martes, 15 de septiembre de 2015

Matar al populismo, matar a AMLO .- ÁLVARO DELGADO

Obrador de gira en Iztapalapa en abril de 2015. Foto: Miguel Dimayuga

MÉXICO, D.F. (apro).- Con toda la estridencia del fracaso, que junto con la corrupción y la mentira son ya su marca para la historia, Enrique Peña Nieto ha dado inicio a la temporada de caza contra el “populismo”, esa bestia negra asociada sin atenuantes a Andrés Manuel López Obrador.

La perturbación de la cúpula empresarial ante una hipotética victoria de López Obrador en 2018, un ánimo muy parecido al de 2006 y 2012, ha estimulado en el extremo impulsos asesinos, como lo advirtió públicamente el periodista Joaquín López-Dóriga, el 15 de mayo, cuando escribió sobre planes para “eliminar” al exjefe de gobierno de la capital.
Es preciso tener en cuenta esta información para que las autoridades, pero sobre todo los ciudadanos, dimensionen de lo que pueden ser capaces los que creen que nada –ni un poquito– debe cambiar en México. En su columna “En privado”, titulada “AMLO es el blanco”, López-Dóriga escribió en Milenio:
“En las últimas semanas he escuchado en círculos empresariales que López Obrador viene con todo y que ha sido este gobierno el que le ha pavimentado el regreso. Incluso, he sabido que esa cúpula ha comentado que hay que pararlo(cursivas en el original), lo que me parece gravísimo, ya no se diga en una democracia, sino en cualquier convivencia civilizada, y sería el peor y último error de este sistema, eliminar a un candidato presidencial, como ya ocurrió la tarde del miércoles 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, Tijuana”.
¿Quiénes son esos personajes de “círculos empresariales” que López-Dóriga dice que quieren “eliminar” al líder de Morena? No lo ha dicho, pero no pudo haberlo escrito sin que de ello se sepa al más alto nivel y que, opina él, “debería ser una de las más importantes preocupaciones y prioridad de este gobierno, que, hasta donde sé, lo es: que a nadie le pase nada, que todos lleguen al proceso presidencial de 2018 sanos y salvos y que sean las urnas las que decidan su futuro. Otra salida ya no la resistiría el país.”
Pero así como hay ansias homicidas en algunos que se creen amos de México han surgido, también, iniciativas que plantean necesarias y urgentes acciones contra la desigualdad y la pobreza, que padecen más de 60 millones de mexicanos, un fenómeno que, como postula con razón el economista Gerardo Esquivel, debe ser debatido por razones éticas, morales, económicas y políticas.
“Frente a la pobreza” es la iniciativa de más de 100 organizaciones de la sociedad civil que se sumaron a la convocatoria del Instituto de Estudios para la Transición Democrática, a la que pertenecen entre muchos otros José Woldenberg, Mauricio Merino, Enrique Provencio y Ricardo Becerra, este último subsecretario de Desarrollo Económico del gobierno de Miguel Mancera.
Llama la atención la suma de personajes como Rogelio Gómez Hermosillo, exfuncionario del gobierno de Vicente Fox; Alberto Núñez Esteva, expresidente de la Coparmex; Francisco Landeros, director de la Fundación del Empresariado Mexicano, y Luis Rubio, exasesor de Josefina Vázquez Mota, detractores todos de López Obrador.
El hecho de articular un esfuerzo para entender y atender el fenómeno de la desigualdad y la pobreza es encomiable, porque el tamaño del reto exige, en efecto, una visión de Estado, más allá de partidos, dirigentes y candidatos. Se trata de la viabilidad misma de la nación.
Más allá de la elección presidencial, dentro de tres años, lo único que se debe tratar de aniquilar es la pobreza, la corrupción, el autoritarismo y la mentira, no a un político motejado de populista y al que, en todo caso, han fortalecido precisamente los antipopulistas que han gobernado México los más recientes 35 años.
Y este es el punto: ¿Qué han significado para México los gobiernos antipopulistas? Las propias cifras oficiales exhiben que, justamente, lo que alegan temer de los populistas: Deuda, estancamiento, miseria y opulencia a extremos escandalosos.
El ciclo populista concluyó en 1982 con el gobierno de José López Portillo, autodenominado “el último presidente de la Revolución”, en cuyo sexenio la economía creció 6.51%, y 6.16 en los seis años de su antecesor, Luis Echeverría.
¿Qué pasó con los gobiernos neoliberales –los antipopulistas–que siguieron de 1982 hasta la fecha e iniciaron el auge del neoliberalismo? Puros malos números: Con Miguel de la Madrid, el Producto Interno Bruto (PIB) creció 0.18% en promedio en seis años, con Carlos Salinas –el gran privatizador– sumó 3.91 y con Ernesto Zedillo 3.39%.
Los dos gobiernos neoliberales del PAN –declarados antipopulistas– tuvieron un crecimiento más mediocre aun que los neoliberales priistas que les precedieron, pese al auge de los precios internacionales del petróleo: El PIB del primero ascendió 2.03 de promedio anual en el sexenio y 2.04 el segundo.
No estoy diciendo que el populismo es mejor que el neoliberalismo en sí mismo, sino solamente comparando los saldos de gobiernos antipopulistas vigentes desde hace 35 años.
La deuda, por ejemplo, es asociada con las políticas populistas, pero es también característica de los gobiernos antipopulistas:
Solamente en los sexenios de Fox y Calderón y los tres años de Peña Nieto la deuda externa del sector público federal –gobierno central, entidades paraestatales y banca de desarrollo– se duplicó: Pasó de 70 mil 260.4 millones de dólares en 2000 a158 mil 580.4 millones de dólares, un crecimiento de 125%.
No sólo eso: Según cifras de la Secretaría de Hacienda, entre 2000 y junio de 2015 fueron transferidos al exterior recursos públicos por 516 mil 62.9 millones de dólares para cubrir el servicio de la deuda externa del sector público federal. Es decir, en 15 años se ha pagado siete veces el monto de la deuda externa.
Los gobiernos antipopulistas son también sinónimo de exclusión: Por ejemplo, según el Banco Mundial, la pobreza actual es la misma de hace 20 años.
Según el reporte Prosperidad compartida y erradicación de la pobreza en América Latina y el Caribe, el número de mexicanos en extrema pobreza –con un ingreso diario que es insuficiente para adquirir una canasta básica alimentaria– se ubicó en 23.1 millones de personas, la cifra más elevada desde 1988.
Mientras, en la clasificación de pobreza moderada se encuentra un universo de 61.4 millones de mexicanos, la mayor cantidad desde 1996.
En contraste, con el auge del neoliberalismo –los antipopulistas–, la concentración del ingreso es inaudita, como lo muestra el informe Desigualdad extrema en México. Concentración del poder económico y político, elaborado por el economista Gerardo Esquivel para la organización no gubernamental Oxfam-México.
Comparado con 23 países de la OCDE, México tiene el mayor nivel de concentración de ingreso: Al 1% de la población más rica le toca 21% del ingreso total. Así, los ricos se hacen más ricos. 
La riqueza de los cuatro mexicanos más ricos Carlos Slim (77,000 millones de dólares), Germán Larrea (13,900), Alberto Bailleres (10,400) y Ricardo Salinas Pliego (8,000) asciende a 9.5% del PIB del país. Y en 2002, la fortuna de estos cuatro sólo representaba 2% del PIB, mientras que el número de mexicanos multimillonarios no ha crecido en los últimos años.
Han sido los detractores del populismo los principales impulsores del populismo…
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado

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