MÉXICO, D.F. (apro).- A los periodistas corruptos el poder los embrutece con dinero y solapa sus excesos. A los independientes, les arrebata espacios, los hostiga y los mata.
Como en ningún país del planeta catalogado de democrático, en México esta fórmula, avalada desde la cúspide del poder, tiene acreditada su plena vigencia.
Por eso cuando el presidente de México y jefe del Estado, Enrique Peña Nieto, desdeña el asesinato del fotoperiodista Rubén Espinosa Becerril y de cuatro mujeres, un crimen que ha conmocionado al mundo, se puede tener una única certeza: La matanza de periodistas continuará.
Este desdén de Peña y de todo su gobierno –una indiferencia convertida en complicidad– no es sólo un aval, sino puede configurar una orden: “Maten a periodistas incómodos, serán impunes”.
Eso es exactamente lo que pasa con el gobernador Javier Duarte, a quien hasta sus amanuenses lo saben un sátrapa. Si en Veracruz se han acumulado 14 asesinatos de periodistas en cinco años, entre ellos el de Regina Martínez, corresponsal de Proceso, no es porque ese estado sea libre y soberano, sino porque su superior en la jerarquía constitucional, el jefe de Estado, lo tolera y por tanto lo avala.
No es una conducta fortuita del poder, sino una estrategia de neutralización: Si los periodistas saben que pueden ser asesinados, ellos o sus familias, sobreviene la autocensura y dejan de investigar y de difundir asuntos que la sociedad tiene derecho a saber y que a menudo afectan al poder.
Por eso la relevancia del asesinato de un periodista no es porque la vida de éste vale más que la de otra persona, afectada también por la violencia, sino porque su comisión –y su debido esclarecimiento– es clave para romper el círculo de impunidad en una sociedad.
Si los periodistas –y los medios– viven sometidos al terror y a la incertidumbre, no cumplirán con su trabajo de informar sobre la violencia, la corrupción, la impunidad, la violación de derechos humanos y de todo tipo de abusos de poder.
Y si no hay información, la sociedad no toma conciencia ni se indigna y no se moviliza para reclamar, con lo cual se fortalece el círculo de impunidad que está plenamente vigente en México, aunque no desde que Peña y el PRI están de regreso en la Presidencia de la República.
La violencia contra los periodistas en México ha llegado a niveles bestiales que la alternancia en el poder presidencial, en vez de disminuir, ha estimulado: En los gobiernos del PAN de Vicente Fox y Felipe Calderón sumaron 70 periodistas asesinados.
Sólo en el sexenio de Calderón (2016-2012) fueron asesinados 54 periodistas, a razón de nueve por año, un sexenio en el que se llegó a identificar como “enemigos del Estado” a defensores de periodistas y de derechos humanos.
Con Peña la situación ha empeorado: Ya van entre 11 y 21 periodistas asesinados, una variación que depende de la organización que lleve el cómputo, pero Artículo 19 afirma que, desde el 1 de diciembre de 2012, casi cada 24 horas hay un periodista agredido en México.
Según un informe dado a conocer en marzo de este año, los ataques a periodistas han aumentado 80% en comparación con el sexenio de Calderón, cuando un comunicador era agredido cada 48.1 horas.
A principios de este año, la Procuraduría General de la República (PGR) informó que, en los más recientes 15 años, 103 periodistas fueron asesinados y 25 más están desaparecidos, y son Veracruz y Chihuahua donde más han ocurrido estos crímenes.
Se trata de un fenómeno desdeñado por los tres poderes del Estado y los tres órdenes de gobierno, una sordera institucional que comienza desde el jefe de Estado, en este caso Peña Nieto, y que replican hasta la base de la pirámide.
Y si hay un desdén de Peña, del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y de la procuradora Arely Gómez, los principales funcionarios civiles responsables de garantizar la vigencia del Estado de derecho, entonces el futuro es negro.
Es el idéntico comportamiento que Peña ha asumido ante la corrupción de altos funcionarios de su gobierno y de él mismo: La indiferencia como aval para el saqueo.
Y es la misma conducta ante la violencia y la inseguridad que atormentan a los mexicanos en todas las regiones del país: La pachorra cómplice de los criminales o la cínica connivencia como en la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Malas noticias no sólo para los periodistas, sino para todo México…
Apuntes
El jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera, tan proclive a Peña, copia también a Duarte en el caso del compañero Rubén Espinosa y de las cuatro mujeres: La Procuraduría de Justicia ha actuado de manera desaseada y manipulada, y su más reciente filtración, al diario Reforma, establece que los homicidas son un violador, un viene-viene y un malabarista callejero. Según el gobierno de Veracruz, a Regina Martínez la mató un drogadicto seropositivo analfabeto. Que les crean sus amanuenses…
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado
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