U
no de los peores defectos del sistema, y que tarde o temprano lo arruinará, es que está basado en la mentira. Tiene la pretensión de poder engañar a todos todas las veces. Un gran político dijo que eso no se valía: era posible engañar a todos por un tiempo y a algunos todo el tiempo, pero una mentira perpetua y totalitaria iría más allá de las capacidades humanas. Tenía razón: el gobierno actual corresponde a una etapa avanzada de la descomposición del sistema, pero no se da cuenta. Cree y nos quiere hacer creer que vamos muy bien. La mentira mayor está en el propio sistema que se pretende un estado de derecho y una democracia, cuando en realidad es un Estado de chueco (Zaid) gobernado por una mafia (AMLO).
Las primeras semanas de este régimen pareció poder engañar a toda la humanidad. Los medios más influyentes del planeta intentaron hacer creer (con motivos nada inocentes) que estábamos viviendo el
momento de México. Ahora resulta que la imagen de progreso se ha venido abajo al revelarse la brutalidad de los asesinatos de Guerrero y el estado de México y la incapacidad para esclarecerlos y castigarlos. Es como si de pronto México se viera en el espejo y apareciera como “un Estado convertido en una institución criminal donde se fusionan el narco y los políticos para controlar a la sociedad. Un Estado fallido que ha sido construido en las décadas recientes para evitar la mayor pesadilla de las élites, una segunda revolución” (Zibechi).
Pese a esta terrible revelación, el gobierno sigue empeñado en mentir. Ejemplos: La inseguridad no intentó resolverse cambiando la realidad (promoviendo el crecimiento y la distribución), sino cambiando la percepción pública (ocultando y deformando la realidad a través de los noticiarios: una creencia cuasi religiosa al poder de los medios.
La suntuosa residencia aparece comprada por la primera dama, gracias a un préstamo de 7 millones de dólares del contratista predilecto del gobierno. Además del agravio de despilfarro hay otra agresión: suponer que creemos los cuentos de hadas. Otro ejemplo: la promesa de crear una comisión nacional anticorrupción no se ha cumplido, como tampoco 90 por ciento de sus compromisos de campaña.
La investigación sobre Iguala ha sido manejada con un número formidable de mentiras y contradicciones por el procurador, por Osorio Chong y por el propio Presidente. Se espera que la interpretación de la televisión oficialista termine por crear la ilusión de la
normalidad. El problema es que la verdad real está terminando por imponerse y que la credibilidad y legitimidad del gobierno han terminado por disolverse.
Twitter: @ortizpinchetti
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