E
n mi artículo anterior intenté disociar el sistema político, en descomposición, de la nación, que presenta signos de gran vitalidad. Parece que las esperanzas de que el gobierno pudiera rectificar e impulsar un nuevo proyecto se han disipado. Será la gente la que asuma la iniciativa, aunque necesitaría una convocatoria y que ésta fuera creíble. ¿Existen cualidades para esperar este resurgimiento?
Se ha insistido en que nuestro pueblo no tiene vocación para el trabajo; sin este elemento la reorganización sería muy difícil. Esta leyenda no tiene sustento. Los mexicanos somos los más trabajadores de la OCDE (2,250 horas anuales), muy por encima de alemanes, españoles, estadunidenses y sudcoreanos. La productividad en las áreas más competitivas, como la industria automotriz, es igual o superior al primer mundo y, además, baratísima. Los salarios de los mexicanos son los más bajos del planeta.
Los factores que provocan la baja de la productividad están todos vinculados a las políticas neoliberales impuestas de modo autoritario: los salarios deprimidos son autoderrotantes por razones sociales y económicas. La productividad sólo puede crecer con educación, capacitación, desarrollo e innovación. Todo eso puede alcanzarse con nuevas políticas pragmáticas financieras, fiscales y comerciales (Mauricio de Maria y Campos, El Financiero,17/3/15). El obstáculo para ello es el atrincheramiento de un grupo en el poder, dispuesto a defender la corrupción y anular la posibilidad de la alternancia.
También se habla de la manipulación del pueblo mexicano por los medios. Juzgue usted por los hechos: la participación y organización política han crecido de modo exponencial a partir de 1985. Aunque nuestros gobernantes apuestan a la restauración, el viejo sistema no aguanta más. Una encuesta reciente sobre la confianza en la prensa y en la televisión (bajo el control de la Secretaría de Gobernación) reveló que sólo 11 por ciento confía en estos medios. Ejemplo: la exigencia para que se reinstale a Carmen Aristegui en el espacio radial rompió un reto histórico. El gobierno gasta miles de millones en propaganda. La aprobación de Peña bajó en octubre a 39 por ciento y no ha podido recuperarse. El nivel de desaprobación es de 57 por ciento.
Estamos ante una sociedad alerta, inconforme y cada vez más crítica. El poderío de nuestro pueblo es el remedio de nuestros males. Tendrá que haber un despertar de conciencia y nuevas organizaciones para un triunfo electoral sin violencia y para lograr que un gobierno distinto gane las elecciones en 2018 y cambie la política económica y reorientarla no al servicio de unos pocos, sino al crecimiento general. Esto, evidentemente, es posible, y cada vez más cercano.
Twitter: @ortizpinchetti
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