federal.

Hernández Pacheco era camarógrafo de Televisa en Torreón. Junto con un colega reportero de la propia empresa (Héctor Gordoa), un camarógrafo de Milenio Televisión con sede en la Laguna (Jaime Canales), y un reportero de un diario local (que asustado se fue de la ciudad y no quiere siquiera que su nombre se mencione), fueron levantados por un comando armado, mientras se ocupaban de informar de la secuela de un hecho atroz. Se había descubierto que reclusos del penal de Gómez Palacio habían salido por lo menos en dos ocasiones para cometer asesinatos colectivos. La movilización periodística que siguió a esa revelación, y la destitución de la directora que practicaba una inédita noción de readaptación social, fue aprovechada por el cártel de Sinaloa para denunciar la complicidad de la policía local con la banda de los Zetas. Un video donde un agente municipal hacía esa revelación fue entregado a las dos televisoras cuyos representantes fueron capturados por una célula dependiente del Chapo Guzmán, a efecto de canjear su difusión por la libertad de sus camarógrafos y reportero.

La insólita presión causó una crisis en esas empresas (Milenio difundió en horario discreto el video, y Denise Maerker suspendió la emisión de su programa el jueves 29). Además, el insólito acontecimiento generó la conciencia de que el narcopoder pretendía ejercer su propia política de información, dictando a los medios programar lo que conviene a sus intereses, y suscitó un movimiento de alerta y solidaridad en el gremio periodístico (que no ha levantado el vuelo como parecía posible a partir de ese hecho). El diarista local fue liberado unas horas después de su captura, el reportero de Televisa, adscrito al programa de Maerker tuvo esa misma suerte un día después. Y luego supimos, nos lo dijo la Secretaría de Seguridad Pública, que la Policía Federal liberó a los dos camarógrafos, a los cuales presentó en conferencia de prensa. En ella participaron el propio titular de la SSP, Genaro Garcia Luna, y el comisionado de la Policía Federal, Facundo Rosas Rosas.

Ahora sabemos que lo que se dijo allí no es verdad, y conocemos también el entorno en que se produjo esa comparecencia de los camarógrafos ante los medios. Fueron llevados allí, según la versión de Hernández Pacheco, con engaños, y se les forzó a convalidar la narración oficial sobre su rescate, que no corresponde con su propia vivencia. No hubo ninguna operación eficaz de la PF, que a sí misma se había presentado como autora de una operación en que bastó su sola proximidad para atemorizar a los captores que prefirieron huir y permitieron la liberación de las víctimas. Los secuestradores, cumplida su encomienda, los sacaron de la casa de seguridad en que se hallaban y los dejaron ir en un calle cercana, no lejos de un retén policiaco. Después, la Policía Federal los trasladó a la ciudad de México. Se dijo a los camarógrafos que los recibiría el presidente de la República. En vez de dirigirse a Los Pinos, fueron llevados al centro de mando de la corporación policial, donde García Luna y Rosas les permitieron ofrecer una parca versión de lo sucedido, en la que no entraron en pormenores sobre el modo de su liberación.

Mientras Canales aparece en la publicidad que de sí misma hace Milenio Televisión en su pantalla afirmando que seguirá su trabajo “con la cámara al hombro”, Hernández Pacheco decidió alejarse de su tarea. Tiene miedo de la banda que los secuestró, de los Zetas denunciados en el video cuya difusión fue exigida a cambio de su libertad, y de las autoridades que lo engañaron: “nunca nos hablaron de una conferencia de prensa”, “ese no era el trato, yo pude haber dicho ahí que no, pero en ese momento, la verdad, no pensé; ya tenían ahí nuestro nombre, ya tenían todo organizado ellos, pero sabíamos nada, hasta ese momento, dos minutos antes…Nos utilizaron para cubrirse de gloria ellos y nos usaron para pararse el cuello nada más. Me sentí mal, me sentí usado” Y respecto de su rescate aclara que los federales “no llegaron, estaban ahí alrededor, pero no nos sacaron”. En cambio, los secuestradores “nos liberan en una calle, en un baldío”, luego los desplazan a otro lugar “nos dicen córranle. Ellos arrancaron el carro, y como a tres cuadras vimos a la policía”. (Reforma, 15 de septiembre).

Un mes después de ese montaje, la Secretaría de Seguridad Pública, su propio titular García Luna dijeron otra mentira. Al ser presentado a la prensa Edgar Valdez Villarreal, el secretario dijo que La Barbie había sido capturado “en el patio afuera de la casa, en el jardín”; donde se le ubicó tras un largo trabajo de inteligencia; su lugarteniente Rosas dijo algo diferente, y en un parte de agentes federales consta que el jefe mafioso fue detenido porque un convoy policiaco lo persiguió pues su vehículo iba a velocidad excesiva.

La mendacidad en una función tan delicada como la seguridad pública no debería ser admitida. Y sin embargo, lo es.

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