Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
28 de abril de 2009
Y no se trata únicamente de esta influenza porcina y porfiada que se ha hecho sicosis y que revela el tamaño de nuestros miedos. Las enfermedades de la nación son crónicas y llevan ya mucho tiempo.
Si lo comparamos con un cuerpo humano, el país tiene un grave problema de huesos, de estructuras que no han podido reforzarse porque siempre andamos en superficialidades. Así, continúan sin acometerse los grandes pendientes: una reforma del Estado que —entre otras cosas— reequilibre los contrapesos entre los tres poderes de la Unión y acabe con aberraciones como la de que el procurador general de justicia sea empleado servil del presidente; el diseño e implementación de un modelo económico propio que redistribuya el ingreso, que atenúe la polarización entre los muchos que tienen poco y los pocos que tienen mucho; y una gran revolución educativa que corresponda a la era global del conocimiento y acorde a nuestros peculiares retos científicos y tecnológicos.
Entre otras cosas, para no pasar vergüenzas como eso de que el señor Carstens ande limosneando 200 milloncitos de dólares para comprar laboratorios que nos permitan identificar al virus mortífero que ahora nos persigue.
Por supuesto que la contingencia es grave, pero lo es más por nuestros órganos ineficientes, por nuestras esclerosis múltiples y por las heridas tan profundas como las de 88 o 2006, que todavía no cierran. Por eso el impacto de la influenza es todavía mayor. De ahí los ojos del desconcierto tras el cubrebocas que ya se ha hecho paisaje urbano en nuestras ciudades semidesiertas.
Más aún con la amenaza de aislarnos globalmente ahora que México fue identificado como el foco viral que alarma igual en Estados Unidos que en China, en Suecia, en Brasil o en Nueva Zelanda. Ya sólo eso nos faltaba, que la Organización Mundial de la Salud nos declare en cuarentena y nos aplique un cerco sanitario para apartarnos, como apestados, del resto del planeta.
Por cierto, es más que legítimo preguntarnos: ¿Por qué México? ¿Es verdad que expertos en inmunología alertaron a tiempo y nadie hizo caso? ¿Acaso no hay responsabilidad oficial alguna?
Por lo pronto, el asesino invisible sigue matando mexicanos en porciones crecientes de territorio. Y no hay quien pueda detenerlo. Una cuarta plaga, después de las crisis financiera, económica y social que todavía estamos padeciendo. Una prueba de fuego para nuestros gobiernos. Una epidemia de efectos devastadores, sobre todo para los más pobres. Y es que este país, desde hace tiempo, está muy enfermo.
martes, 28 de abril de 2009
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