De plano, lo prometido por Enrique Peña Nieto no se cumplirá. Las reformas estructurales que supuestamente llevarían a México a un crecimiento económico elevado, con empleos de calidad y salarios dignos, se quedarán en el puro discurso. De acuerdo con un documento de la Secretaría de Hacienda, el PIB subirá este año sólo 3.2%. Y al sexenio no le queda tiempo para repuntar. Especialistas en economía hacen notar las mentiras con las que el gobierno quiere envolver a la ciudadanía, y advierten: pese al estancamiento hay una expansión del gasto público, presumiblemente con fines electorales.
En todo su sexenio no podrá el presidente Enrique Peña Nieto cumplir la promesa hecha mucho antes de asumir el poder y aun estando en él: hacer que las reformas estructurales lleven al país a “un crecimiento económico elevado, sostenido y sustentable”, con el que se generarían “más empleos de calidad” y permitirían “a todos los mexicanos” tener “salarios dignos”.
Así lo decía Peña Nieto el pasado 2 de septiembre en su mensaje a la nación con motivo de su Segundo Informe de Gobierno. Unos días antes, el 11 de agosto, cuando promulgó la reforma energética y anunciaba el fin de “la fase legislativa del ciclo reformador iniciado el 2 de diciembre de 2012”, afirmaba que había llegado la hora de “poner todas las reformas en acción”, para que “se reflejen en beneficios concretos para las familias”.
Está lista, decía, la “nueva e histórica plataforma” para construir “el nuevo México”.
Nada de eso será posible. Ni crecimiento económico elevado ni mayor bienestar para los mexicanos. Por lo menos así lo reconoció implícitamente la Secretaría de Hacienda y Crédito Público la semana pasada, en el documento Precriterios de Política Económica 2016 –que por ley debió entregar al Congreso–, donde fija de manera preliminar sus proyecciones sobre las principales variables macroeconómicas, tanto para el cierre del año en curso como en los estimados para el siguiente.
Y según el documento, este año el Producto Interno Bruto crecerá cuando mucho 3.2% y en 2016 lo hará en un promedio de 3.8%.
Lo prometido por Peña Nieto desde la campaña por la Presidencia, y formalizado en el Programa Nacional de Financiamiento al Desarrollo (Pronafide, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de diciembre de 2013), era algo distinto.
En el Pronafide se planteaban dos escenarios para el crecimiento económico: uno sin reformas, que es el crecimiento “inercial”, y otro con reformas estructurales.
Sin reformas, la economía crecería 3.8% en 2015; 3.7% en 2016; 3.6% en 2017, y 3.5% en 2018, al término de la administración.
Pero con reformas, se señala en el Pronafide, el ritmo de la economía sería acelerado: 4.7% en 2015; 4.9% en 2016; 5.2% en 2017, y 5.3% en 2018.
Según los precriterios de política económica que Hacienda envió a la Cámara de Diputados el pasado 31 de marzo, nada de ello será posible.
Es decir, aun con las espectaculares y ruidosas reformas estructurales, que agitaron como nunca a legisladores, empresarios, trabajadores, académicos y la sociedad, la economía mantendrá su ritmo “inercial”, creciendo tan mediocremente como lo ha hecho en las últimas décadas.
Es algo que suele criticar Luis Videgaray, secretario de Hacienda, quien un día sí y otro también jura que se hace todo lo posible para elevar la productividad y hacer crecer la economía, mejorar los salarios, aumentar los empleos e incrementar el capital.
Porque “no podemos ser el país del 2.4% (de crecimiento de la economía, como fue el promedio anual entre 1980 y 2013). Tenemos que ser el país del 4, del 5 o del 6”, dijo Videgaray el pasado 26 de marzo ante industriales.
Ese ha sido el discurso de siempre del secretario. Pero sus cálculos, los números fríos de Hacienda, indican que la economía no saldrá de su ritmo inercial.
Mentiras de Hacienda
Dos de los más reconocidos expertos del país en análisis macroeconómico –Jonathan Heath Constable y Juan Moreno Pérez, ambos con doctorado en economía– coinciden con lo que implícitamente prevé Hacienda.
“El gobierno está reconociendo que vamos a crecer menos; muy por debajo de lo que se había prometido”, señala Heath.
Y Moreno Pérez: “No hay indicio alguno de que en lo que resta de la actual administración pueda recuperarse de manera importante la tasa de crecimiento de la economía. Probablemente sí se logre un 3% este año, que ya se me hace mucho; puede ser un poco menos. Y el otro año igual, por ahí, 2.5% a 3%, y así hasta 2018. Es una tasa muy mediocre”.
En el documento de precriterios se mantiene, para 2015, un rango de crecimiento económico de entre 3.2% y 4.2%, que estableció la Secretaría de Hacienda desde noviembre del año pasado.
Pero se señala ahí mismo que “para efectos de las estimaciones de finanzas públicas se plantea utilizar un crecimiento puntual del PIB para 2015 de 3.2%”. Es decir, la parte baja del rango establecido. Ni siquiera el promedio de 3.7%.
Heath apunta: “El rango de 3.2% a 4.2% en 2015 es para el público, ‘para que no nos critiquen si nos equivocamos’. Sin embargo, ‘necesitamos (el gobierno) una estimación puntual y ésta, que antes era el punto medio (3.7%), ahora lo estamos volviendo a 3.2%’, con lo cual implícitamente están reconociendo una estimación a la baja”.
En la revisión exhaustiva que hizo del documento de precriterios, Heath encontró ausencia de información importante, muchas verdades a medias y aun mentiras de la Secretaría de Hacienda.
Por ejemplo, la dependencia asegura que el año pasado se generaron 714 mil nuevos empleos formales, con afiliación al IMSS. Eso, dice, es imposible; además, en muchos casos se trató de la formalización de empleos existentes.
Explica: “Un crecimiento de ese tamaño en el número de empleos formales significaría un aumento de la tasa de empleo formal de 4.3%… en un año en el cual el PIB creció apenas la mitad de eso, 2.1%. Para lograr esa tasa de crecimiento del empleo formal se hubiera necesitado mucho más crecimiento económico y más inversión privada”.
Por ello, dice, es falso que en 2014 se haya registrado el segundo mayor aumento de empleo formal en la historia en un sólo año –como festeja el gobierno–, si el crecimiento de la economía fue mediocre.
El economista –licenciado por la Universidad Anáhuac y maestro y doctor por la de Pennsylvania; consultor y asesor independiente de múltiples instituciones– enfatiza en el tema de las finanzas públicas.
Los números que vienen en los precriterios apuntan a que cada vez son menos “sanas” las finanzas públicas. Señala que en el documento se anuncia un balance económico primario deficitario tanto para 2015 como para 2016.
Y eso, afirma, está lejos de significar finanzas públicas sanas.
Explica: “El principio rector de unas finanzas públicas sanas siempre ha sido que hay que tener un superávit primario.
“Porque si no tienes un superávit primario, eso significa que lo que tienes de ingresos, menos tus gastos distintos del costo financiero (los pagos de la deuda), no te alcanzan para (cubrir) el costo financiero, lo cual significa que tienes que pedir prestado para cubrir los intereses de tu deuda. Y también implica que si tienes un déficit primario, lo más seguro es que tu deuda pública como porcentaje del PIB va a crecer y la única forma en que tu deuda como porcentaje del PIB no crezca es que tengas un superávit primario.”
Agrega que desde los primeros años de los noventa hasta mediados del gobierno de Felipe Calderón se había registrado un superávit primario. Pero desde entonces, hace casi ocho años, se empezó a tener déficit, por lo que la deuda pública como porcentaje del PIB ha crecido.
–Las cifras oficiales indican que en lo que va del gobierno de Peña Nieto, la deuda ha crecido mucho más rápido que en los seis años anteriores…
–Definitivamente. En estos poco más de dos años la deuda ha dado brincos todavía mayores. Y el riesgo es que las finanzas públicas se vuelven más y más vulnerables.
“Ahorita quizá no estamos tan mal, si nos comparamos con otros países, pero la tendencia va en dirección contraria a lo que querían. Y si no revierten esta tendencia, cada vez vamos a tener finanzas más y más vulnerables hasta que llegue un momento que pudiera representar un riesgo mayor.
“Si así lo aprecian las calificadoras internacionales Moody’s o Standard & Poor’s, podrían bajarnos la calificación de riesgo país… y todo lo que sigue: menos acceso a los capitales internacionales, pagos mayores por la deuda, desconfianza de inversionistas, salida de capitales.”
De hecho, en su último informe de finanzas públicas y deuda, correspondiente a febrero de este año –difundido el pasado 30 de marzo–, Hacienda da cuenta de un preocupante ritmo de crecimiento de la deuda pública este sexenio.
De acuerdo con ese informe, la deuda pública en su concepción más amplia, lo que se conoce como Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP), ascendió a 7 billones 662 mil 266 millones de pesos.
Respecto de enero-febrero de 2014, el aumento fue de 215 mil 337 millones de pesos. Pero respecto del primer mes de la actual administración, ha crecido casi 1.8 billones de pesos.
En diciembre de 2012, cuando Peña Nieto llegó a la Presidencia, el SHRFSP era de 5 billones 890 mil 846.1 millones de pesos. A febrero de este año, según el informe de Hacienda es ya de 7 billones 662 mil 266 millones de pesos.
“Nada más” 1 billón 771 mil 420 millones más en 26 meses.
En cifras relativas: al cierre de 2012 la deuda total era de 36.8% del PIB; ahora supera 43.7% del PIB.
Con fines electorales
Por su parte, Moreno Pérez, doctor en historia económica por la Universidad de California Los Ángeles y asesor parlamentario más de 20 años, dice que en los dos primeros años de Peña Nieto el gobierno se ha endeudado por encima de lo autorizado por el Congreso, en cerca de 200 mil millones de pesos.
Pero Hacienda, afirma, tiene la virtud de manipular las cifras de tal manera que para el gran público eso pasa inadvertido, no así para los especialistas y las áreas de análisis de las instituciones financieras.
En su revisión del documento de precriterios, Moreno Pérez encontró omisiones “sospechosas” o “interesadas” de parte del gobierno para justificar el recorte presupuestal, por poco más de 124 mil millones de pesos para este año, anunciado por el secretario Videgaray en enero último.
No abordan de manera explícita dos fuertes ingresos no recurrentes que obtendrá el gobierno y que en su conjunto sumarían un monto aun superior al recorte presupuestal de este año… y que harían innecesario ese recorte.
Uno es el de las coberturas petroleras, el seguro que se compró para garantizar un precio de 79 dólares por barril y que ampara 228 millones de barriles. Dichas coberturas se recibirán a fin de año.
Moreno, especialista en programación financiera desde que trabajó en la extinta Secretaría de Programación y Presupuesto en los ochenta, estima que por ellas se obtendrán poco más de 60 mil millones de pesos.
El otro tema ausente en los precriterios, según el economista, es el remanente de operación del Banco de México. Este remanente resulta siempre que el Banco de México interviene en el mercado cambiario, como lo ha hecho desde finales del año pasado, cuando empezó a dispararse el dólar, muy por encima de los fundamentales de la economía nacional.
Es decir, el Banco de México compra dólares baratos y luego los vende caros, con lo que acumula una significativa suma en pesos. Ese remanente se va directamente a la Tesorería de la Federación.
Moreno Pérez calcula que por esa fuente podrían obtenerse entre 70 mil y 80 mil millones de pesos. La suma de las coberturas y el remanente de operación del Banco de México superan, sin duda, los 124 mil millones de pesos del recorte presupuestal.
Agrega: Y si a esas dos fuentes de ingresos no recurrentes –es decir, que son de una sola vez– se suma la recaudación a través del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) a la gasolina y el diésel, que será de aproximadamente 246 mil millones de pesos, el total de las tres fuentes de ingresos alcanza de sobra para compensar la fuerte disminución en los ingresos petroleros.
Cuestiona por ello la necesidad del recorte al gasto en 2015. Con esa hipótesis se puso a revisar los dos últimos informes de Hacienda sobre las finanzas públicas y la deuda, correspondientes a enero y febrero de este año.
Y encontró que antes que algún recorte al gasto en los dos primeros meses del año, lo que ha habido es una clara expansión del gasto, probablemente con fines electorales.
Con datos y cifras de los propios informes mensuales de Hacienda, Moreno Pérez detectó que en enero, mientras los ingresos presupuestarios cayeron -0.5%, respecto de enero de 2014 –pasaron de 367 mil millones de pesos a 365 mil millones–, el gasto neto presupuestal aumentó 21.7%.
Y ya en el conjunto de los dos meses, enero y febrero, los ingresos presupuestarios aumentaron, respecto del mismo periodo de 2014, apenas 1%. En cambio, el gasto neto presupuestal aumentó 15.1%.
Y una de las partidas que más aumentaron, en casi el doble –94.4%–, es el llamado Ramo 23. Provisiones Salariales y Económicas, mediante el cual –según la definición oficial– se otorgan “recursos a entidades federativas y municipios a través de fondos específicos” para lo siguiente:
“Infraestructura pública, apoyo a migrantes y sus comunidades, desarrollo de zonas metropolitanas y fronterizas, accesibilidad para personas con discapacidad, incremento del capital físico y capacidad productiva de las entidades federativas con menor índice de desarrollo humano e impulso a espacios culturales y deportivos.”
Es decir, es el gasto más cercano a la gente, el de beneficios más inmediatos y más visibles.
Concluye Juan Moreno: “La política que parece estar implementando la Secretaría de Hacienda para los primeros meses del presente año electoral es expandir fuertemente el gasto público. Aunque la caída en los ingresos petroleros sólo se compensará de manera parcial por los ingresos derivados del IEPS a la gasolina y el diésel, el faltante de recursos para poder expandir el gasto se conseguirá anticipando la contratación de deuda.
“Así, el déficit público se concentrará en los primeros meses, como ya se registró claramente durante enero y febrero. Con ese manejo temporal de las finanzas y de la deuda pública, las autoridades hacendarias podrán expandir fuertemente el gasto y el endeudamiento durante la primera mitad del año, ajustando esas variables en el segundo semestre, para cerrar finalmente el ejercicio fiscal sin problemas, luego de la llegada de los ingresos no recurrentes: las coberturas petroleras y el remanente de operación del Banco de México.
“En resumen: no habrá mayor crecimiento económico, pese a las reformas, pero sí una expansión del gasto público con fines electorales.”
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