CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Enrique Peña Nieto incurrió en un acto “inmoral” el jueves 8, cuando declaró que “el presidente de la República toma Coca Cola todos los días… Coca Cola Light”, pues según Erick Antonio Ochoa, integrante de la Fundación Interamericana para el Corazón, “es como si el presidente recomendara que fumáramos tabaco o mariguana, o que tomáramos alcohol”.
Además, según Enrique Gómez Álvarez, integrante de la Asociación Mexicana de Cardiología, los refrescos light contienen edulcorantes que “descomponen la flora intestinal, intervienen en el metabolismo e inducen resistencias a la insulina”, aseveró durante una conferencia que realizó hoy la Alianza por la Salud Alimentaria (ASA).
Según Alejandro Calvillo, director de la organización El Poder del Consumidor e integrante de la ASA, las campañas que difunde la Secretaría de Salud –entre ellas “Chécate, Mídete, Muévete”– le convienen a la industria, ya que se limitan a promover una vida saludable sin señalar el vínculo de la obesidad con el consumo de la alimentación chatarra y de refrescos, como el Estado lo hizo en el caso del tabaco o del alcohol.
“Esta campaña no tiene impacto sobre el consumo”, lamentó Calvillo, al añadir: “Además, las instituciones públicas nunca invertirán la misma cantidad en campañas de prevención que las sumas que invierten las industrias en promocionar sus productos”. Cada año, aseguró el activista, se estima que las transnacionales erogan entre 3 y 4 mil millones de pesos en propaganda.
Ciencia capturada
Documentos internos de la industria estadunidense del azúcar demuestran que los grandes corporativos de ese sector supieron desde los años cincuenta que el consumo de grasas saturadas y azúcares provocaba enfermedades mortales del corazón, según un estudio que publicó el Journal of the American Medical Association el lunes 12.
De acuerdo con ese reporte, en lugar de desalentar el consumo de azúcar, la industria financió estudios científicos para desviar la responsabilidad de la obesidad hacia únicamente el consumo de grasas.
Con el paso de los años, la industria refresquera sustituyó a la industria del azúcar en el cabildeo para impedir la adopción de políticas públicas que desincentivaran el consumo del edulcorante y, por extensión, de refrescos, aseveró Calvillo, al añadir que esta estrategia se ve reflejada en “el dogma del balance energético”.
Este dogma es el argumento de la industria chatarra y refresquera, según el cual la obesidad no deriva del consumo de alimentos ultraprocesados de mala calidad nutritiva, sino que proviene de la falta de actividad física para eliminar las calorías ingeridas, alertó el activista.
En Estados Unidos, por ejemplo, Coca Cola financió a un grupo de académicos de la Universidad de Carolina para fundar la iniciativa Global Energy Balance –Balance Energético Global, en español–, la cual sostiene que la obesidad y las enfermedades asociadas nacen de la falta de ejercicio, según se reveló el año pasado.
Y en México, desde el pasado 15 de julio Coca Cola está asociada con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) para “promover la investigación” a través del Premio Nacional en Ciencia y Tecnología de Alimentos.
Calvillo también recordó el caso del evento organizado por el International Life Science Institute de México el año pasado, en el que la institución –financiada por las industrias chatarra y refresquera– invitó al cardiólogo estadunidense James Rippe.
Durante el evento el médico, al que la poderosa Asociación de Refinadores de Maíz patrocinó durante cuatro años con 10 millones de dólares, redujo la importancia del consumo de bebidas azucaradas en la salud y aseveró que el impuesto a éstas era “inútil”.
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