Ya me cansé. Yo sí, ya me cansé. ¿De qué? De vivir en un país de muertos y desaparecidos, de espectáculos mediáticos que no resuelven nada, de explicaciones a medias, de que me hagan perder el tiempo.
Ya me harté de tener gobernantes incapaces de asumir las responsabilidades de sus actos, de políticos soberbios e intocables que en lugar de pedir perdón, como lo hacen los mejores líderes de las más importantes potencias del mundo, piden nuestra devoción.
Ya no puedo soportar salir a las calles y encontrarme con otra marcha, con otro incendio, con otra manifestación de familias, de trabajadores, de estudiantes devastados por la tristeza, por la sangre, por el enojo.
Ya no tengo fuerzas para seguir llorando en silencio, para mirar el desfile de cadáveres en que se ha convertido mi realidad ni para fingir que estoy de buenas, que no pasa nada, que se trata de una noticia aislada.
Ya me enfadé ante la lentitud con la que se manejan las investigaciones y los procesos legales en este país, de que cada vez que ocurre algo pasen años para que medio se sepa la verdad, de que nunca lleguemos a castigar a los verdaderos culpables de nada.
Ya me agoté de escuchar entrevistas a medias, declaraciones abstractas, compromisos para la foto, promesas que solo se cumplen para los informes de gobierno, de frases rimbombantes, de eufemismos baratos, ofensivos.
Ya no consigo dormir imaginando el infierno por el que pasaron todas esas personas que están apareciendo mutiladas, asesinadas, calcinadas, imaginando su miedo, lo que sintieron, lo que dijeron.
Ya llegué al límite de mi paciencia ante esos políticos que le echan la culpa de todo a los representantes de otros partidos, pero que a la hora de las elecciones los abrazan y los convierten en sus aliados para sumar votos.
Ya me puse mal, muy mal, de que la acumulación de tanta sangre y de tantos muertos sea tan, pero tan vieja y tan grande que nada de lo que nos digan nos satisfaga, que nada de lo que nos expliquen nos parezca confiable.
Ya no me cabe tanto horror, tanta rabia ni tanto dolor. No hay capacidad de asombro que no sea rebasada ante el poder de esas imágenes, ante el impacto de esas palabras.
Ya no puedo más con el peso de todos estos sentimientos, con la acumulación de tantas víctimas, con el cinismo de tantas personas, con la decepción, el desencanto.
Ya me fastidié de vivir en esta maldita polarización. ¿Será posible que ni los huesos carbonizados de tantas personas sean capaces de unirnos como nación? ¿Dónde está el luto nacional? ¿Por qué la bandera no está a media asta? ¿Por qué no asumimos esto como lo que es?
Ya me desesperé de nuestra ausencia de memoria, de nuestra incapacidad para darle seguimiento a tantos muertos, de tantas desgracias, de tantos estados, de tantas décadas y de tantos orígenes tan diferentes.
Ya me aburrí de que en México los malos siempre sean los maestros y los estudiantes, de que aquí ser profesor sea un delito, de que ser joven sea un pecado. ¿Por qué ellos? ¿Por qué siempre ellos?
Ya quedé exhausto de padecer a tantos oportunistas, de tantos tipos, que se cuelgan de noticias como las del viernes pasado para llevar agua a sus molinos, para llenar de fanáticos sus agrupaciones, para convertir esto en un campo de batalla, pero de otras guerras, de otros intereses.
Ya estoy harto de recibir las genuinas condolencias de mis colegas de otros países, de escuchar sus expresiones de lástima, de duelo, de tener que explicarles lo que no tiene explicación, de esconder la cara cuando se habla de lo que está pasando aquí.
Ya me deprimí de tanto mirar hacia el futuro y de no encontrar respuesta, de no encontrar salida, de que todo sea odio y frustración, de que toda la gente esté furiosa, de que no exista la posibilidad de hacer contacto, de establecer comunicación.
Ya no estoy dispuesto a firmar otro pacto. Toda la vida me la he pasado firmando pactos. ¡Ya! ¡Basta! Yo no tengo por qué estar firmando nada. Para eso tengo un gobierno, instituciones. ¡Quiero resultados! ¡Respuestas!
Ya me cansé de que la muerte sea un estilo de vida, de asumir los derechos humanos como una burla, de justificar la ineficacia de tantas personas en aras de una armonía que no existe y de gritar sin ser escuchado. Yo sí, ya me cansé. ¿Usted no?
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