...Y Guardería ABC
Y Tlatlaya
Y Pasta de Conchos
Y Zongolica
Y fosas aquí y allá.
Tenían un nombre, tenían un rostro
Todos tenían una vida, todos tenían metas, tenían familia
La indignación permea, los contingentes se suman, aún con telarañas mentales, pero se suman. Es titular de varios diarios y periódicos, incluso los de tinte deportivo: '#INDIGNACIÓN. MÉXICO ESTÁ HARTO. MÉXICO ESTÁ DE LUTO' (portada de la revista Récord).
Y las palabras no alcanzan, el espacio se amplía, porque nos faltan tantos. No fue la muerte la que se los llevó. Fue el Estado. El Estado es responsable y mejor que no se lave cínicamente las manos. Y quien se canse puede retirarse, pues para eso se alquilan y para eso se les paga.
Y sin embargo la juventud despierta y reacciona. El estudiantado se moviliza y se solidariza. Por eso se le persigue, por eso se le reprime. No sólo es el futuro, es el dinamismo que no espera instrucciones. Con un poco más de organización y politización y esta juventud será imparable. Pero no hay despertares, ni reaccionares inmediatos. Son procesos, dolorosamente lentos, dolorosamente desesperantes. Es esto o una enorme revuelta, una al estilo del sistema que ya no queremos. Una revuelta violenta que solo al sistema enriquece y empodera. Y es que sembrar es trabajo y es esfuerzo, pero no se puede ser como ese sistema, porque ese sistema también siembra, pero cadáveres, sangre, dolor y muerte. Nosotros no podemos ser iguales. Yo no quiero ser igual. La juventud no está despertando así. En sus movilizaciones, mítines y asambleas yo veo que se siembra esperanza y consciencia y sembrar eso se lleva su tiempo.
Es cierto: nadie se quiere muerto. Yo no me quiero muerta. Yo no quiero muertos a mis cercanos y conocidos. ¿Y si yo muriera?, ¿si yo fuera el siguiente número en este contador de desaparecidos y muertos? Yo no querría que los demás dejaran de sembrar consciencia, ni esperanza, pero para que ello tenga fruto también hay que regar con constancia, porque los golpes son duros y no solo es y será uno. Porque las caídas son constantes y las traiciones siempre serán sombra; porque las derrotas estarán presentes y las trampas y los juegos sucios serán lo que les nutran para que nos derroten. Pero eso no significa que nosotros nos demos por derrotados eternamente.
¿Será Ayotzinapa la verdadera mecha de un despertar unificador? No sé. Realmente me lo pregunto. Lo mismo me pregunté cuando el incendio de la Guardería ABC. Yo no tengo esa respuesta, pero tampoco quiero que esperemos a que la haya. Mejor sigamos sembrando: información, organización, esperanza. Que la indignación no cese, que olvidar no sea el camino y que sus nombres siempre sean recordados.
Imágenes de la velada nocturna en el Ángel de la Independencia:
Y Tlatlaya
Y Pasta de Conchos
Y Zongolica
Y fosas aquí y allá.
Tenían un nombre, tenían un rostro
Todos tenían una vida, todos tenían metas, tenían familia
La indignación permea, los contingentes se suman, aún con telarañas mentales, pero se suman. Es titular de varios diarios y periódicos, incluso los de tinte deportivo: '#INDIGNACIÓN. MÉXICO ESTÁ HARTO. MÉXICO ESTÁ DE LUTO' (portada de la revista Récord).
Y las palabras no alcanzan, el espacio se amplía, porque nos faltan tantos. No fue la muerte la que se los llevó. Fue el Estado. El Estado es responsable y mejor que no se lave cínicamente las manos. Y quien se canse puede retirarse, pues para eso se alquilan y para eso se les paga.
Y sin embargo la juventud despierta y reacciona. El estudiantado se moviliza y se solidariza. Por eso se le persigue, por eso se le reprime. No sólo es el futuro, es el dinamismo que no espera instrucciones. Con un poco más de organización y politización y esta juventud será imparable. Pero no hay despertares, ni reaccionares inmediatos. Son procesos, dolorosamente lentos, dolorosamente desesperantes. Es esto o una enorme revuelta, una al estilo del sistema que ya no queremos. Una revuelta violenta que solo al sistema enriquece y empodera. Y es que sembrar es trabajo y es esfuerzo, pero no se puede ser como ese sistema, porque ese sistema también siembra, pero cadáveres, sangre, dolor y muerte. Nosotros no podemos ser iguales. Yo no quiero ser igual. La juventud no está despertando así. En sus movilizaciones, mítines y asambleas yo veo que se siembra esperanza y consciencia y sembrar eso se lleva su tiempo.
Es cierto: nadie se quiere muerto. Yo no me quiero muerta. Yo no quiero muertos a mis cercanos y conocidos. ¿Y si yo muriera?, ¿si yo fuera el siguiente número en este contador de desaparecidos y muertos? Yo no querría que los demás dejaran de sembrar consciencia, ni esperanza, pero para que ello tenga fruto también hay que regar con constancia, porque los golpes son duros y no solo es y será uno. Porque las caídas son constantes y las traiciones siempre serán sombra; porque las derrotas estarán presentes y las trampas y los juegos sucios serán lo que les nutran para que nos derroten. Pero eso no significa que nosotros nos demos por derrotados eternamente.
¿Será Ayotzinapa la verdadera mecha de un despertar unificador? No sé. Realmente me lo pregunto. Lo mismo me pregunté cuando el incendio de la Guardería ABC. Yo no tengo esa respuesta, pero tampoco quiero que esperemos a que la haya. Mejor sigamos sembrando: información, organización, esperanza. Que la indignación no cese, que olvidar no sea el camino y que sus nombres siempre sean recordados.
Imágenes de la velada nocturna en el Ángel de la Independencia:
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