Álvaro Delgado
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- “¿Qué es Fox? ¿Quién es Fox? ¿Cuál es Fox? La respuesta, queridos amigos, es lamentablemente muy sencilla: Nada. Una nada llena de palabras”.
Así describió a Vicente Fox el artista José Chávez Morado cuando, en el año 2000, este personaje del PAN engatuzaba a millones de mexicanos que, en efecto, votaron por él para, tras su infecundo sexenio, dejar “el ácido sabor del engaño”, como lo definió Julio Scherer García.
Pero Chávez Morado se equivocó: La nada, que es el vacío sin principio ni final, no basta para describir a quien no sólo estafó y traicionó a sus votantes y no votantes, sino que saqueó y se enriqueció –él y su clan– a la sombra del poder.
Fox, este grandote sin grandeza que también esquilmó al país como propagandista de Enrique Peña Nieto, no sólo es un ladrón impune, sino que ahora ha tomado a diversión insultar a mexicanos.
“hey perrada twitera de lopitos. probemos si pueden responder sus tonterías mas rápido. Tienen 30 segunos, un, dos, tres arrancan… a ver quie dice mas groserias”, escribió Fox, con absoluta suciedad lingüística, en un retador mensaje de Twitter, el miércoles 14, que se convirtió en retahíla de nueve mensajes para descalificar a los seguidores de Andrés Manuel López Obrador, su fijación desde hace dos décadas.
“Mis tweets de ayer por la tarde no sólo fueron ´mentadas de madre´, fueron un experiemento social digital y compruebo lo siguiente”, escribió este jueves Fox en Twitter, con el mismo lenguaje que exhibe su desprecio por el saber y en el inicio de otra retahíla de inventivas contra López Obrador.
Este individuo, que fue presidente de México y jefe de las instituciones del Estado, no sólo es un parásito que nos cuesta, sólo él, 205 mil pesos mensuales, pero además con dinero público se le pagan 500 mil pesos mensuales a los 20 funcionarios que trabajan para él.
Varios de estos funcionarios atienden el Centro Fox, en Guanajuato, que además usa como salón de fiestas que estimula la evasión de impuestos si los clientes pagan en efectivo. Pero esto y los 14 millones 384 mil pesos que Peña le ha dado de subsidio en su gobierno palidecen ante otras evidencias de su enriquecimiento.
Desde el 2000 emergieron datos sobre el enriquecimiento de Fox y su parentela, incluida la de su mujer Marta Sahagún, como en el libro de Jesusa Cervantes, Los hijos de Marta, y Fin de fiesta en Los Pinos, de Anabel Hernández, y ahora en Fox, negocios a la sombra del poder, Raúl Olmos documenta también las maniobras que ha hecho este personaje para enriquecerse desde que llegó, quebrado, a la Presidencia de la República.
Unos ejemplos: Apenas llegó al cargo, su hijo Rodrigo se hizo accionista del Grupo Estrella Blanca, a la que su gobierno le otorgó contratos por 350 millones de pesos, y apenas dejó la presidencia, en 2007, recibieron regaladas las acciones de otra empresa transportista que convirtieron en un gran negocio con contratos de los gobiernos de Felipe Calderón y Peña.
No sólo eso: El Centro Fox desvirtuó sus fines no lucrativos y recibe fondos oscuros, como una transferencia de 200 mil dólares que le hizo una empresa fantasma británica, o donativos millonarios de compañías inexistentes, una de ellas ligada a Oceanografía, de la que fue promotor de contratos un hijo de Marta.
Las evidencias de corrupción de Fox se multiplican en este libro, pero él dice que vive de su pensión de 205 mil pesos al mes, que sólo le sirven para “comer frijolitos”, pero en 2011 compró un departamento en Santa Fe de casi 5 millones de pesos; en 2012, otro de 8 millones en León, y otro de seis millones en la colonia Roma de la Ciudad de México.
De ser un muerto de hambre, en el 2000, Fox es hoy un millonario que, además de vivir de los mexicanos, los insulta. Es, en efecto, una piltrafa moral…
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