Los intelectuales del sistema
Denise Dresser jamás ha reconocido el fraude del 2006, por más pruebas científicas que lo han demostrado. Ella es cómplice de Calderón y firmante del desplegado al que este artículo hace referencia
Octavio Rodríguez Araujo
10 de Agosto del 2006
El 30 de julio de 1988 Héctor Aguilar Camín escribió en La Jornada que las elecciones de ese año habían sido las "menos inventadas de mucho tiempo... las más limpias... las más verdaderas". Raúl Trejo Delarbre, Rolando Cordera y Arnaldo Córdova no coincidieron en que hubiera habido fraude puesto que las pruebas presentadas por la oposición, a su juicio, no eran suficientes (declaraciones en el semanario Punto, 18 y 25 de julio y 1º de agosto de 1988).
El 3 de agosto de 2006, en un desplegado publicado en Reforma en supuesta defensa de "las instituciones de nuestra democracia", Aguilar Camín y Trejo Delarbre, entre otros, dictaminaron, antes que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), que no hubo fraude y que la elección fue ejemplar. A esta pléyade de abajofirmantes, justo es decir, no se sumaron Rolando Cordera ni Arnaldo Córdova antes mencionados.
La posición de quienes reconocieron el triunfo de Salinas de Gortari en 1988, pese a las evidencias en contrario, no provocó la simpatía de los panistas, ni siquiera de la derecha inteligente, como Gabriel Zaid cuando dijo entonces que los resultados no eran creíbles, y explicó por qué.
Ahora, en cambio, el PAN ha hecho suyo el desplegado de Reforma, y este simple hecho político dice mucho sobre la orientación y la intención de quienes convocaron a su firma y de quienes aceptaron la invitación y firmaron. Toda la maquinaria del Estado y de los principales empresarios del país contra un líder que osó aspirar a dirigir el país, ¿y no hubo fraude y la elección fue ejemplar? Que esto lo digan Ugalde y sus cómplices en el Consejo General del IFE, se entiende: obedecen a sus amos, es decir, a quienes hicieron el trabajo político para ponerlos donde están.
Pero los intelectuales y académicos del desplegado mencionado, muchos de ellos amigos muy queridos (y que por mi parte no dejarán de ser estimados), suena como raro, pues ninguno de ellos, hasta donde sé, vive en la pobreza y sin alternativa en el ámbito académico o editorial. Es más, la mayoría no está en el PAN (este partido no tiene intelectuales, aunque los tuvo y valiosos), ni siquiera se han reunido con Calderón, según Gerardo Priego (secretario de vinculación de Acción Nacional), quien reconociera que su candidato, hasta el 23 de junio por lo menos, no tuvo reunión alguna con intelectuales mexicanos (La Jornada, 24/6/06).
La única explicación que encuentro para que firmaran ese desplegado es su posición en contra de López Obrador, y estarían en su derecho de expresarla. Mejor hubiera sido que así lo hubieran dicho y no que trataran de defender a "las instituciones de nuestra democracia" como si éstas fueran entidades manejadas por robots autoprogramados y no por personas de carne y hueso con relaciones e intereses de diversa índole. Entiendo bien que si Pepe Woldenberg hizo un buen papel como consejero presidente del IFE no resultara atinado de su parte criticar a la institución que ahora no dirige, pero no queda claro por qué tendría que defender a los nuevos consejeros que dejaron pasar violaciones al Cofipe durante la campaña e instruyeron a los vocales ejecutivos, en oposición al artículo 247 del mismo código, para que no se abrieran los paquetes electorales dudosos durante el cómputo distrital (Proceso 1549, páginas 9 y 14 y Astillero, La Jornada).
Entiendo muy bien y acepto que varios de mis amigos sean del sistema, como ellos entienden y aceptan que yo sea de oposición. Pero hay formas más elegantes de defender al sistema, y entre éstas no está sugerir que "las instituciones de nuestra democracia" son infalibles. Los apoyos de Fox (institución a su pesar) a Calderón, el coro que le hicieron los diputados priístas y panistas a Vega Memije cuando el desafuero, y muchas otras barbaridades que han cometido "las instituciones de nuestra democracia" no son motivo de orgullo o felicitación, ni tampoco de declaraciones en su defensa.
Dejemos los eufemismos. Lo que está en juego es la continuidad de una ideología de gobierno que ha favorecido, como nunca antes, a determinados grupos de interés sin importar sus consecuencias en la mayoría de la población o, por otro lado, una revisión de esas formas de ejercicio del poder para que también sean tomados en cuenta la soberanía y los pobres del país. Una vez más, como en 1910, la lucha es entre los defensores del régimen de privilegios y los que quieren acabar con éstos o, al menos, disminuirlos a niveles legítimos, legales y más o menos éticos (no soy puritano). Los intelectuales, dicho sea de paso, somos privilegiados, y los académicos reconocidos aún más. Somos tan privilegiados que nadie nos amenaza por nuestras posiciones políticas o ideología, ni siquiera en instituciones de educación superior privadas donde trabajan por igual lopezobradoristas y calderonistas.
Entiendo también que el Consejo Coordinador Empresarial, los beneficiados por el Fobaproa-IPAB, los Legionarios de Cristo, los miembros de El Yunque y Felipe Calderón estén en contra de que pueda ganar López Obrador y que, por lo tanto, se opongan a que se cuenten los votos y se revise el proceso electoral en su conjunto. Entiendo que defiendan a Ugalde y a sus cómplices, pues cumplieron su papel subordinado al levantarle la mano a Calderón en lugar de respetar, ellos sí, a la institución a la que todavía pertenecen y que no tiene esa atribución reservada para el TE PJF. Entiendo muchas cosas, sí, pero no la defensa de "las instituciones de nuestra democracia", que no es sólo de ellos, sino también de la oposición con la que, obviamente, no están.
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