MÉXICO, D.F. (apro).- Seguramente el próximo domingo 7 el presidente Enrique Peña Nieto estará viendo en Los Pinos, en pantallas especiales, el desarrollo de las elecciones intermedias. Y es muy probable que ante sus ojos se presenten imágenes de violencia en algunos estados donde personas inconformes con el sistema de partidos buscarán obstaculizar los comicios como una expresión de hartazgo ante la corrupción, impunidad e inseguridad en todo el país.
El escenario parece estar listo para que veamos elecciones violentas en 17 estados. En vísperas de que se celebren, ya hay miles de boletas quemadas y oficinas electorales destruidas en algunas entidades del sur del país, donde los maestros disidentes han echado a andar su plan para bloquear todo el proceso.
Los actores, pues, parecen estar listos para actuar. De una parte está el Ejército, intentando a toda costa que se instalen todas las casillas, principalmente en zonas de alto riesgo. Del otro lado, miles de maestros tratan de frenar las elecciones por lo menos en cuatro estados: Michoacán, Guerrero, Chiapas y Oaxaca, aunque sus movilizaciones alcanzan al menos 20 entidades.
En otra parte del escenario tendríamos a diferentes grupos del crimen organizado haciendo valer su fuerza con algunos de sus candidatos, mediante amenazas de muerte y la propaganda de terror. En tanto, los partidos políticos estarían movilizando su estructura electoral para conseguir los votos de muchos ciudadanos que ya no están interesados en participar y que serán mayoría.
Expertos en organizar elecciones, como José Woldenberg, afirman que este será un ejercicio democrático para que los ciudadanos elijan a sus representantes, y que de nada sirve la campaña para acudir a las urnas y anular los votos como muestra de rechazo ciudadano a los partidos políticos.
Otros señalan lo contrario y miran en la anulación (no abstención) del sufragio una forma de expresión pacífica y legal de rechazo a quienes ya no miran como representantes populares.
Nada augura un proceso electoral tranquilo para el próximo domingo. El sistema de partidos, el gobierno reformista de Enrique Peña Nieto, las instituciones electorales, los candidatos, y en general las formas de representación políticas, van a estar a prueba.
La violencia que ya se prevé en el escenario podría rebasar a todas las fuerzas del orden, y el intercambio de responsabilidades será múltiple. Todos querrán culpar al otro y, al mismo tiempo, todos querrán lavarse las manos.
Difícilmente este contexto podría ser distinto, porque ninguno de los actores parece esta dispuesto a cambiar. Las elecciones del domingo podrían ser recordadas no como el gran ejercicio democrático, sino como la expresión más clara de la crisis estructural que vive el país, con instituciones y autoridades corrompidas, gobiernos aliados con el crimen organizado y partidos políticos que ya no representan a la sociedad que los sigue manteniendo.
Quizá el único ganador claro de esta elección será el abstencionismo, que se prevé alcance más de 60%, un récord histórico que no sólo reflejará la apatía ciudadana, sino el hartazgo social frente a un sistema político y de gobierno en crisis profunda.
Twitter: @GilOlmos
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