viernes, 17 de septiembre de 2010
Fiesta del miedo
José Gil Olmos
MÉXICO, D.F., 15 de septiembre (apro).- Con tristeza y miedo, México celebra los 100 años de la Revolución y los 200 de haber logrado su Independencia.
El mismo día de las fiestas patrias, ocho ciudades del norte del país cancelaron los festejos, mientras que en el Zócalo del Distrito Federal –el centro histórico y político de la nación– miles de policías, francotiradores y soldados, más que desfilar, vigilaron que no ocurriera algún atentado por parte de la delincuencia organizada, convertida en un grupo de poder capaz de poner en entredicho al presidente de la República y al propio Estado mexicano.
El recuerdo que los mexicanos tendrán de esta celebración es que fue todo lo contrario a lo que se esperaba.
“No hay nada que celebrar”, fue el comentario que por semanas se escuchó entre la gente, desalentada por los años violentos que se han vivido, sobre todo en algunos estados en los que el crimen organizado ha desplazado a las autoridades de gobierno y de seguridad pública, irguiéndose aquel como única autoridad.
Aunque el mandatario de Estados Unidos, Barack Obama, rectificó días después, las palabras de la secretaria de Estado de ese país, Hillary Clinton, quedaron retumbando en el gobierno de Felipe Calderón cuando dijo que en México los grupos del narcotráfico tienen tintes de “insurgencia”.
Y no es la primera vez que desde el gobierno de Washington hacen una declaración de ese tipo en torno de la situación que priva en México. En enero de 2009, J. N. Mattis, general, US Marine Corps Commander y US Joint Forces Command del Departamento de Defensa de Estados Unidos, se refirió a México como “Estado fallido”.
Los principales dirigentes políticos del gobierno y del Congreso, así como articulistas oficiales, salieron en defensa de la patria, pero nadie pudo rebatir los datos que sostenían esta percepción: 28 mil muertos en la lucha por el control del narcotráfico por parte de los principales cárteles, decenas de zonas controladas por estos últimos, ciudades al borde de la ingobernabilidad --Tijuana, Ciudad Juárez, Culiacán, Monterrey, Saltillo, Nuevo Laredo, Reynosa y Chihuahua--, miles de familias emigrando a Estados Unidos y miles de desaparecidos.
Además de toda esta violencia, la situación se agrava con la corrupción en todos los niveles de gobierno. Tanto, que policías, jueces, ministerios públicos, sacerdotes, gobernadores, militares y funcionarios están comprados por el narcotráfico.
Si en 1810 México vivió una lucha por la Independencia y en 1910 enfrentó una Revolución, en este 2010 sufre una “guerra” perdida contra el narcotráfico, que ha sumido a la población y al gobierno en el terror.
Felipe Calderón ya no realiza actos al aire libre por temor a un atentado y la residencia presidencial, conocida como Los Pinos, es una fortaleza cubierta por francotiradores, soldados, vallas de acero y policías antimotines.
Días antes del famoso “Grito de Independencia”, en el Zócalo capitalino, las propias autoridades desalentaron a la gente a que asistiera y que mejor siguiera por televisión el festejo. Y es que el miedo se ha apoderado de los mexicanos y de su gobierno.
Y más: En los diarios mexicanos, los nombres de los próceres de la Independencia y de la Revolución –Hidalgo, Morelos, Villa, Zapata, Madero– han sido desplazados por los de los jefes de los principales cárteles --El Chapo, El Azul, El Mayo, El Lazca, La Barbie, El Barbas, El JJ, etc.-- , quienes ahora encabezan los nuevos cambios del país en la formación de una “sociedad narca” que comparte sus nuevos códigos de superación personal mediante el trafico de drogas, el trasiego ilegal de mercancías, la extorsión y el secuestro.
Se trata de la “nueva revolución” encabezada por estos personajes que en 10 años han transformado al país, sumiéndolo en un estado de ánimo sombrío, pues han demostrado que tienen más poder e influencia social que los diputados, senadores, presidentes municipales y gobernadores juntos.
Son los nuevos líderes que se protegen con sus propios ejércitos de sicarios, armados con equipo comprado en Estados Unidos, país donde tienen sus negocios financieros.
Después de 200 años de gestas independentistas y revolucionarias, México ha sido sorprendido por una nueva guerra de guerrillas que ya ha cobrado miles de muertos y desaparecidos, y la formación de una generación de jóvenes que prefieren morir a los 20 años como sicarios, que abandonados, ya viejos, en sus pueblos.
Este es el nuevo drama que vivimos los mexicanos, una situación a la que no se le ve una salida y que provoca un desánimo generalizado. El Grito de Independencia, pues, no será de mucha alegría y júbilo, sino más bien de protesta por la incompetencia de todas las autoridades, empezando por la presidencial.
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